lunes, 24 de julio de 2017

Consumatum est





Ramón Pérez-Maura, en ABC, bajo el epígrafe “Guarden el 155 para mejor ocasión” hacía referencia ayer domingo al asunto catalán. Pérez-Maura comienza su artículo con un texto entrecomillado de un extracto correspondiente a la página 6 de La Vanguardia de fecha 9 de octubre de 1934 describiendo la situación tras la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal Española por Lluis Companys: “Repetidas veces lo dijimos y anunciamos: esto acabará mal. Consumatum est!...”. Los hechos de aquel 6 de octubre sucedían a los del día 4, fecha en la que Alejandro Lerroux formaba nuevo gobierno donde entraban por primera vez ministros de la CEDA, y a los del día 5, fecha en la que la Alianza Obrera de Cataluña declaraba la huelga general para toda España pero sin el apoyo de la CNT catalana. Aquel mismo día, Companys trató de hablar telefónicamente con Niceto Alcalá Zamora sin conseguirlo. Lerroux decretaba el estado de guerra en podo el país. A las ocho y diez minutos de la tarde, Companys desde el balcón de la Generalidad proclamaba la República. Pocas horas más tarde,  Francesc Macià proclamaba la República Catalana, “que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica”.El director de La Vanguardia, Agustí Calvet, se mostraba muy crítico con Companys, como se mostró muy crítico en los días siguientes, también el día 9, como recuerda hoy Pérez-Maura. El general Domingo Batet, jefe de la división orgánica, proclamó el estado de guerra y aplicó la  Ley de Orden Público de 1933. Bombardeó el palacio de la Generalidad obedeciendo órdenes de Madrid. Pero existió una paradoja: premiado con la Laureada de San Fernando por sofocar la rebelión de la Generalidad, moriría fusilado en Burgos en 1937 por el “delito de adhesión a la rebelión militar” y por la falsa acusación de pertenecer a la masonería. Pues bien a las seis de la mañana del día 7, Companys se rendía a Batet. Una compañía de fusileros entraba en la Generalidad y detenían Companys, a su gobierno y a los diputados Josep Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau Ruiz, y al presidente del parlamento Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. También fue detenido Manuel Azaña, que se encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gabinete Jaume Carner, muerto de cáncer de laringe. En el momento de su detención, Azaña se encontraba reunido en el Hotel Colón de Barcelona con 30 dirigentes de Esquerra Republicana. El comandante Enrique Pérez Farrás y los capitanes Escofet y Ricart, fueron condenados a muerte, siendo su pena conmutada por la de prisión perpetua por el presidente de la República. El presidente y el gobierno de la Generalidad fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y fueron condenados por rebelión militar a treinta años de prisión, que deberían cumplir, unos en el penal de Cartagena y otros en el del Puerto de Santa María. El 23 de febrero de 1935 fueron puestos en libertad provisional el alcalde de Barcelona y los concejales detenidos. Al final todos salieron a la calle en febrero de 1936 con el triunfo del Frente Popular. Pérez-Maura señala que “no hará falta decir que si el Gobierno de Mariano Rajoy se atreviera a actuar como lo hizo entonces el de Alejandro Lerroux, sería universalmente condenado”. “Yo creo -sigue escribiendo Pérez-Maura- que todavía somos una amplia mayoría los españoles que defendemos la vigencia de esta Carta Magna. Pero entre quienes la sostienen, abundan los que nos dicen que no hay que aplicar el artículo 155 como vía para resolver el problema que se ha generado desde la autonomía de Cataluña. Y si ese artículo que prevé la recuperación por parte del Gobierno de la nación de todas o de parte de las competencias cedidas a un Gobierno autónomo no se aplica en un caso así, ¿para cuándo lo dejamos?”. Y Pérez Maura termina con una anécdota sobre Alfonso XIII y una casa particular  en la que fue invitado a cenar. Hizo el Rey un gran elogio del vino que se le había servido y respondió el anfitrión: “Pues tengo uno mejor, Majestad” a lo que replicó el Rey “¡Guárdalo para mejor ocasión!”. En resumidas cuentas: si el Gobierno aplica el artículo 155, mal, y si no lo aplica, también mal. Ser o no ser, la eterna duda de Hamlet. Mejor será que Mariano Rajoy, dada su pusilanimidad manifiesta, se aplique la filosofía de Julio Cerón: “El que vale poco y se cree que vale mucho, no vale. Pero el que vale y no sabe lo que vale, tampoco vale”. O que haga, sencillamente, lo que siempre se espera de él: seguir sentado en la mata sin patata a la espera de que venga el tío Paco con la rebaja.

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