lunes, 28 de noviembre de 2016

Un cielo dificilmente azul





Leo en Heraldo de Aragón que  “el grupo parlamentario de Podemos en el Congreso ha presentado una proposición no de ley que, de aprobarse, obligará al cambio de las matrículas de estos vehículos por otras de color azul. El objetivo es incorporar un elemento diferenciador para evitar la piratería en este sector, uno de sus principales frentes de batalla”. Me parece importante luchar contra el intrusismo profesional, pero en otros campos parece labor ardua y harto dificultosa. Hace años, por ejemplo, recuerdo que los sacerdotes llevaban una ridícula tonsura en el colodrillo del tamaño de un sentado, o sea, del diámetro de un duro de plata de Amadeo I. Pero la tonsura desapareció en 1972, cuando Pablo VI la abolió con su carta apostólica Ministeria quoedam en perjuicio de los salones de peluquería, a los que redujo sus ingresos en las ciudades con sedes episcopales, verbigracia: Tarazona. En todas las barberías de mi infancia y juventud recuerdo que en su tarifa de precios figuraba el importe por hacer la tonsura sin necesidad del uso de la bigotera. En este sentido, recomiendo la lectura de Guía del peluquero (revista mensual) ilustrada por Domingo Gascón; donde, por cierto, en su número 105 (Madrid, julio de 1880) aparecía un anuncio de La Orcescine, en el número 58 de la calle del Coso, en Zaragoza, donde se promocionaba una tintura vegetal para los cabellos y la barba a base de agua de nueces; caja, 20 reales. Anuncio que figuraba junto al Agua capilar del doctor R. Brim y el nuevo polvo de arroz sin bismuto Fleur de Jouvence, preparado por MM. L. Hugot y  Eyraud, Boulevard Malesherbes, 40, París. Pues bueno, a lo que iba. Los taxistas podrán llevar, si acaso sale la propuesta de ley adelante, matrículas azules. Pero ello no impedirá el uso del teléfono para la contratación de los BlablaCar  por muy  piratas que sean, y que se trata de una plataforma digital que pone en contacto a personas para compartir los gastos de un viaje. De hecho, no necesitan de ninguna licencia para operar -según manifestó su director general Jaime Rodríguez de Santiago-Concha a El Mundo el pasado 20 de octubre- porque la ley en todos los países de la Unión Europea los ampara para prestar servicios y a su libertad de establecimiento. Algún día de estos habría que hablar sobre el ridículo precio inicial de las licencias de taxi concedidas por los ayuntamientos y su posterior traspaso a precios de piso de lujo en la madrileña calle de Serrano. Ya puestos…

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