martes, 30 de mayo de 2017

Noche clarísima, de luna fuerte...





Que la silla de Felipe II, desde donde ese rey de la Casa de Austria contemplaba los avances del Monasterio de El Escorial, se corresponde con un santuario prerromano es algo que ya se conocía. Según Epifanio Alcañiz, se trata de una piedra granítica con una plataforma tallada en la que hay tres asientos situada sobre  un importante vórtice energético (24.500 UB [Unidades Bovis]*, en el Octógono Radiante, dentro de la red Curry, de gran importancia telúrica) en la ladera del monte Abantos, término de la finca de La Herrería, en el macizo del Guadarrama. Esto viene a colación con algo al respecto que publica hoy Vicente G. Olaya en El País basándose en un estudio de la arqueóloga y epigrafista Alicia Canto. En concreto se trata de un altar vetón modificado en los últimos siglos, situado a varios kilómetros del Monasterio. Cuenta El País que la leyenda de esa silla real nació en 1925, a raíz de un billete de 100 pesetas de curso legal en circulación de ese año que reproducía en el reverso un cuadro de Luís Álvarez Catalá, pintor fallecido en 1901 y que llegó a ser director del Museo del Prado tras la dimisión de Francisco Pradilla en 1898. “El paisaje de la Herrería --escribe Vicente G. Olaya--, donde se alza el solio granítico del monarca, es una zona de robledales (árbol sagrado céltico), con abundante agua (indispensable en esta cultura), área de setas alucinógenas (usadas para artes adivinatorias), poblado de alimañas y águilas (el abanto, nombre de uno de los montes próximos, es una rapaz) y con una fuerte atracción a los rayos (el símbolo de los dioses) a causa de la ferrita de sus tierras”. En seguida me ha venido a la cabeza Manuel Azaña, al que tanto le gustaba acercarse a La Herrería las noches serenas acompañado de su mujer, Dolores Rivas, según describe en sus Diarios, 1932-1933: “Dos de junio de 1933: por la noche, después de cenar, he ido de paseo al (sic) Escorial. Noche clarísima, de luna fuerte, cielo raso. La fachada del jardín de los frailes, portentosa, con esa luz...”.
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*nota aclaratoria.-
La regla biométrica fue creada por el físico francés Antoine Bovis con la colaboración del ingeniero Simoneton. Fue utilizada como escala de medición el Angstrom (Å), o unidad de medida de la largura de onda. 1Å;La = décima millonésima de milímetro. En la primera dimensión del Biómetro, el nivel físico va de 0 a 10.000 unidades. Mide la intensidad del lugar, la vibración que tiene un efecto sobre el elemento físico del ser humano.




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