martes, 28 de febrero de 2017

Noche de desvelos





Una noche de canícula Miguelito Laredo, alias Camagüey, regresaba desde Zaragoza en el ómnibus Arcos. Como era su pernicioso hábito, anduvo para atrás dentro de los vagones hasta dar con el balconcillo de cola. Allí esperó en plena oscuridad a que don Secundino Cojoncio Sánchez, alias Fosglutén, que ejercía de factor de noche de forma provisional, diera la salida al convoy. Cuando estuvo próximo a aquellas señoras oprimidas hasta el agobio en el único banco del andén, Miguelito Laredo, alias Camagüey, se tiró en marcha con indumentaria de malandrín y el regocijo del cuatrero al alcanzar la última frontera. Al cronista le viene ahora a la memoria una disertación del presidente Roosevelt donde también platicaba sobre la última frontera, en clara referencia a la Gran Depresión del 29. Eso de las asociaciones de ideas embotan el ritmo del relato, pero el cronista vive de contar lo que sucede, aunque no cobre por ello. Don Secundino, alias Fosglutén, doblaba turno y hacía funciones de factor de noche al haberse indispuesto el titular comiendo caracoles de cementerio. Y como un resorte salió tras Miguelito Laredo, alias Camagüey, banderín en mano dispuesto a romperle la crisma, con la mala fortuna de terminar hocicando en una señal de enclavamiento. Se le quebró el peroné. Las comadres, entre la modorra de las calores, el estupor y las disonantes carcajadas, pidieron a un zagal que trepaba por las acacias escudriñando nidos de jilgueros que partiese veloz en busca de Atilano Pimentel. Dieron por hecho que lo encontraría sentado en la plaza, o tomando un refresco en el Café Suspiros de España. Al cronista le consta que aquellas chismosas comadres no precisaban disponer de localizador GPS para ubicar a cada vecino en cada instante. Tampoco se había inventado. Pero el arrapiezo hizo oídos sordos a las peticiones de las alcahuetas. Don Secundino Cojoncio Sánchez, alias Fosglutén, había aterrizado como un sapo y se eternizaba demolido en el suelo cerca del balasto de las vías. Berreaba como si se hubiese atrapado la minga con la portezuela de una camioneta. --¡Ay mi pierna!”, “¡ay mi perna!”--. Al escuchar bulla se acercaron hasta el magullado ferroviario la pareja de guardias civiles que hasta entonces estaba apoyada en la lampistería observando el fulgor de un gusano de luz. No les quedaba otra que tantear el modo de poner remedio a tan grotesco espectáculo. Los guardias civiles especularon sobre cómo deberían aplicarle  un torniquete de Petit, pero ninguno de los que ya formaban corrillo supiese de qué se trataba el remiendo. Con la ayuda del farol de maniobras pudieron comprobar ausencia de sangre.  Ante tal evidencia, los guardias civiles desecharon el milagroso remedio torero que les habían enseñado cuando pasaron por la academia de Valdemoro. El guardagujas, que echó a correr en busca de ayuda, ya regresaba desde el pueblo dando comparsa a Atilano Pimentel. Las correveidiles estiraban la cerviz desde el asiento sin alzar los panderos y se aventaban con los pericos de forma compulsiva entre jadeos de calor, una rara excitación y los trenzados rasantes de los murciélagos orejudos en su caza de insectos. Atilano Pimentel, tanteaba a ciegas un suelo preñado de abrojos en la cerrazón de la noche. Localizó unas tablillas de la misma medida de un tabal de sardinas en salazón y encofró con aseo la zanca de don Secundino, alias Fosglutén, alumbrado por la lucerna, que el guardagujas ya había cambiado para tal menester la posición de luz verde sobre la llama de la mecha por la posición del cristal incoloro. Los guardias civiles, una vez que comprobaron la solución del incidente,  bromearon con Miguelito Laredo, alias Camagüey, que portaba aquella noche al cinto un revólver detonador “Jeyper”, marca creada por el empresario de los “Juegos Reunidos” en los tiempos de la puericia del cronista, ignorante entonces, y también ahora, de si se trataría del industrial valenciano Antonio Pérez Sánchez, que además de arruinarse en 1986 engendró el muñeco articulado Jeyperman, o de alguno de sus parientes pobres.

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