lunes, 2 de octubre de 2017

La afasia política de Rajoy




El tema del primero de octubre, que en tiempos de Franco conmemoraba la exaltación a la Jefatura del Estado de ese sátrapa, ha servido ahora para comprobar, entre otras muchas cosas, el número de energúmenos y fascistas que hay por metro cuadrado en Carpetovetonia. A éstos les sucede como a los cofrades, que cualquier motivo es bueno para procesionar por las calles, darle a la murga con los tambores, quemar cirios y vestirse de no sabemos qué. Los fascistas no son muchos, pero cunden. Y en los balcones, algunos ciudadanos colocaron banderas rojas y amarillas, compradas en los chinos, a modo de colgaduras. Con esos detalles patrióticos, algunos tratan de demostrar a los viandantes que son más parpetovetónicos que nadie. Suele tratarse de los mismos tipos que colocan lucecitas por Navidad, también compradas a los chinos, sin temor al garrampón y al cortocircuito. Este es un país, como decía Manuel Martín Ferrand,  más dado a los fastos que a la eficacia. Y esperen, que la cosa no ha hecho más que empezar. Aquí, en Zaragoza, que es la ciudad donde vivo, todavía faltan las fiestas pilaristas, con una ofrenda de flores interminable que aburre a las ovejas y un rosario de cristal por las calles del centro plagado de faroles con escudos fachas. Ya sólo falta un  cura que al estilo de Patrick Peyton remate  el bucle del fervorín y de la estulticia patriotera implorando lluvia. Jiménez Losantos, con el que casi nunca estoy de acuerdo, señala hoy en El Mundo que “Rajoy usurpó ayer las funciones del Rey convocando para hoy a los demás partidos para ver qué hace o deja de hacer él cuando los golpistas proclamen la independencia”. El tema catalán es político y debe resolverse con diálogo entre las partes en conflicto. Ahora ya es tarde. Pero, a mi entender, ni el Rey debe entrar en política ni el Ejecutivo debe endilgar a jueces, fiscales, Policía y Guardia Civil  una papeleta que corresponde ventilar a Rajoy y que se le ha ido de las manos por su absoluta incapacidad de gestión. El País en un excelente editorial, al referirse a los verdaderos culpables de la crisis en Cataluña (el presidente de la Generalitat y la presidenta del Parlament, naturalmente) entiende  que  “ni sus flagrantes delitos ni sus bravuconadas pueden justificar la pasividad e impericia del presidente Rajoy, su afasia política, su reiterada incomparecencia ante la opinión y su medrosa delegación de responsabilidades en la Administración de justicia, retorciendo para ello hasta el estatuto del Tribunal Constitucional y escudándose en las decisiones de otros al no querer él tomar las que le correspondían”. (...) “Quizás [Rajoy] se vea ahora obligado a hacer lo que evidentemente nunca quiso: contribuir a revisar la Constitución, abrazar los principios federales que subyacen en la España de las autonomías y buscar el consenso político necesario que evite la división entre españoles, dramáticamente puesta de manifiesto en los acontecimientos de ayer y los días precedentes”. Que cada palo aguante su vela.

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