viernes, 23 de diciembre de 2016

Cigalas y pajaritos de la huerta




Siempre que puedo me acerco hasta Casa Pascualillo, en el número 9 de la zaragozana calle Libertad, en El Tubo, para acompañar un vasito de rioja con unas “cigalas de la huerta”, que no es cosa distinta a unos ajetes tiernos de Ricla a la plancha. Guillermo Vela,  propietario y excelente persona, presume de un dibujo que le hizo Juan Luis Buñuel, hijo del cineasta, el día que entró en su local acompañado de Ian Gibson, donde aparece un esqueleto sirviéndose un dry Martíni y su particular receta: una gota de angostura, media cucharada de Noilly Prat, una y media de ginebra, mucho hielo y dos cebolletas. Pues bien, aprovechando que el Cidacos pasa por Arnedillo, cuyas aguas según Pascual Madoz tenían la virtud de quitar esquirlas de bala, sacaré a relucir los “pajaritos de la huerta”, sencillos de preparar. Para ello se requieren los siguientes ingredientes: cebolleta tierna, sal de agua marina, azúcar, levadura y salsa romesco. Para su elaboración, a la cebolleta hay que dejarle un poco de cola. Se parte  en cuatro trozos iguales y se deja a remojo dos horas para que se abran las capas. Mientras, prepararemos una masa de tempura (cuidado, no es tan fácil, se necesitan doce consejos para hacerla casi perfecta), pero para salir airosos del trance pondremos 300 gramos de harina, doble de agua, una cucharada de sal, una cucharada de azúcar y otra de levadura en polvo. Después de rebozar las láminas de cebolleta en la tempura, se freirán con aceite muy caliente, a ser posible de girasol (180 grados). Una vez doradas, se colocan en un plato (los cocineros cursis dicen “se emplatan”, como si hubiese que niquelarlas) y se les añade la salsa romesco. Para saber si el aceite está en su punto, se echa una gota de masa en la sartén: si cae al fondo, está demasiado frío, si no llega y sube hacia la superficie, ya podemos freír. Si el aceite se oscurece, podemos poner a freír, con el fuego más suave y una rodaja de patata hasta que se dore. No se asusten con la tempura. Sirve lo más sencillo: la mezcla de harina con agua muy fría, sin remover demasiado y manteniendo la temperatura baja, para obtener una aceptable fritura. Como dijo Charles Dudley Warner, la sencillez consiste en hacer el viaje por la vida sólo con el equipaje necesario.

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