viernes, 28 de abril de 2017

El pudridero de la España Cañí






Por las trochas monegrinas, por la Sierra de Francia, por Los Ancares, y por todo el contorno perímetral del trasero de la rosa de los vientos de esta España filibustera y amante de Frascuelo y de María, ya estábamos todos los españoles amenazados por aquel Movimiento, que estaba a punto de entrar en el pudridero de la España cañí, esa enorme morgue granítica y llena de limo y de gusarapos donde habitan las manolas, el capelo de Herrera Oria, los cráneos sin ojos de los Borbones, la Enciclopedia de Grado Elemental de Dalmau Carles, la voz quebrada del Gitano Señorón, la chistera de Canalejas, el pericón de Eugenia de Montijo, las gardenias de Machín, el caballo de Espartero y la pistola de Larra. Estábamos tan amenazados como cuentan que lo está hoy el cernícalo primilla, el sisón, la avutarda, la alondra de Dupont y el gato montés. Yo no sé si ahora, casi medio siglo después de tanto desasosiego y tato Fet y de las Jons sería necesario hacer otro Valle de los Caídos que guardase los restos de la esperanza de los que un día creímos en la democracia. Aquí todo el mundo se dedica a robar lo que puede, da igual que puedan ir a la cárcel. El dinero nunca lo piensan devolver. Aquel estraperlo del hambre de entonces se ha transformado hoy en un saca de aquí para llevarlo allí. En el pudridero de esta España cañí estamos casi todos, a los que ya nos clarea la raspa y el corbatín se nos sale del cuello de la camisa. Los viejos se ven obligados a ayudar a hijos, nueras y un rabo de nietos con una pensión de mierda; los jóvenes tiran de maleta camino de la diáspora, no sabemos dónde, y los chiquillos, ay los chiquillos, se esfuerzan aprender en colegios bilingües un ingles de andar por casa, nada comparable al que hablaba aquel inglés que vino a Bilbao por ver la ría y el mar...

No hay comentarios: