viernes, 13 de octubre de 2017

A farolazos





Lo bueno de este país es que a los políticos, por el hecho de no tener carisma, se les olvida con mucha facilidad. ¿Quién recuerda a los componentes del primer Gobierno de la Monarquía? Si hiciésemos una encuesta con rigor, los resultados serían sorprendentes. Este, como digo, es un país que ensalza a los dirigentes con la misma facilidad que los manda, por decirlo en el argot digital, a la papelera de reciclaje. Nadie recuerda, tampoco, a aquellos tipos variopintos que estaban presentes en todas las salsas del sindicalismo vertical durante el régimen franquista: José María Roc Antoránz presidiendo el sindicato del Azúcar, Luis Mombiedro de la Torre, de la Madera, etcétera. Hoy por la tarde-noche había un atasco monumental en Zaragoza con motivo de ocupar nuestras calles el Rosario de Cristal. Me vino a la cabeza el famoso farol de los azucareros fabricado en 1956 e ideado por la Hermandad Remolachero Cañero Azucarera Virgen del Pilar. Pero aquella “vitrina con ruedas” terminó financiándola los trabajadores de las azucareras con aportaciones que decían “voluntarias”, pero que fueron deducidas de las nóminas de todos los trabajadores fijos de General Azucarera de España, de Compañía de Industrias Agrícolas y de Ebro, Compañía de Azúcares y Alcoholes, las tres compañías preponderantes. Es en la actualidad el primer farol que procesiona por Zaragoza detrás de los 63 faroles de los misterios de las Letanías Lauretanas que portan los alumnos del colegio de los agustinos. Fue fabricado en los Talleres Quintana. El primer Rosario de Cristal zaragozano tuvo lugar el 12 de octubre de 1889, fecha en la que salieron a las calles unos faroles que representaban los quince padrenuestros y glorias, las 150 avemarías y las letanías. Aquellos faroles fueron diseñados por el arquitecto Ricardo Magdalena y realizados en los Talleres Quintana. El año siguiente el Rosario pasó a celebrarse el día 13 de octubre. De entonces a acá siempre se ha celebrado el Rosario en esa fecha, salvo durante la Guerra Civil. Pero existe un acto religioso con mayor antigüedad. Se trata del Rosario de la Aurora, que se viene celebrando cada 12 de octubre desde 1756. Hasta la fecha, que yo sepa, nunca ha terminado a farolazos, como cuentan que sucedió en Madrid en los primeros años del siglo XIX. Entonces se procesionaba a Nuestra Señora de la Aurora, a la que paseaban desde la basílica de San Francisco el Grande en plena oscuridad y acompañada de faroles. De otra calle salía la Virgen del Henar. En un momento dado, ambas imágenes coincidieron en una estrecha calle que impedía el paso de las dos imágenes a la vez. Los fieles acompañantes de ambas tallas comenzaron a discutir y terminaron llegando a las manos. Ello dio lugar a que la RAE  tuviese en cuenta la expresión “terminar como el rosario de la aurora” y la definiese como: “Desbandarse descompuesta y tumultuariamente los asistentes a una reunión, por falta de acuerdo.” Vamos, para entendernos, como puede que terminen Rajoy y Puigdemont: a farolazos. “Mira, Puigdemont, yo te aplico el 155 y se acabó el carbón”. Puigdemont: “Y yo te bailo una sardana”. Rajoy: “Tú me mandas un burofax para aclararme las cosas y aquí no ha pasado nada”. Puigdemont: “Yo te envío el texto que firmé, para que despejes tus dudas, que no te enteras”..., etcétera. Es como lo del cuento de la buena pipa: "Yo no te digo ni que sí ni que no...". Luego hablan de la tozudez de los maños y del conocido “chufla, chufla, que como no te apartes tú...”.

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