viernes, 17 de marzo de 2017

Ayer, 16 de marzo...





Leo en La comarca de Calatayud la importante transformación de la oficina de Farmacia que ha llevado a cabo el leonés Pedro Taus. Pero, aparte de  esa modernización en la que hasta 1995 fuese la Farmacia Domínguez, me llama poderosamente la atención que todavía se le siga denominando a una plaza bilbilitana con el rótulo de "Primo de Rivera", entiendo que en honor del militar Miguel Primo de Rivera Orbaneja, responsable de un golpe de Estado en 1923 que puso en suspenso la Constitución, disolvió el Parlamento e implantó una Dictadura con la connivencia inexplicable de Alfonso XIII y la aquiescencia de buena parte de la patronal, del clero, del  ejército y de las fuerzas conservadoras que le apoyaron  en su Directorio Militar. Ayer, 16 de marzo, se cumplieron 87 años justos desde su muerte en París causada por una embolia, según certificó el doctor Bandelac, judío sefardita, nacido en Tánger en 1870 y nacionalizado español.  Tenía entonces 60 años y padecía diabetes. La víspera de su muerte, es decir, el sábado 15, asistió por la tarde a una representación de Cyrano de Bergerac, de Rostand. Pero horas antes, al mediodía, había asistido a un almuerzo ofrecido por el embajador español José Quiñones de León y comió con gran apetito. Le acompañaba su hija Pilar. Padre e hija se hospedaban en el Hotel Pont-Royal. Pues bien,  el IES Miguel Primo de Rivera cambió su nombre por el de Leonardo de Chabacier, pese a la “resistencia” de una buena parte de la derecha enraizada en Calatayud y que no deseaba ese cambio de denominación. Un instituto que costó quinientas treinta mil pesetas de 1928 y por el que los bilbilitanos se vieron en la obligación de tener que amortizar un préstamo contraído durante mucho tiempo.  (Blanca Langa Hernández. “Crónica sobre el IES “Miguel Primo de Rivera” y su controvertido cambio de nombre”). Es chocante que a estas alturas del siglo XXI todavía no se haya quitado el nombre del dictador Miguel Primo de Rivera en el callejero de Calatayud. ¿A que esperan los responsables municipales? De la misma manera que me alegró en su día que en el callejero bilbilitano figurasen los nombres insignes de José Galindo Antón y de José Verón Gormaz, pido al Alcalde, José Manuel Aranda Lassa, que se suprima la plaza con el nombre de un militar golpista que impuso un Directorio Militar, que se “permitió el lujo” de enviar al rector de la Universidad de Salamanca, señor Unamuno, al destierro, y que sus efectos de “acción-reacción” no terminaron con el gobierno Berenguer en plena Gran Depresión ni con el exilio en París de Primo de Rivera, sino con el “Pacto de San Sebastián” del 17 de agosto de 1930 para acabar con un monarca que no supo ni quiso estar a la altura de las circunstancias. Los errores siempre se terminan pagando.

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