lunes, 30 de enero de 2017

Elogio del blue jeans





Ya no se estila el reloj de bolsillo y pronto dejará de utilizarse el reloj en la muñeca. Me he fijado que la gente joven no suele usar reloj y que ve la hora en el móvil. Tampoco la ciudadanía utiliza el chaleco, salvo en ocasiones, donde los viejos roscos se guardaban sujetos a una leontina en uno de sus bolsillos. El pantalón vaquero, en cambio, sigue conservando ese pequeño bolsillo delantero derecho desde que comenzaron a usarse en Génova por los pescadores hace más de 500 años. Los barcos ingleses que hacían escala en este puerto exportaron a todo el mundo ese resistente  tejido azul, que paso a conocerse como blue de Genes (azul de Génova), una denominación que en los países anglófonos derivó al término blue jeans. Lo que hizo Levi Strauss en 1873 fue patentar el patrón de ese tipo de pantalón reforzado con pequeños remaches de cobre en los bolsillos. Era un pantalón muy resistente que se adaptaba a los mineros. Strauss, judío alemán y sastre se había trasladado a San Francisco en 1846 para proveer de tiendas de campaña y ropa a los buscadores durante la “fiebre del oro”. Y aprovecho para confeccionarlos con velas de barcos inutilizadas desde la llegada de las máquinas de vapor. Eran de color café, llevaban tirantes y no disponían de bolsillos traseros. El color  índigo, más sufrido, llegaría más tarde, en 1880, cuando el químico Adolf von Baeyer obtuvo un colorante azul a partir del ácido antranílico. En realidad se trataba de tela blanca y urdimbre azul, como puede comprobarse si se mira la tela por el revés. Al agotarse las lonas de las velas de los barcos los pantalones serían elaborados con fibra de sarga y fueron adquiridos por granjeros y obreros en general. Costaban 1’50 dólares. En la actualidad, los blue jeans se fabrican con tela de algodón con entretejido muy resistente llamado denim o mezclilla (tejido de Nîmes). Fue al sastre que confeccionaba los vaqueros para Strauss, Jacob Davis (también judió) al que se le ocurrió la idea de colocar lo remaches en los bolsillos para hacerlos más resistentes. Pues bien, a lo que iba, aquellos primeros vaqueros tenían en la parte de atrás dos trabillas para sujetar el pantalón sin la ayuda de cinturón. Y es ahí donde se sujetaba la leontina del reloj, que terminaba en el interior de ese pequeño bolsillo delantero derecho que se sigue conservando en las confecciones actuales. Un bolsillo que personalmente utilizo para poner las llaves, un billete de metro o alguna moneda suelta.

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