lunes, 10 de abril de 2017

Por algo se empieza





Resulta chocante la noticia de que dos norteamericanos, hombre y mujer, hayan sido detenidos a las dos de la madrugada en el tejado de la Catedral de Zamora. Una vez arrestados, ambos declararon que eran dos peregrinos del Camino de Santiago. Pero lo cierto es que están acusados de intentar llevarse dos bolas y un trébol de granito del siglo XVI que formaban parte del pináculo de la sacristía mayor y dos remates de la cestería de la cabecera gótica. Colocarlos en su sitio, según señala el Cabildo, costará alrededor de 300 euros. Lo que ya no entiendo es cómo pensaban llevárse esas pesadas piedras los peregrinos. Deberemos tener cuidado con nuestro patrimonio, no vaya a ser que una mañana nos levantemos de la cama y se hayan llevado El Escorial o la Catedral de Burgos. ¿Por qué será que a nadie se le ocurre llevarse el Valle de los Caídos piedra a piedra? Lo podrían colocar, verbigracia, en el desierto de Arizona o junto a las pirámides de Egipto. Pero el cimborrio de influencia bizantina y sus escamas de piedra de la Catedral de Zamora no quedaría bien, añadiéndole unas patas, como cenador de la familia Donald Trump por mucho poder inmenso que tenga. Además, transportarlo hasta Washington sería labor harto dificultosa. Aunque nunca se sabe. Les recuerdo que en 1907 el Instituto de Estudios Catalanes llevó a cabo una expedición a San Clemente de Tahull por dar a conocer la obra de su iglesia. En 1915, se alertó sobre el interés en comprar pintura mural de los Pirineos catalanes que mostraban coleccionistas estadounidenses, como Hearst o John Davison Rockefeller, y del expolio al que estaban sometidas las obras. De hecho, algunos párrocos ya habían vendido algunas piezas a coleccionistas y museos, o sea.

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