lunes, 6 de febrero de 2017

Salir de nuestra cerrazón





Cuenta hoy el diario Heraldo de Aragón que “el 79 por ciento de los aragoneses no entienden la factura de la luz”. Ello quiere decir que el 21 por ciento sí lo entiende. No está nada mal ese porcentaje. Siendo así, me gustaría que alguien de los que lo entiende, me lo explicase sin aturullarse, o sea, de forma clara, como si yo fuese un parvulario o un adoctrinando al que le faltan las neuronas necesarias para poder entender el dogma de la Santísima Trinidad. Hasta ahora sólo sé que el recibo de la luz se compone de dos partes: una variable y otra fija. La variable es la que dice Rajoy que se modificará si llueve; la fija es la que no cambia nunca, aunque se hunda el mundo. Es la que incluye los impuestos y otras gabelas, como sucede en el caso de la gasolina. Aquí como en el Astete: “¿La primera parte del recibo hay que pagarla?”. “Sí, padre”. “¿La segunda parte del recibo hay que pagarla?”. “Sí, padre”. “¿Son dos pagos?”. “No, padre, son dos consideraciones distintas y un solo pago verdadero”. Pues bien, como sucede en la doctrina cristiana, los carentes de entendimiento necesitamos que aumente el número de catequistas de la luz que nos iluminen con su pedagogía. El que no sepa el catecismo, no podrá hacer la primera comunión vestido de marinerito blanco; el que no entienda el recibo de la luz tampoco conocerá el espinoso asunto de la corrupción ni el de las puertas giratorias y se convertirá en un inicuo de tomo y lomo. Y si intentas colocar paneles electro-voltaicos para consumo propio, habrás de pagar el impuesto al Sol, que es como el óbolo de san Pedro, pero confeccionado al estilo del presunto corrupto exministro Soria, el mismo tipo que dictó una moratoria para las nuevas primas a las energías renovables (un sistema de incentivos ideado por el Gobierno de Aznar en 1997); el de los “papeles de Panamá”; el que salió “ileso” del “caso Salmón” al ser archivado por la magistrado del TSJC Margarita Varona; el que fue condenado a pagar las costas judiciales por el “caso del chalet”; el del “caso Eolo” (donde resultó condenado en costas judiciales por imputar con mala fe —según consta en la sentencia judicial— los delitos de calumnias e injurias al ingeniero y empleado del Cabildo, Francisco Cabrera); el que atravesó serias dificultades políticas por los casos de corrupción urbanística que afloraron durante 2006 y 2007 en Canarias, etcétera. El día que ese 79 por ciento de aragoneses inicuos (entre los que yo me encuentro) pueda llegar a  entender sin fisuras el recibo de la luz, cosa que no creo, se abrirá el cielo, sonarán las trompetas de Jericó y aparecerá el carro de Elías y un coro de serafines para anunciarnos a los ya conversos que acabamos de salir de nuestra cerrazón y entramos en el buen camino.

No hay comentarios: