lunes, 28 de agosto de 2017

Balborraz





En la empinada calle de Barborraz, en Zamora, no hay cojos. El que se cae, se mata o baja descalabrado hasta el Duero. Sobre todo si es invierno y hay una fina capa de hielo bajo los pies. Allá por el siglo XVIII fue calle de artesanos curtidores, guarnicioneros, zurradores y zapateros, como bien señala Balbino Lozano hoy en El Correo de Zamora. Cuenta Lozano que “en el año 1750 se hicieron unas Ordenanzas nuevas para fijar las condiciones que habían de tener las suelas, cueros de zumaque, vaqueta, cordobán y badana, que se fabricaban en la ciudad de Zamora. La norma establecía que todos estos géneros habían de estar herreteados con el herrete del Concejo, y para la venta se fijaban las calles de Balborraz y Zapatería, en las que residían los zapateros”. (...) “Se prohibía zurrar con tinta de caparrosa ni de zumaque porque se quemaba el cordobán, debiendo hacerlo con hierro y tinta de vinagre. Los zapatos habían de tener dos suelas y tacón, prohibiendo usar en ellos unto de caballo o de otro animal, y emplear más que grasa o aceite. Los gremios habían de nombrar veedores que cuidaran de la ejecución adecuada de los trabajos”. Balborraz, que termina en la calle de la Plata, proviene del árabe  bab al ras, que significa “puerta de la cabeza”. Por alli, aunque parezca trabajoso, han procesionado diversas tallas durante la Semana Santa. A un lado de la calle existe una placa en recuerdo del imaginero de Coreses Ramón Álvarez Prieto, aunque en la placa pone Ramón Álvarez Moretón. No hay error. Nombre y apellidos hacen honor a la misma persona.  Con el tiempo varió el apellido de su madre anteponiendo el de Moretón incluso en las firmas públicas. Y al final de la calle Balborraz que, como decía, baja hasta el río Duero,  hubo una puerta con el mismo nombre en las murallas, demolida en 1555 por amenaza de ruina. También hubo una casa señorial, la de Men Rodríguez de Sanabria, mayordomo de Pedro el Cruel,  así como el  Palacio de las Golondrinas, en el número 54 de la calle. También existen dos casas modernistas de gran interés: la de Mariano López, construida en 1910 en el número 4, y la de Faustina Leirado, en 1912, y que ocupa el número 3 de esa finca. Fue una suerte para Zamora la llegada del arquitecto catalán Francesc Ferriol en 1908 como arquitecto municipal. En la actualidad Zamora cuenta con 19 edificios modernistas de excelente calidad, de los que 14 están firmados por él. Francesc Ferriol también participó en el ennoblecimiento de la Plaza del Mercado. Buen testimonio de ello es la casa de Crisanto Aguiar (1908), donde destacan los tres piñones superiores que alojan medallones con rostros femeninos, y otra construcción ubicada en la esquina de la calle Traviesa. También proyectó las casas de Gregorio Prada (1908) y de Norberto Macho (1915), ambas situadas en la plaza de Sagasta. En la Plaza Mayor proyectó la casa de Juan Gato (1912), que remató con una solución acastillada, igual que hiciera en la casa de Tejedor (1913), situada en la Puerta de la Feria. En la calle Santa Clara, está la casa de Valentín Matilla,  coronada por un magnífico piñón y conservando el único portal modernista privado de Zamora. Tampoco hay que perder de vista la fachada modernista del Casino (1905) obra, en este caso, de Miguel Mathet Coloma.

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