lunes, 28 de agosto de 2017

Odres y Los Odres





Hace 23 años escribí cuarenta y nueve artículos de opinión en Diario de Teruel, a razón de uno por semana. Todo terminó cuando al entonces director, Carlos Hernández, no le gustó mi trabajo número 50, en el que refería una versión personal, quizás despiadada, sobre los Amantes de Teruel. Ahí quedó la cosa. Preferí dejar de colaborar si no se entendía mi ironía. Y entre aquellos artículos hubo uno, “Artesanos” (jueves, 24/11/94), donde hacía referencia a un excelente trabajo de investigación de María Elisa Sánchez Sanz que había sido publicado en la revista Turia. (números 21-22 y 24-25). Pues bien, de entre todos aquellos oficios perdidos a los que hacía referencia Sánchez, había uno, el de los sombrereros que confeccionaban los famosos sombreros de Tronchón a partir de pieles de conejo; y otro, el de los odreros. Para la confección de odres o pellejos (del lat. uter, utris) era necesario seleccionar la piel de cabra, frotarla con cal, quitarle el pelo, darle la vuelta, coser las aberturas de cabeza, rabo y patas con hilo de cáñamo, insuflarle aire, curtirla con ceniza de pino y encina e impermeabilizarla con pez, salvo los odres que fuesen a contener aceite, aguardiente o mosto. Existe una parábola del vino nuevo en odres viejos (Mateo 9: 14-17). Venía a decir que nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan. Calvino, en cambio, en unos comentarios señaló que los odres viejos y el vestido viejo representaban a todos los discípulos de Jesús, mientras que el vino nuevo y el trozo de tela nuevo representan la práctica de ayunar dos veces a la semana, y fue rotundo al entender que ayunar de esta manera sería pesado para los nuevos discípulos. (Calvin's Commentary XVI. 1981. p. 408.). De la misma manera que los odres se fabricaban las botas. Los Odres, por otro lado, es una pequeña aldea cercana a Moratalla (Murcia) y  ambos municipios forman pedanía de Cañada de la Cruz, incluida en el partido judicial de Caravaca.

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