lunes, 26 de diciembre de 2016

El "recao" de Bardají





En la Guía del buen comer español de Dionisio Pérez (Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1929) al hacer referencia a la comida aragonesa hace especial hincapié en Teodoro Bardají y su recao de Binéfar. Así, en la página 175 de la Guía expone:

“Hubiérale bastado a Alejandro Dumas probar el más humilde y sencillo de los guisos aragoneses, el llamado ‘recao de Binéfar’, cuya receta recogió sabiamente Teodoro Bardají para que hubiera escrito los ditirambos con que elogió otros guisos de menor merecimiento. Este plato, bautizado con el baturro nombre de ’Recao’ es una habilísima condimentación de judías blancas, patatas y arroz; guiso para familias numerosas y para pobres, que fácilmente puede hacerse en otras partes de España y que convendría al interés público difundir y propagar. La receta de Bardají se encuentra en el número de El Gorro Blanco correspondiente a febrero de 1922”.

Repasando diversos cuadernos de gastronomía aragonesa caigo en la cuenta de que en Aragón se llama “recao” a toda provisión que para el surtido de una casa se lleva diariamente del mercado o de las tiendas. “Recao” equivale también a comida completa. De entre las recetas del libro La cocina de ellas, describe Bardají:

“En una olla mediana se ponen a cocer, según buena costumbre, o sea, con agua  y sin sal, 250 gramos de judías blancas. Al primer hervor se retiran y se dejan cinco minutos, tapadas, fuera del fuego; pasados éstos, las judías se habrán precipitado al fondo de la cacerola; entonces se les cambia que tienen con (sic) por otra fría, se acercan de nuevo al fuego y se dejan cocer despacio hasta que estén tiernas, pero añadiéndoles, en cuanto se cambia el agua, una jícara de aceite crudo, una cabeza pequeña de ajos, media cebolla pequeña picada, una hoja de laurel, y un poco de pimienta o pimentón picante, todo ello crudo. Cuando las judías están casi cocidas, se añaden la sal necesaria y dos patatas grandes, cortadas en cuadraditos de tamaño aproximado al de las judías. Se deja que todo continúe cociendo, procurando que el guisote se conserve caldoso, y a los cinco minutos de haber empezado a cocer las patatas se incorporan al conjunto unos cien gramos de arroz. Cuando todo ha cocido perfectamente, se prueba el gusto de sal, y si están bien se sirve, teniendo en cuenta que no debe ser seco, sino caldoso, aunque no en demasía. […] Se le adiciona, cuando se puede, carne, tocino, jamón, algún embutido casero y las consabidas tortetas o patacas. […] Lo más corriente es poner un trozo de alcorzadico (carne de pecho de carnero) y algo de tocino añejo, casi rancio, que da mucho sabor con poca cantidad. El tocino se reemplaza, casi siempre, por un trozo de pella de manteca de cerdo añeja, que los montañeses de Aragón llaman ensundia (enjundia)”.

Teodoro Bardají Mas, que comenzó de confitero en La Mallorquina, de la madrileña  Puerta del Sol y que trabajó en diferentes cocinas de balnearios, como Panticosa, Liérganes y Cestona, terminó de cocinero de los duques del Infantado. En 1928 sirvió una comida para 200 invitados, entre los que se encontraba Alfonso XIII, con motivo de la apertura del Parador Nacional de Gredos. Durante la Guerra Civil, murió su hijo, se refugió en el País Vasco, donde murió su mujer, y dirigió la cocina del Hotel Oriente, de Zaragoza (Ya en 1908 se había hecho cargo de la cocina de ese hotel zaragozano, siendo el responsable de los menús de la Exposición Hispano Francesa). Terminada la guerra volvió a servir a los duques del Infantado. Murió en Madrid en 1958. Dos años antes de su fallecimiento recibió la Medalla de Oro de la Grandeza Española por su labor divulgadora sobre la cocina.

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