viernes, 30 de septiembre de 2016

El Monte Ratón






Hace ya bastantes años conocí a un anciano que me contó una pequeña historia marinera. Todo comenzó cuando le ofrecí un pitillo. Necesitaba estar cerca de alguien.  Me senté junto a él y me habló de muchas cosas. Me dijo que toda su vida fue marinero, que incluso había estado en Rusia. Era viudo. Le noté triste y resignado de no sabría decirles qué. Petra, su mujer, fue santera. De inmediato me vino a la cabeza un famoso cuadro de Cantarero, “La santera vasca”. Aquel viejo de mirada penetrante y cara abrasada por el salitre del Cantábrico, sonriente aunque triste y casi esquelético, me causó una rara impresión.
            --Le participo a usted que no me gustan los emboquillados. Ese me parece tabaco de señoritas, sin que se ofenda. Yo compro donde Patxi tabaco picado, del de toda la vida, ya sabe...
            --Sí, entiendo.
            --Todo empezó cuando un buen día, hace ya siglos, unos paisanos salieron a faenar la  anchoa. Resultó que pasadas dos o tres jornadas, uno de aquellos marineros avistó algo en la lejanía en rumbo de colisión. Inmediatamente todos los tripulantes, creyendo que se trataría de algún naufragio, se acercaron a toda máquina hasta aquel misterioso bote a la deriva. Ya junto al mismo, pudieron observar con asombro que no portaba hombres a bordo. Sólo una talla de regulares dimensiones.  Joseba, el patrón, ordenó amarrar e izar lo que parecía un crucifijo hasta la cubierta del pesquero Edurne, matrícula de Bilbao. Inmediatamente después señaló a dos marineros que lo depositasen en el interior de una de sus bodegas. Allí permaneció por espacio de diez jornadas, al cabo de las cuales una galerna se desencadenó sobre la mar.  ¿Sigo?
            -- Sí, siga.
            --Como guste. Lo que en principio parecía algo normal, pronto arreció hasta el punto de poner en grave aprieto barco y tripulación. Muy asustados, y convencidos de que aquella galerna no tenía trazas de amainar, decidieron sujetar el misterioso hallazgo a la gavia de trinquete. La sorpresa fue inexplicable. Al acercarse a la bodega uno de aquellos navegantes pudo comprobar con estupor cómo alrededor de aquel crucifijo había un centenar de pequeños roedores que ya habían dañado la imagen en brazos, piernas y madero de cruz.
            --Sería de roble…
            --Probablemente. Como le estaba contando, armado de una escoba, uno de los marineros, puede que fuese Uribe, que ya no estoy seguro, arremetió contra los ratones a escobazo limpio dejando entre muertos y malheridos a una docena de ellos, huyendo el resto a discreción.  Rescatado el santocristo, y cumpliendo las órdenes recibidas del patrón, se aseguró la talla en el lugar indicado. Milagrosamente, poco tiempo después ya no era necesario continuar navegando a la capa. La mar se había trocado en un estanque tranquilo.
            --¿Cómo el lago de Bañolas?
            --¿Mande?
            --No, nada.  Siga usted.
--Como le contaba, a bordo se empezó a hablar de portento. Postrada en cubierta, la tripulación dio gracias al Cielo. No era para menos.  De regreso a puerto estudiaron la posibilidad de construir una ermita dedicada a la bendita talla, aprovechando las piedras de un viejo castillo casi derruido cerca de Zarauz.
--¿No servía para futuro parador nacional?
--No señor, no servía. Ya no era ni pintoresco. Sólo quedaba la buena voluntad, que no era poco.  Pero a lo que iba, que ya se me está escapando el hilo del relato. Usted puede preguntar lo que desee, pero si me interrumpe, se acabó el carbón. Como le estaba contando, ya estaban casi en el espigón de atraque cuando algo superior al control humano horrorizó a los marineros. Era como si  llegase el fin del mundo.
--¿Se escucharon las trompetas de Jericó?
--No señor, creo que sólo un gran estruendo.
 Teníamos la sensación de que el sol se había roto en cien mil pedazos. Se hizo como de noche y hasta se pudieron ver las estrellas en el firmamento. Luego vino un sepulcral silencio y un gran resplandor cegador. Algo nunca visto hasta entonces emergía del fondo de la bahía de Guetaria, cerca de la iglesia de san Antón. Todos estaban paralizados por el espanto. Se trataba de una gran montaña de rocas y algas con la forma de un gigantesco ratón, con el hocico dirigido justo hacia el lugar donde la cruz había sido rescatada de las aguas.
            Al llegar a este punto del relato sentí como frío en la espalda.
            --¿Le sucede algo?,-- me preguntó el anciano.
            --No, nada,-- le contesté.  Ya tengo que marcharme. Se me hace tarde.
            --¿Qué le parece si antes de irse liamos un cigarro de los míos?
            --Una gran idea, aunque reconozco que liar un cigarro es todo un arte que requiere oficio.
             Nos reímos.
            Posteriormente he vuelto por el pueblo natal de Juan Sebastián Elcano, el primer marino que dio la vuelta al mundo, pero jamás me volví a encontrar con aquel anciano.  Pregunté por él aportando datos de su aspecto y nadie supo darme razón de su existencia. Del fondo de la taberna Zuria salía un melancólico sonido de acordeón interpretando el zorzico Herrikoiak.
Tal vez muriese de nostalgia marinera.

En escena, el pícnico mujerón





En su artículo de hoy en Ahora, Miguel Ángel Aguilar, a mi entender el periodista español vivo más decente, hace referencia a  Maurice Joly y a su “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”. Y está acertado cuando señala que “la versatilidad del jefe, al amparo de su mutismo, parece profundidad, y su oportunismo enigmático, sabiduría. Momento de comprobar hasta qué punto los Arriola & Company han seguido esa pauta de la impenetrabilidad de sus designios en la construcción del discurso del líder del PP. En la técnica para el manejo de la opinión pública asigna una función clave a las relaciones entre el poder y la prensa. Suprimir formalmente la libertad de prensa sería una torpeza y es más útil al poder canalizarla, guiarla a distancia. Por ejemplo, haciéndose criticar por alguno de los periódicos mercenarios mientras se suscita una saludable propensión a la autocensura mediante un depurado arte de la intimidación”. El dontancredismo está dando el resultado deseado, consistente en no moverse y dejar pasar los chaparrones y las guerras fraticidas dentro del PSOE, entre Errejón e Iglesias, etcétera. Al final, como en la tragedia griega, aparece el Deus Ex Machina, es decir, uno de los dioses del Olimpo colgado de una grúa, a la hora de resolver los conflictos y dar solución a la trama. Aquí, en el cráter del volcán socialista, ha aparecido en escena Susana Díaz Pacheco, esa señora que, como sucede con la cerveza Cruzcampo, sólo le gusta a los andaluces, dispuesta a poner en práctica la “doctrina” de Felipe González, que tan buenos resultados consiguió en el bipartidismo enquistado durante los últimos casi cuarenta años. Y ese Deus Ex Machina en forma de pícnico mujerón producirá la abstención necesaria de los socialistas para que triunfe Rajoy y nos gobierne otros cuatro años, con la mochila de la corrupción a sus espaldas y sin haber dado un palo al agua.

martes, 27 de septiembre de 2016

La visita de digestión





Existe un librito, “El hombre fino, manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono” que tradujo del francés Mariano de Rementería y Fica, cuya tercera edición, la que tengo ahora en mis manos en edición facsímil, se llevó a cabo en Madrid en 1837 en la imprenta del Colegio de Sordomudos. Pues bien, dentro de esas reglas para presentarse en actos sociales y conducirse con sensatez, en el capítulo XXII, página 127, se hace referencia al ceremonial que debe establecerse en las comidas. Y en la página 134, poco antes de dar por terminado ese capítulo (a continuación viene el de las cenas), se indica:
“No acaba aquí la obligación del convidado: le queda todavía otra formalidad que cumplir, cual es una visita llamada la visita de digestión y que se hace a los ocho días como una señal de gratitud y prueba de que se ha apreciado lo que vale una buena comida: que las vajillas del que convida estaban bien acondicionadas, sus guisados escelentes (sic), y en fin, que sus vinos no estaban adulterados; es decir, que la visita se va a hacer con el objeto de decir que lo pasa uno bien, que ha digerido perfectamente, y que uno está pronto a digerir de nuevo”.
Del mismo modo, en el capítulo XXIV se hace referencia al arte cisoria, es decir, el arte de trinchar a cuchillo. Pero sobre ese tema ya conozco otro libro de mayor calado, que reza en su portada: “Arte cisoria o tratado del arte del cortar del cuchillo, que escrivió (sic) don Henrique de Aragón, Marqués de Villena: da a luz, Con Licencia del Rey nuestro Señor, La Bibliotheca (sic) Real de San Lorenzo del (sic) Escorial. En Madrid en la Oficina de Antonio Marín. Año 1766”. El original consta de 197 páginas y está depositado en la Biblioteca Nacional. Ahí se cuenta cómo se deben trocear los manjares. También señala consejos médicos:
“A fueras destas cosas dichas, que se comen por vianda, è mantenimiento, è placer de sus sauores, se comen otras por Melecina, así como la carne del Ome, para las quebraduras de los huesos; è la carne del perro para calzar los dientes; la carne del Tasugo viejo por quitar el espanto; la carne del Milano para quitar la Sarna; la carne de la Habubilla, para aguzar el entendimiento; la carne del Cavallo, para facer Ome esforzado; la carne de león para ser temido; la carne de la Encebra, para quitar pereza. De las reptilias las Ranas, para refrescar el hígado; las Culebras, para la Morfea; los gusanos del vino, para aguzar el estómago; las Cigarras contra la sed; los Grillos contra la  estrangurria…”.
En el arte cisoria de “El hombre fino” también se cuenta cómo trinchar ternera, carnero, cordero, marrano, lechoncillo, liebre-conejo (sic), javalí (sic), pabo (sic), gallina, capón y pollo, ganso y pato, polla de agua o gallineta, cerceta, pichones, faisán, perdiz, becada, etc., y pescados como rodaballo, trucha, barbo, carpa…, etc., con técnicas muy parecidas a las descritas mucho tiempo antes por el marqués de Villena. Al referirse al congrio fresco –y eso seguro que interesa a los bilbilitanos- indica lo siguiente el marqués:
“El fresco Congrio se da à tarazones, este se taja al largo con el cuchillo primero, dando un tajo hondo, è hacer sobre él tajadas llanas, delgadas, que hieran en el tajo dicho primero, hasta gastar su pescado, è llegar à la espina, tal mesmo de la otra parte. La Morena, è la Pescada fresca se tajan desta mesma guisa”.
También se hace referencia en el capítulo X al “tajo de las cosas que nacen de la tierra”; y en el capítulo XI, “del cortar, e mondar las frutas”. Ya en el capítulo XVI, se hace referencia a los “grados del oficio del cortar”. En suma, dos libros interesantes cuya lectura recomiendo a los amigos de los fogones.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El Cela inédito





Todo parece apuntar a que el próximo 19 de octubre se publicará una edición completa de La Colmena sin censuras, incluso con determinadas escenas de lesbianismo que no estaban en ediciones anteriores de esa “Historia incompleta de unas páginas zarandeadas”. Camilo José Cela ideo la novela en sus visitas al madrileño Café Europeo, en la glorieta de Bilbao esquina a la calle de Carranza, que era uno de aquellos cafés llamados “de asiento”, no demasiado lleno por las mañanas, algo más ocupado por las tardes y abarrotado de clientes por la noche y en las madrugadas, propiedad de tres hermanas. Por allí pasó Juan Simarro González, el Ciego Simarro, figura muy popular a pesar de su indigencia, cuyo recuerdo requeriría todo un capítulo aparte. Cela escribió La colmena entre 1945 y 1948, pero ante el rechazo de la censura española tuvo que publicarla en Argentina en 1951; en 1963 se permitió la publicación en España de una versión incompleta y en 1966 se dio el visto bueno a la “definitiva”. Entonces, ¿qué versión es la que va a salir a la luz ahora? En realidad, la novela describe tres días en el Madrid de diciembre de 1943, donde el hambre y las cartillas de racionamiento eran algo cotidiano. Consta de 6 capítulos y un epílogo. Los cinco primeros capítulos son bastante largos, y los dos últimos muy breves. No están ordenados de forma cronológica, a excepción del I y II que se refieren respectivamente a la tarde y al anochecer del primer día. El III narra lo ocurrido en la tarde del segundo día; el IV, la noche del primero; el V, la tarde y noche del segundo día y el VI, el amanecer del día segundo. El Final es la mañana de tres o cuatro días después. De manera que si pretendemos seguir un orden cronológico, la distribución de los capítulos sería la siguiente: I la tarde, H el anochecer, IV la noche, del primer día; VI el amanecer, III la tarde, V la tarde y la noche, del segundo día; Final, la mañana, de tres o cuatro días después. Y todo el relato se centra en el café La Delicia, de doña Rosa, y en la casa de putas, de doña Celia. Cela la subtituló como “Caminos inciertos”. Cela, a mi entender, nunca tuvo criterios claros sobre cómo hacer una estructura argumental en sus novelas, es decir, introducción, nudo y desenlace. Quizás por ello se le dieron tan bien los libros de viajes y vagabundos, a los que se aplicó con maestría. Como recuerda Ian Gibson en Cela, el hombre que quiso ganar (1ª ed. Aguilar, 2003, cap. VII), “Algunos ejemplares de La colmena atravesaron, naturalmente, el océano. José María Pemán, a quien, años atrás, el Cela principiante había imitado en “Adolfo Esteban Ascensión”, le dio “un suave tirón de orejas” en Abc. Más crítico se mostró Juan Aparicio, a quien tanto debía Cela en Arriba. Pero, ya puestos, hubiese preferido que el próximo 19 de octubre saliese al mercado  la parte inacabada que Cela escribió de sus novelas  Un marino mercante y Las aguas tranquilas. Según pude leer hace pocos días en La Vanguardia,  “Cela llegaba a Barcelona, procedente de Madrid, el 23 de octubre de 1945. Durante su receso catalán frecuenta un pequeño círculo de amigos barceloneses –Juan Ramón Masoliver le ha preparado visitas, firma de ejemplares, lectura de dos capítulos de La colmena– y, si se tercia, sella sus conversaciones con comidas en el Set Portes.’De mi viaje a Barcelona he sacado conclusiones muy saludables y ahora veo de otro modo este asqueroso mundillo literario de Madrid’. Efectivamente, abandona la capital y, en 1954, se traslada a Mallorca. Se sabe que en una entrevista que el escritor concedió en 1944 a Fotos, reconoce que está escribiendo una novela de temática marinera. ‘En la actualidad trabajo en una novela, Un marino mercante, cuya acción transcurre, casi constantemente, en el mar o en su más próxima orilla. En ella ­relato las andanzas de mi tío don Evaristo Montenegro de Cela, elegante prosista y capitán mercante retirado”. Se trata de un manuscrito de 23 páginas, más tres que transcriben en tamaño folio, alguna de sus partes a máquina, procedentes de un cuaderno cuadriculado de formato escolar, en el que se contenía el principio de la novela, Un marino mercante. “Cela –cuenta La Vanguardia- emprende la redacción de esta novela para combatir el pesimismo que la crítica contemporánea había subrayado en sus dos primeras novelas, La Familia de Pascual Duarte (1942) y Pabellón de reposo (1943). Buena prueba de ello es la anotación que propone para la faja publicitaria de esta novela, cuyo editor debía ser Saturnino Calleja, director de Ediciones La Nave. El protagonista de la novela es don Evaristo Montenegro de Cela, nacido el martes de carnaval de 1820 en las proximidades de La Coruña y fallecido ‘en camisón –contra todo pronóstico y cristianamente el día de San Claudio de 1916’, según constata el manuscrito. Cela asegura que la novela es una verídica y edificante historia de quien siempre llamó su tío, aunque más bien se trata de su tío abuelo, puesto que la madre de don Evaristo, doña Asunción Cela Morán, fue hermanastra de doña Rosa Fernández Morán, bisabuela del novelista”.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Todo mata




Está comprobado que la moto mata. Bueno, pues como ya lo sabemos, por qué las autoridades sanitarias, esos entes que no tienen cara, que nunca se mojan para denunciar el lindano que llevan los ríos en Aragón, que nos colocan los miedos en fotos y letreros en los paquetes de tabaco, etcétera, esas autoridades misteriosas, digo, que son como la Santísima Trinidad de la cosa sanitaria, deberían poner en las motos y a la vista del motorista unas pegatinas donde se avisase, que el que avisa no es traidor, que “las motos son malas para la salud”, sobre todo para la salud de aquellos ciudadanos a los que los motoristas se llevan por delante con sus “efectos colaterales”. Y también habría que colocar esas pegatinas en las bicicletas que circulan por las aceras esquivando peatones. Y en la frente de los descerebrados que circulan a toda velocidad en patinete, que son legión. A las autoridades sanitarias habría que recordarles que muchos ancianos, con los recortes del Gobierno, no tienen para pagar las medicinas en las oficinas de Farmacia, que a muchos españoles se les sale del cuello el corbatín por los salarios infames, que existen niños que no pueden comer tres veces al día, que hay viejos que mueren de soledad, y que existen demasiados suicidios, aunque la prensa no los refleje en sus páginas por evitar el efecto dominó. Las autoridades sanitarias no deberían permitir las listas de espera sine díe, ni las masificaciones hospitalarias que restan dignidad a la persona, ni los virus hospitalarios que bailan el merengue en los quirófanos… El tabaco mata, las motos matan, el trabajo sin las adecuadas medidas de seguridad mata, la carencia de los necesarios chalecos antibala mata, el exceso de velocidad mata, la falta de higiene mata. Todo mata. La muerte, esa señora a la que se pinta con una guadaña, nunca tiene prisa. Tanto es así que nos concede toda una vida de ventaja.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Dos tapones





Hoy Juan José Millás está sembrado. En su artículo “Al carajo”, publicado en El País, señala lo siguiente: “Usted y yo, desde la altura en la que viven los políticos, somos observados como roedores incómodos, de los que no se sabe por qué azar depende el destino de los que llevan un año cobrando por el mismo mitin”. (…) “Si se nos pudiera fumigar, si se pudieran deshumanizar las calles con la facilidad con la que se desratizan las alcantarillas, colocarían veneno en cada esquina. No mucho, el justo para que sobreviviéramos un número capaz de generar, entre otros, los 7.000 euros del ala que se lleva Rita Barberá porque sí, porque se lo merece. Tal vez la desratización comenzó de hecho con la reforma laboral o con la ley mordaza que, si no acabaron con nosotros, nos dejaron un poco alelados, lo suficiente para que cambiáramos la indignación por la impotencia, el conformismo, la pasividad, la mansedumbre”. ¿Qué más puede añadirse? Para colmo, el Estado sólo paga el 18% de la Dependencia cuando por ley debería cubrir el 50%. ¡Que a los dependientes les aguanten sus familiares! Y si nos sucede como a Adelaida García Morales y  no tenemos dinero ni para tomar el autobús, ¡que nos zurzan! ¡Menos mal que todavía no pagamos impuestos por mirar a las estrellas! Da igual si cae Mariano o si lo hace Pedro. Jesús Cacho, en Vozpópuli, señala que “la crisis de PP y PSOE es la responsable del callejón sin salida en que se encuentra un país sin Gobierno desde hace 10 meses. Es la crisis del Estado de partidos, como ayer relataban aquí en estupendo artículo Javier Benegas y Juan M. Blanco: ‘Conculcada la separación de poderes, eliminados los controles y contrapesos, neutralizada la selección meritocrática y sometida la prensa, el sistema se desliza hacia un despotismo cada vez menos disimulado’. Al frente de ambos partidos, dos déspotas, dos tapones, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que es necesario remover para que las aguas, las ideas de regeneración, comiencen a fluir en ambas organizaciones y se pueda pensar en una salida democrática a la actual crisis española”.  

El cuento de la buena pipa





Todo parece indicar que la falta de entendimiento entre los líderes de los principales partidos conduce directamente a los terceros comicios el próximo mes de diciembre. Rajoy confía en el hundimiento del PSOE y el alza del PP, Sánchez sueña con el hundimiento de Podemos y el trasvase de votos al PSOE y Rivera augura que subiendo el PP, bajando el PSOE y Ciudadanos, la subida del PP y la bajada de su partido serán compensadas y, finalmente, el PP volverá a gobernar no se sabe si con amplia mayoría. Esto se ha convertido en una comedia de enredo donde los ciudadanos, sentados en el patio de butacas, observamos atónitos el desarrollo de este teatro del . El es único por su lentitud, su gracia austera y por el uso distintivo de máscaras, y representa un rasgo específico de la cultura japonesa, que consiste en encontrar la belleza en la sutileza y formalidad. En el caso español, el es no, o sea, ¿qué parte del no ha entendido, señor Rajoy? Los del Japón son dramas breves (entre treinta minutos y dos horas): una jornada de está formada por cinco partes, de categorías diferentes. Así, por ejemplo, el Cuento de los Heike es cantado por monjes ciegos que se acompañan de la biwa, una especie de laúd con cuatro cuerdas y cinco trastes, donde  narran las luchas épicas entre dos clanes: Miramoto y Taira. El caso español es distinto, claro, aquí las luchas épicas son entre los dos partidos mayoritarios que han estado en poder de la cuerda de trenzado desde el comienzo de la Transición y tras la saga/fuga de Adolfo Suárez y aquella UCD descompuesta en la que Leopoldo Calvo Sotelo hizo unas elecciones para perderlas por goleada felipista un 28 de octubre. Para los que tengan mala memoria les recordaré que también en las elecciones de 1979 votaron a UCD siete millones de ciudadanos, algo menos de los que los que votaron al PP el 26 de junio pasado. Pero aquel conglomerado de partidos reunidos bajo las siglas de UCD cayeron en la trampa de una ley, la ley D’Hont, elaborada al principio de la Transición por Landelino Lavilla, Juan Antonio Ortega y Óscar Alzaga. Y allí comenzó la bipolarización, se encendió la lumbre de la olla de una merienda de negros y desapareció para siempre el centro político. Y comenzaron también  los posters, lo mítines vendiendo humo… Y Boabdil el Chico, es decir, Calvo Sotelo, se evaporó como el agua de un charco en la famosa noche de vino y rosas. Y Robespierre, es decir, Alfonso Guerra, fue cuando dijo aquello de “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”.Y en esas estamos. Aquí, por estos andurriales, en el Cuento de los Heike, que se ha transformado en El cuento de la buena pipa, sólo faltan los monjes ciegos tocando la biwa, un laúd con cuatro cuerdas y cinco trastes…, etcétera.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Sobre premios y polvaredas





Por estos pagos, el currículum vitae de ciertas personas ya se va  pareciendo a las etiquetas de las botellas del Anís del Mono, incluido su error ortográfico, preñadas de reconocimientos y medallas en exposiciones internacionales. Un anís, digo, que hasta tiene en el Paseo Marítimo de Badalona su estatua de bronce y que en 1913 tuvo el primer cartel luminoso en la madrileña Puerta del Sol. Por cierto, Vicente Bosch fue proveedor de la Real Casa, que también lo pone en la etiqueta de las botellas  de corte adiamantado que ahora se fabrican con menor continente y contenido. Pero, a lo que iba, moreno. Hasta para beber anís hay que saber cómo posicionar el dedo meñique. Yo lo coloco de forma erecta, siempre apuntando al vecino de mesa de velador, que es más cursi y más inquietante. Con el debido respeto,  alguien con capacidad bastante debería explicarme aunque sólo sea por  practicar un acto de caridad cristiana, es decir, enseñar al que no sabe, qué carajo tiene que ver el Premio Nobel de la Paz, que se concede en Noruega, con las enfermedades neurodegenerativas. Y en el difícil supuesto de que servidor de ustedes pudiese llegar a entenderlo, que se me explicase también la relación directa existente entre las enfermedades neurodegenerativas y la propuesta por una universidad americana, hasta ahora no desvelada y por segundo año consecutivo, para que tal distinción  sea concedida a la reina consorte del anterior jefe del Estado, por el simple hecho de que esa distinguida dama presida una fundación interesada en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer. De merecer Sofía de Grecia un premio de esa envergadura, ese sería el Premio Nobel de Medicina, puesto que de enfermedades se trata. Seamos serios. El hecho de presidir eventos, la fiesta de la banderita o fundaciones del tipo que sea, no justifica que aquella persona que los preside deba ser merecedora de premio alguno. Verbigracia: el hecho de que yo pudiese presidir, que no creo, los juegos florales de Solanillos del Extremo, en la provincia de Guadalajara, no significaría que fuese merecedor del Premio Nobel de Economía, al evitar que los sonetos presentados a concurso llevasen la rémora del estrambote. Si alguien merecería una recompensa en España, aunque sólo fuese consistente en un profundo agradecimiento por parte del Gobierno, es ese ciudadano anónimo que cuida de un familiar día y noche aquejado de esa grave enfermedad cerebral. Y que lleva a cabo su personal viacrucis con resignación y sin esperar recibir algún tipo de ayuda por parte del Estado. Aquí, entre tanta polvareda desapareció don Beltrán, o sea, con titulares rimbombantes donde se informa de que Sofía de Grecia ha sido propuesta por un organismo extranjero para el Premio Nobel de la Paz ya parece que se “lavan” las conciencias de los responsables de un Gobierno, desde hace más de 200 días en funciones, que ha practicado a lo largo de una legislatura con mayoría absoluta todo tipo de recortes en Sanidad, Educación y Servicios Sociales.  A  Mariano Rajoy, desde mi modesto blog que no lee casi nadie, le propongo para el Premio Nobel de Física y de Química, respectivamente, que se conceden en Suecia. El de Física, por haber descubierto los beneficios que le ha reportado la inmovilidad del dontancredismo; y el de Química, por haber convertido el Estatuto de los Trabajadores en una auténtica mierda pinchada en un palo. Dejó escrito Azorín en 1924 que “el genio de España no podrá ser comprendido sin la consideración de este ir y venir de los rebaños por montañas y llanuras… Los ganados trashumantes son centenares y centenares. Cruzan y recruzan toda España. Levantan en las llanuras polvaredas que se diría movidas por un ejército”. Es la polvareda que levantan las noticias de una prensa domesticada que no lee casi nadie y cuyas hojas sólo sirven para envolver bocadillos en las cantinas de las estaciones de ferrocarril.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Comprar la prensa, ¿para qué?





Leer la prensa local por la mañana es como asistir a una función del teatro del absurdo, término que acuñó Martin Esslin, donde la trama no va a ninguna parte. Así, hoy, día de san Mateo y último de verano, el diario Heraldo de Aragón señala noticias como estas: “Los colegios con jornada continua se quedan sin conserje por las tardes”; el exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, ha declarado al referirse al filme El hombre de las mil caras que “no voy a ir a ver la película sobre Paesa ni pienso hacerle publicidad”; “ingresa en prisión un vecino de Zaragoza sobre el que pesaba orden de detención”; etcétera. Ya se sabe que lo que no se puede hacer, es imposible y que con lo evidente no se despejan dudas ni se teme cometer una equivocación. Es evidente, por lo tanto, que si los colegios practican jornada continuada, los bedeles (ahora les dicen conserjes) por las tardes pueden dedicar su tiempo libre a hacer crucigramas o a confeccionar tulipas, que Roldán no quiera a aparecer en los cines como si fuese la mujer barbuda en un espectáculo circense, y que ingrese en prisión tras ser detenido alguien que está en busca y captura. En resumen, es noticia que el dueño muerda a su perro y no a la inversa. En El Periódico de Aragón, el otro diario que se publica en Zaragoza, he podido leer: “El PP exige a Santisteve cambiar las banderas oficiales antes del Pilar”. Escrito así, uno entiende con estupor que hay que sustituir antes de las fiestas patronales las bandera de España,  de Zaragoza y de la Unión Europea existentes en el balcón del Ayuntamiento por otras distintas que el lector desconoce. Pero viendo in situ las banderas que luce el Consistorio se sale de dudas. Se comprende que hay que cambiarlas por otras iguales, pero nuevas, por estar las actuales hechas jirones. Y así todo.

Hasta la fecha, ni flores




Felipe VI ha destacado en la Asamblea General de la ONU, con motivo de la Cumbre de Líderes sobre Refugiados convocada por Obama “el gran esfuerzo de España en materia de refugiados que seguirá demostrando generosidad”. Personalmente siempre he tenido en cuenta que al jefe del Estado le hacen los discursos y que éste se limita a leerlos en un atril sin mover una ceja. Pero en este caso yo no estaría muy seguro de que las palabras del Jefe del Estado sean ciertas. En rigor, como bien señala Público, “España no ha acogido ni al 3 % de los refugiados que pactó con la Unión Europea”. O dicho de otro modo: de las 17.387 personas que se comprometió a rescatar de los campos en dos años el Gobierno que preside Rajoy sólo ha sido capaz de traer a 516. Los últimos, los 16 refugiados huidos de Siria y llegados desde Grecia al Aeropuerto de Barajas el pasado lunes, según datos del Ministerio del Interior. Otra cosa es la Declaración de Nueva York, un documento donde los 193 países miembros, entre los que se encuentra España, “se comprometen a respetar los derechos humanos de todos los refugiados y emigrantes, sin importar su estatus”. Al final me temo que todos esos compromisos, en apariencia muy serios, no serán respetados, Una cosa es la firma de un documento de compromiso y otra dar trigo. Y España, tal vez acostumbrada al incumplimiento de las normas, no dará ni un celemín. El Gobierno en funciones que nos ha caído en suerte, mejor dicho, en desgracia, prefiere dar dinero a mansalva a pintores para que hagan cuadros de la realeza que a dedicar dotaciones a servicios sociales. Como muestra, sirva el botón del último cuadro de Felipe VI contratado con pintor Hernán Cortés Moreno por el Consejo de Estado para sus dependencias por un importe de 68.200 euros. Pero es que, con anterioridad, ese pintor con nombre de descubridor de México, que parece que se hubiese quedado con el tesoro del Vita sin necesidad de llegar a Veracruz, y también sin haber conocido a Moctezuma ni tener que arrancarle su penacho, ya había hecho otros retratos del actual jefe del Estado por encargo del Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, así como los que lucen en La Moncloa Felipe González y José Maria Aznar, además del de Letizia Ortiz siendo princesa de Asturias consorte, etcétera. España, como ha dicho Felipe VI en Nueva York, hace grandes esfuerzos en materia de refugiados. Obras son amores y no buenas razones. En mi condición de republicano, yo también confío en que alguna vez, como dijo Faruk, sólo queden en el mundo cinco reyes: los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra. Los esfuerzos que está haciendo el Gobierno en funciones por traer refugiados a España me recuerda aquella locomotora sin fuerza que produjo la anécdota de un torero en 1908. Ya la he contado alguna vez. Resulta que viajaba  Rafael Gómez Ortega, desde Sevilla a Madrid en aquellos trenes de carbón y carbonillas saliendo por su chimenea. En Despeñaperros, la locomotora perdió fuelle. Al llegar a la Estación de Atocha,  la máquina avisó con  un fuerte silbido su presencia, a la vez que exhalaba una potente nube de humo, Gómez, habiéndose bajado de su vagón y ya en el andén, miró a la máquina y le espetó: “¡esos cojones en Despeñaperros!”. Pues eso, ese esfuerzo español en materia de refugiados que se note. Hasta la fecha, ni flores.

martes, 20 de septiembre de 2016

Bucle de despropósitos





Lo de Luis María Anson es de libro. Hoy, en su artículo “Barberá y Rajoy”, publicado en El Mundo, señala que el juez Castro “prolongó hasta la náusea su tempestuosa persecución personal contra Doña Cristina. Soñaba con convertirse en estrella social a lo Garzón”. Para líneas más abajo aclarar que “no se puede poner en duda ni la preparación jurídica ni la independencia de los jueces Castro e Yllanes a pesar de su ideología”. Ansón dice una cosa y la contraria. ¿En qué quedamos? ¿Pero cómo se puede escribir semejante estupidez? Si en el lo que respecta al juez Castro no se puede poner en duda su preparación jurídica ni su independencia, ¿cómo pudo perseguir hasta la náusea a la hija del anterior jefe del Estado? Si Cristina de Borbón está siendo juzgada, no es precisamente por rezar el rosario en familia. ¡Ya está bien de pretender justificar lo injustificable! Y su marido, Iñaki Urdangarín, tampoco es precisamente el santo pariente de Valentín de Berrio-Ochoa. Y, ahora, Anson, para rizar el bucle de los despropósitos sale en defensa de Rita Barberá y comprende queprefiera que la juzgue el Tribunal Supremo antes de enfrentarse a la eventualidad de caer en la zarpa de algún juez que gire en la órbita de Iglesias”. La para Anson “excepcional alcaldesa de Valencia” va a ser posiblemente “empapelada” por presuntas diversas malversaciones acontecidas durante sus veinte años de presidencia del Ayuntamiento de  la tercera ciudad de España, y no sólo por el blanqueo de 1.000 euros como nos hace creer la derechona más rancia. Si eso fuese así, desde luego que no podría ser equiparable, como Anson señala que ha escrito en ese mismo diario Pedro G. Cuantango, “con la red clientelar urdida por el PSOE en Andalucía que supuso un desfalco de 741 millones para las arcas públicas”.  Pero, como dijo Ortega cuando pidió a los republicanos que no falseasen la República: “¡no es esto, no es esto!”.La Democracia es una cosa, los sinvergüenzas que se aprovechan de ella en beneficio propio, otra. Pese a lo que escriba Anson, que está en su derecho de escribir lo que le venga en gana, todo apunta a que Rita Barberá será juzgada en el Tribunal Supremo dada su condición de aforada. Y ahí saldremos de dudas.  Si no, al tiempo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Algo sobre la casa madrileña donde murió "La Dolores"





Los próximos días, Calatayud “revivirá los acontecimientos más importantes que tuvieron lugar durante el siglo XIX; entre ellos, un performance de “La Dolores, un viaje en el tiempo”. Parece ser, y de eso sabe mucho Antonio Sánchez Portero, que entre1840 y 1850 vivía en Calatayud una muchacha, Dolores Peinador Narvión,  nacida el 13 de mayo de 1819 y a la que su madre, al morir, le dejó una importante herencia que su padre, casado en segundas nupcias, se resistía a entregarle. Dolores se casó a los 20 años en Zaragoza con Esteban Tovar, un teniente granadino que había dejado el Ejército dispuesto a vivir de la herencia de su mujer y que dilapidó pronto sus bienes hasta dejar  a Dolores en la miseria. Ello dio lugar a la famosa copla. En 1850, Dolores y su marido se trasladaron a vivir a Madrid, a la calle de la Ballesta. De allí pasarían a vivir a la calle Cruz Verde y, posteriormente, a la calle Jardines, donde viviría ya siendo viuda con su hijo Esteban. Se sabe que falleció en agosto de 1894 en el palacio barroco que los condes de Altamira poseían en el número 8 de la calle de la Flor Alta, junto a la Gran Vía, en la actualidad sede del Instituto Europeo de Diseño, comprado a Caja Madrid en marzo de 2003 por 4’2 millones de euros ante la indiferencia del Ayuntamiento, que renunció a su puja, y que entonces presidía Álvarez del Manzano. A ese magno aposento, obra de Ventura Rodríguez, quería hacer referencia. Se trata de una edificación que ocupaba toda una manzana, llegando hasta la calle de San Bernardo (o Calle Ancha de San Bernardo como se la llamaba entonces para distinguirla de la calle Angosta de San Bernardo -actual de la Aduana-), que era el eje en torno al cual se agrupaban las residencias aristocráticas de aquella época, hasta que en el siglo XX fuera sustituido por la Castellana. Además de a las mencionadas San Bernardo y Flor Alta tenía fachada a las calles de Libreros y Marqués de Leganés. Su propietario fue Vicente Osorio de Moscoso y Ponce de Léon, Grande de España, duque de Sessa y de Montemar, marqués de Astorga, de Leganés, de Ayamonte y de San Román, conde de Cabra y de Altamira  y vizconde de Iznájar, quien tenía en él una gran colección de pinturas. Según descripción de la periodista Lourdes Morales Farfán, “durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), las tropas francesas usaron el palacio como cuartel. Cuando acabó la contienda, se realizó un inventario y una descripción de todo lo sustraído por los franceses en el palacio y el archivo del Conde de Altamira: joyas, documentos, pinturas, muebles, ropas, etc. Del saqueo, no pudo recuperarse nada, mientras que algunas obras de arte han sido vistas en algunos museos europeos. A finales de los años 40 del pasado siglo XX, el palacio fue sede de la Escuela de Peritos Industriales de Madrid hasta que, alrededor de 1958, se trasladó a la Ronda de Valencia. En ese momento, el edificio pasó a acoger la Escuela de Maestría Industrial de Delineantes y de la Construcción. El 10 de junio de 1977 fue declarado Monumento Histórico-Artístico y en la actualidad, acoge una de las sedes en Madrid del ya nombrado Instituto Europeo de Diseño, para cuya instalación en él tuvo que emprenderse una profunda reforma del palacio, obras que se llevaron a cabo de la mano del arquitecto Gabriel Allende y que permitieron la reapertura de este palacio en 2006”.

¡No le toques ya más, que así es la rosa!




Estos días se está buscando de nuevo lo que queda de  Federico García Lorca, del maestro de escuela Dióscoro Galindo y de los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas en el Barranco de Viznar. Es el tercer intento que se hace en Alfacar. Todavía no aparecen los esperados restos. Esto ya se está convirtiendo en algo parecido a la búsqueda de un galeón hundido. O aunque esté mal decirlo, al tesoro de la Noche Triste, es decir, a aquella noche de finales de 1520, cuando los aztecas de la ciudad de Tenochtitlan, hartos de Hernán Cortés y de los conquistadores españoles, decidieron esconder sus tesoros en la parte seca de los alrededores de la ciudad, y que todavía no ha sido encontrado; o el cargamento perdido de la embarcación Nuestra Señora de Atocha que naufragó el 6 de septiembre de 1622 en los Cayos de la Florida. Los restos de García Lorca, del maestro y de los banderilleros asesinados aquel malhadado 17 de agosto de 1936 de ninguna de las maneras son un pecio (res nullius) ni forman parte de los restos de un barco hundido que interese localizar. La propiedad de un buque prescribe cuando desaparecen sus legítimos propietarios, o cuando se ejerce el derecho de abandono. Los crímenes de guerra, en cambio, no deberían prescribir jamás. El poeta García Lorca sigue vivo entre nosotros gracias a lo que sabemos de su biografía y de su obra escrita. Asombrosamente, sus familiares son los primeros que no desean que se busquen sus restos. Desconozco la razón. De aparecer los cadáveres de esos cuatro fusilados (en el barranco de Viznar fueron pasados por las armas más de dos mil personas) no sería difícil reconocer los restos de Federico, independientemente de los datos que pudiesen aportar su análisis de ADN. Su cráneo estaba algo desproporcionado con su cuerpo, y en el momento de su asesinato llevaba puesto un cinturón con una hebilla muy grande que él había traído de Argentina, donde había llegado en el barco Conte Grande el 13 de octubre de 1933 acompañado del escenógrafo Manuel Fontanals, como reflejó el diario La Nación. En el puerto le esperaban, además de muchos periodistas, Gregorio Martínez Sierra, Lola Membrives y su marido, empresario teatral, sus tíos Francisco y María, así como la que había sido su niñera, desconozco su nombre, que residía en Buenos Aires desde hacía tres años. En Clarín escribió Pablo Suero el 17 de julio de 2009: “Al desembarcar un grupo de gente humilde lo abraza. Son paisanos suyos. Entre ellos hay una mujer que llora: “¡Federico! ¡Federico!”. Esa mujer fue la niñera de Federico allá en Granada. “Lo ha visto nacer y hace unos años que está aquí”, nos explica Fontanals. Y es este beso humilde el que acoge al poeta en el puerto de Buenos Aires”.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Adelaida en el recuerdo





El próximo día 22 de septiembre hará dos años que murió en Dos Hermanas (Sevilla) Adelaida García Morales, autora de la novela corta El Sur, y guionista de la película dirigida por el que fuese su marido Víctor Erice. La película se rodó en Ezcaray (La Rioja), en Madrid, en Vitoria y en Logroño. Así, los exteriores del Gran Hotel corresponden al de Logroño y el Hospital Provincial, donde trabaja de médico Agustín, corresponde al edificio de la Beneficencia, también de Logroño. El falso Cine Arcadia que aparece en la película es en realidad del Cinema Vesa, de Vitoria, hoy convertido en galería comercial. La casa “La gaviota” situada en las afueras de una ciudad se corresponden con un chalé de Valgañón (cerca de Santo Domingo de la Calzada). En realidad, el chalé se llama Villa Carmen. La carretera próxima tiene a los lados hileras con castaños de indias. Por esa carretera pasó en 2012 la Vuelta Ciclista a España. También existen escenas tomadas en Estella (Navarra); Zamora, a la que corresponde un plano general de la ciudad al atardecer; y El Escorial, en cuyo Hotel Felipe II tuvo lugar el pasodoble de la comunión de la niña. Y es el Madrid, en el Café Barbieri, en el barrio de Lavapiés (esquina de la calle del Ave María con la travesía de la Primavera) donde Agustín escribe a su recordada Irene Ríos. El Café Barbieri se fundó en 1902 y sigue conservando la musa Erato, los divanes y las mesas de mármol. En ese café se suministraban comidas a domicilio y en muchas ocasiones no se devolvían los cubiertos, que más tarde aparecían a la venta en algún puesto de El Rastro. M.R.Giménez, comentaba en su blog “Antiguos cafés de Madrid y otras cosas de la Villa” lo siguiente: “En mayo del año 1911, y bajo el epígrafe de “Las hazañas de un cojo” varios periódicos relataron la historia de un hombre que renqueaba lastimosamente y alquiló un coche en la plaza de Antón Martín. Durante una hora anduvo dando vueltas por Madrid sin destino aparente, hasta que mandó parar al cochero frente al número 10 de la calle de la Esperanza lugar donde vivía un pariente suyo, al parecer. El hombre subió a la casa, saludó a su pariente y envió a la criada al café de Barbieri a por dos cafés y ocho huevos fritos con tomate. Tras ingerir la pitanza ordenó a su familiar que abonase la cuenta, ya que él no disponía de dinero. Al negarse éste, el hombre insultó y agredió al dueño de la casa saltando por el balcón abierto, con mucha agilidad, ante el pasmo de la familia. En la cercana calle del Ave María fue detenido y conducido a la comisaría del Centro, acusado de estafa por valor de 65 pesetas. Ni el cochero ni el café de Barbieri consiguieron cobrar el importe de sus cuentas pendientes”. Estos días, Elvira Navarro (Huelva, 1978) saca a la luz su libro “Los últimos días de Adelaida García Morales” donde demuestra que “España está orgullosa de su ignorancia”, tal y como ha declarado al diario El Español. Seguro que tendrá un éxito de ventas.

Nada menos que Verdi




Volvemos a medir la densidad del plebeyismo. Cuenta el diario ABC que el Teatro Real “se rindió” ante la consorte del Rey en su cuadragésimo cuarto cumpleaños. Y allí se encontraban tres ministros en funciones, David Bisbal, la viuda de Kardam de Bulgaria, Ana Botella y uno de sus hijos, gente del mundo de las finanzas, el director de la RAE y un rabo de tipos de diversa ralea. Todos de gorra, como debe de ser en un país donde sólo se “retrata” en taquilla el tonto del paseo, ese ciudadano anónimo que recibe todas las bofetadas y que no quiso perderse “ir por atún y ver al duque”, y que tuvo que hacerse cargo del marrón, del marrón chocolate, es decir, sufrir colas inacabables y añadir al abultado precio de la entrada el 21 por ciento de IVA. Sarna con gusto no pica. Dudo que a la consorte del rey le gustase el suicidio de Otelo y el asesinato de Desdémona al final de una ópera de Verdi donde el eje central son los celos. A mi entender, la presencia real en el Teatro sólo fue un test para calibrar el grado de aceptación que tienen los ciudadanos con respecto a la Monarquía en tiempos de tribulación. A Letizia Ortiz lo que le gusta es ir de copas por Malasaña, por La Bicicleta Café de la Plaza de San Ildefonso, o El Rincón (léase Diez Minutos, núm 3327). Y le alabo el gusto. Vale más un gin-tonic en Malasaña a que te interpreten “cumpleaños feliz” en el intermedio de una ópera, sobre la que doy por supuesto que en el entorno de la Familia Real sólo le gusta a Sofía de Grecia, una reina consorte que siempre supo estar en su sitio.