jueves, 1 de junio de 2017

Entre libros y "avecrem"





Ayer por la tarde fui de paseo por la zaragozana Plaza de las Catedrales y comprobé que había comenzado la Feria del Libro. También, que había una legión de fotógrafos esperando a que apareciese el alcalde Santisteve y se subiese a un templete improvisado junto a unos concejales y una señora, Ana Alcolea, que poco más tarde leyó una perorata interminable referida a que, cuando era niña, en su casa había poca comida pero muchos libros, etcétera. Ya saben, esos tópicos que bien aliñados suelen mover a la compasión de tipos que no leen jamás, pero que tal vez se animen a comprar un libro de lo que sea, siempre que haga juego con la librería de su sala. Un dato: en Collado-Villalba, adonde suelo ir cada mes, o cada dos meses, por comprobar que la sierra de Guadarrama me saluda cuando abro la ventana y que la tumba de Franco permanece en Cuelgamuros, en el interior de la obra faraónica que hizo Huarte y Banús a mayor gloria de la obsesión enfermiza de un perverso dictador; en Collado-Villalba, digo, todos los viernes hay mercado de libros de segunda mano en los soportales de la calle Real. Hace dos semanas adquirí dos libros de “Austral” a cincuenta céntimos cada uno. Y ayer, como decía, mientras los políticos municipales se dejaban fotografiar, y mientras la señora aquella contaba su infancia perdida en medio de un bosque casero de libros y pastillas de “Avecrem”, pude darme una vuelta por las diversas casetas. En casi todas ellas había escritores, para mí desconocidos, deseosos de que el curioso despistado adquiriese alguno de sus libros de poesía (con menos páginas que el catecismo Astete) y se lo pudiera llevar a casa con dedicatoria incluida. En una de aquellas casetas (la de El Corte Inglés) me chocó un tomo de Susana López Rubio, de más de cuatrocientas páginas. Le eché un rápido vistazo. No dudé en comprarlo, aunque su autora estuviese ausente para poder dedicármelo. Se titulaba “El Encanto”. Por la contraportada (puesto que no he comenzado a leerlo todavía) pude comprobar que la novela estaba argumentada en La Habana y el título hacía referencia aquellos grandes almacenes en los que durante muchos años trabajó mi abuelo paterno. No sé, hasta puede que su lectura sea como entrar en La Bodeguita del Medio sin salir de casa. Ya les contaré.

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