jueves, 1 de diciembre de 2016

El colmo de los despropósitos




El colmo de los despropósitos lo acabo de leer hoy en El Periódico de Aragón. Cito textualmente: “Una obra faraónica para Otero de Sanabria, una pedanía zamorana de apenas 26 habitantes. Una aldea sin supermercado, ni farmacia, ni centro de asistencia primaria, pero que tendrá su ubicación en el mapa de la alta velocidad de España con la futura construcción de una estación de la línea que conectará Zamora con Ourense”. Esos lugares, cercanos al paraje triste de Ribadelago (recuerden la rotura de la presa de Vega de Tera el 9 de enero de 1959), inspiraron a Unamuno su novela San Manuel Bueno, mártir. A mi entender, habría que pedir una explicación a la que hasta hace poco fuese Ministra de Fomento, Ana Pastor, de Cubillos de nación, en la Tierra del Pan, para poder entender la decisión de que  pare un tren de Alta Velocidad en una aldea con muy pocos habitantes y casi todos ancianos. Otero de Sanabria, perteneciente al municipio de Palacios de Sanabria, no dice mucho al visitante salvo que a pocos kilómetros se encuentra el Parque Natural del  Lago de Sanabria, el Espacio Natural de la Sierra de la Culebra y los embalses de Cernadilla y de Valparaíso. Recuerdo al lector el fiasco del Aeropuerto de Huesca, la oveja negra de AENA, inaugurado en 2006 con una inversión de 40 millones de euros y ocho viajeros al mes; o el de Albacete, o el de Castellón… Pero, claro, lo de Otero de Sanabria viene a ser como si el AVE Madrid-Barcelona tuviese parada obligatoria en las cercanías de Castejón de las Armas, por la proximidad de ese pueblo zaragozano con el Monasterio de Piedra, o por hallarse en el Camino del Cid, o porque en su castillo (del que sólo quedan ruinas) pasó una noche el rey Fernando II y fue armado ante la imagen de la Virgen del Cerro. Por estos pagos ya estamos acostumbrados a que las estaciones de los trenes de Alta Velocidad tengan paradas inexplicables en cerros y páramos. Verbigracia: la estación de Tarragona, que está situada en medio de la nada o, mejor dicho, casi en el mismo emplazamiento de la antigua estación de RENFE de La Secuita-Perafort, de la línea Reus-Roda de Bará, clausurada en los años 90; o la de Guadalajara, que se hizo, ¡oh, casualidad! en unos terrenos que eran propiedad del conde de Bornos, o de El Arverjal, S.L,  que igual me da decir leche que caldo de teta, y que se enriqueció con la recalificación y venta de sus terrenos para urbanizar la Ciudad Valdeluz, donde se creó el apeadero de Guadalajara-Yebes, a ocho kilómetros de distancia de la capital, que sólo recibe 70 viajeros al día. Esa sociedad limitada, para el que no lo sepa, era de Teresa Micaela Valdés Ozores e hijos, tía y primos del conde de Bornos, marido de Esperanza Aguirre.

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