sábado, 1 de julio de 2017

El baldaquino de Mundina





Ni en las películas de Berlanga hemos visto cosa igual. Un lujoso mercedes, prestado por un vecino para la ocasión y cubierto por un palio acompañaba al cura Vicente Mundina Balaguer y a la custodia en Rapariegos (Segovia) durante la procesión del Corpus. Al padre Mundina, de 84 años, le habían operado de la cadera y estaba incapacitado para seguir a pie la procesión. Se comprende. Pero reconocerán los lectores que el palio, en este caso utilizado como sombrajo, no procedía por mucho que apretasen las calores. Al padre Mundina se le conoce como el cura de las plantas, ya que tiempo atrás hizo un programa televisivo. Para el próximo año propongo que le lleven en una silla gestatoria aupada por palafreneros. Así, al tiempo que procesiona el padre Mundina, podría ilustrar a los presentes sobre gladiolos, tulipanes, pamplinas, verdolagas y rosas de Jericó. El baldaquino de cuatro palos recuerda la tienda de campaña donde reposaba el Arca de la Alianza durante el éxodo por el desierto. Pero un baldaquino cubriendo la carrocería de un coche alemán resulta sorprendente. El dosel con bambalinas nos recuerda a los que peinamos canas la entrada de Franco en las catedrales para asistir a unos Te Deum laudamus patrióticos. El palio había comenzado a cubrir al dictador en Santa María de las Huelgas, en 1937. Escribía Giuliana di Febo: “Ya en la sala Capitular, sentado en un trono con dosel de damasco rojo, después de haber jurado sobre los Evangelios ante el cardenal Gomá su fidelidad a España y a Falange, asistió al desfile y a la jura de los consejeros. La ceremonia ilustraba la sacralidad del pacto entre Franco y una jerarquía eclesiástica garante de la reciprocidad del vínculo entre las instituciones del régimen. Era la primera etapa de un proceso que culminó en la ceremonia de la ofrenda de la espada de la Victoria en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid en 1939. Franco se sintió aquel día como Dios, alfa y omega de la historia”.

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