domingo, 21 de agosto de 2016

Un autógrafo de Bécquer en Toledo





Uno de los momentos más felices de mi vida, creo haberlo escrito ya en otras ocasiones, fue cuando, en una de mis visitas al Museo Romántico (ahora, desde su reforma, se denomina Museo del Romanticismo) en la madrileña calle de San Mateo, número13, Fuencarral arriba, pude tener en mis manos un pequeño dibujo hecho a lápiz por Gustavo Adolfo Bécquer. Cuando le indiqué a la directora del 
Museo, que entonces lo era Mercedes Rodríguez, que no lo encontraba entre sus paredes, me indicó que lo habían llevado a restaurar. Me acompañó hasta la sala de restauración donde pude, además de verlo, tenerlo entre mis manos. En efecto, en la amplia falda de la mujer dibujada, en uno de los bordes laterales, en su lado derecho, allí por donde pasa el trazo curvo del lapicero afilado, se había abierto el papel como sajado por un bisturí. Pues bien, durante una de las estancias de los dos hermanos Bécquer en Toledo, en la soberbia portada plateresca del Convento de San Clemente y a unos 5 metros de altura, existe un autógrafo del poeta hecho hacia 1857. La primera vez que Bécquer visitó Toledo tenía como objetivo inspirarse en su futuro libro “Historia de los templos de España”, con ilustraciones de su hermano Valeriano. Un libro que nunca vio la luz. Unos suponen que fue Gustavo Adolfo en que se subió sobre los hombros de su hermano. Otros piensan que el poeta se encaramó en una escalera de las que usaban los lampisteros para encender las farolas. La existencia de aquel autógrafo en grafito sobre el friso de caliza hallado en la fachada del convento toledano no era conocida por casi nadie a principios del siglo XX. Una firma de 35 centímetros que, como digo, Bécquer había plasmado junto a la de su amigo Yldefonso (sic) Núñez de Castro. Alejandra Rodríguez Campos señalaba en un interesante blog el 24/04/2013 que “en 1911, la ciudad de Toledo decidió dedicar la conocida calle de la lechuga a los hermanos Bécquer, tras un estudio del entonces director del Instituto de la Edad Media, Ventura Reyes, quien establecía en el número nueve de dicha calle, la vivienda de Gustavo Adolfo y Valeriano. Investigaciones más recientes plasman que la estancia en ese inmueble, de haber sido así, hubiera sido breve, dado que en esa casa se admitían huéspedes”. (…) “La casa que sí habitaron los hermanos durante bastante tiempo está situada en el número ocho de la calle de San Ildefonso. Aún hoy se puede ver el laurel que el mismo Gustavo Adolfo plantó. El brocal árabe pintado por su hermano Valeriano se encuentra actualmente en el Victoria and Albert Museum de Londres. De su oscuro compañero de andanzas, Yldefonso Núñez de Castro, solo se conoce -además del autógrafo- su colaboración en Historia de los templos de España con el dibujo de la sinagoga de Santa María la Blanca, en la que aparece Gustavo Adolfo Bécquer guiado por un cicerone ciego. El caso es que, como señala  Manuel Palencia hoy en El Cultural,  “en El Eco Toledano del 25 de febrero de 1915, Juan Moraleda y Esteban anuncia el grafito -aunque calla su ubicación por temor a que pudiera perderse- y alude a su intención de fotografiarlo. El erudito justifica el hecho como testimonio de la extraordinaria admiración que le producía al poeta -la portada del convento-, y lo califica de sencillo y tierno episodio y delicado testimonio. Al día siguiente, el Diario Toledano, en un anónimo de la redacción, revela su lugar de emplazamiento, a lo que contesta Juan Moraleda inmediatamente, un tanto molesto por la intromisión. Esto indica que, aunque Moraleda cita como fuente de su información a José Casado del Alisal, amigo íntimo del poeta, ya se conocía su existencia, quizás porque en esa época aún era visible desde el suelo”.

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