lunes, 14 de agosto de 2017

La tragedia del vapor "Cabo Machichaco"





En verano, nada mejor que leer un libro interesante. Recomiendo “Pachín González”, del costumbrista José María de Pereda. Es su obra póstuma. En ese libro, de forma novelada, se narra la peripecia de un santanderino preparado para emigrar en un intento de salir de pobre y que el 3 de noviembre de 1893 pudo ser espectador del drama causado entre la ciudadanía por la explosión del vapor “Cabo Machichaco”, fondeado en la bahía de Santander. Comienza la novela:
“Salió de su casa el día preciso (el de los Difuntos, por más señas), después de oír las tres misas del párroco de su aldea; día bien triste, ciertamente, para los vivos, si tienen memoria para recordar y corazón para sentir, porque los hay que no sienten ni recuerdan, sobre los cuales pasan esas y otras remembranzas como el viento sobre las rocas”. (...) “Ello fue que la madre y el hijo llegaron a Santander, según lo anotó a pulso el jovenzuelo en su flamante cartera, «en la tardezuca del 2 de noviembre de 1893.
Lo cierto es que el 3 de noviembre de 1893 se produjo en el puerto de Santander la explosión del vapor “Cabo Machichaco”, perteneciente a la Compañía Ybarra y bajo las órdenes del capitán de la Marina Mercante, Facundo Léniz Maza. Prestaba servicio de cabotaje entre Bilbao y Sevilla con varias escalas, entre ellas las del puerto de Santander. En ese sentido, cuenta Alfredo Caballero Sardina: “El 3 de noviembre, el vapor abandonó el fondeadero de la ría de Astillero tras haber cumplido el plazo reglamentario de cuarentena, a causa de la epidemia de cólera que se extendía por su puerto de origen, Bilbao, atracando en el muelle saliente número 1, conocido como la tercera machina, frente a la actual calle de Calderón de la Barca. Entre otras mercancías, el ‘Machichaco’ transportaba algo más de 51 toneladas de dinamita procedente de Galdácano y varios garrafones de ácido sulfúrico en cubierta. De acuerdo con el Reglamento del Puerto de Santander, cualquier buque que transportase dinamita debía efectuar sus operaciones de carga o descarga en el fondeadero de La Magdalena o al final de los muelles de Maliaño. Sin embargo, esta normativa parece ser que era incumplida sistemáticamente con la connivencia de todos los responsables en aplicarla”. Sobre las 13’30 se declaró un incendio a bordo, del que fueron informadas las autoridades. Comenzó en cubierta y se propagó por las bodegas de proa. Lo cierto es que había explosionado una garrafa de ácido sulfúrico por razones desconocidas. Según Alfredo Caballero Sardina, “tripulaciones de algunos barcos anclados en el puerto, prestaron su ayuda en el intento de extinguir el fuego, entre otras, la del vapor correo “Alfonso XIII “que había llegado el día anterior a Santander tras su primer viaje a Cuba. También aportó su valiosa ayuda el trasatlántico español “Catalina” de cuya tripulación formaba parte Pachín González, el personaje que inspiró a Pereda la novela del mismo nombre. El fuego del barco atrajo a multitud de curiosos que, ajenos al contenido mortal de las bodegas, contemplaban despreocupadamente el fuego. Una hora después estallaron las bodegas. Muchos edificios cercanos de la calle Méndez Núñez, se derrumbaron. La onda expansiva se propagó por toda la bahía y cientos de fragmentos de hierro y otros objetos salieron disparados a varios kilómetros de distancia. La explosión produjo además una inmensa ola de agua de millares de toneladas, que arrastró a muchas personas al mar. Todos los que estaban a bordo dejaron su vida en la explosión. El trágico resultado fue de 590 muertos y 525 heridos. Santander tenía en aquel tiempo 50.000 habitantes censados. En esta tragedia fallecieron la mayor parte de las autoridades civiles y militares de la provincia, incluido el gobernador civil, además de bomberos, trabajadores y curiosos que se habían acercado a observar cómo ardía el barco. La magnitud de la explosión fue tal, que un calabrote llegó hasta la localidad de Peñacastillo, a unos ocho kilómetros de distancia, y mató a una persona. Un guardia halló dos piernas sobre el tejado de un almacén de madera a una distancia de dos kilómetros. En la playa de San Martín, a kilómetros de recorrido, apareció el bastón del gobernador civil, Somoza, que junto con otras autoridades se hallaba a bordo en el momento de la explosión. El ancla del vapor fue a parar al patio del colegio La Salle, a pocos metros del Alta, donde muchos años más tarde aún se podía ver como fúnebre monumento...”. Durante los meses siguientes se procedió a extraer la parte que no había explosionado. El 21 de marzo de 1894, sin embargo, días antes de la desaparición de sus últimos restos, el barco volvió a estallar y provocó la muerte de 15 buzos. El Ayuntamiento de Santander realiza un homenaje cada 3 de noviembre a las víctimas de la catástrofe del vapor “Cabo Machichaco”  justo enfrente del monumento, obra del escultor Cipriano Folgueras Doiztúa, situado entre la Estación Marítima y el Hotel Bahía.

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