viernes, 27 de octubre de 2017

Sequía





El Gobierno está convencido de la necesidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución contra el intento de secesionismo catalán. Bueno, pues adelante con los faroles. Pero, digo yo, ¿qué artículo constitucional habrá que aplicar para que cese la pertinaz sequía?  Los pantanos casi no disponen de agua, de llover no está y eso de sacar a los santos en procesión sólo resulta positivo cuando baja el barómetro de forma considerable y, también, cuando las avionetas dejan de lanzan a las nubes yoduro de plata, aunque no exista constancia oficial. Lo cierto es que los campos están resecos y agostados y que san Isidro, el santo más procesionado dada su fama de zahorí, pocero y taumatúrgico, no escucha las súplicas de los agricultores y ganaderos desde hace mucho tiempo. El desierto es como una mancha de aceite que avanza por Almería y ya no hay quien lo detenga. Señala el mapa de seguimiento de la sequía de Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente que el cuadrante noroeste de la península se encuentra en estado de emergencia. Pero nada es nuevo. Este país ha estado en situación de sequía el 54% del tiempo desde hace 36 años. Es un componente normal de climas mediterráneos y las sequías no se pueden gestionar como algo excepcional y que no está previsto. La solución sólo pasa por el ahorro de agua. Por lo tanto, para recuperar un cierto reequilibrio, además de frenar totalmente el crecimiento del consumo de agua, resulta necesario reducir progresivamente la superficie regada. No hay que olvidar que el problema no es el agua de boca, cifra insignificante si se compara con el riego de campos de cultivo  (más de 4 millones de hectáreas) que consumen más del 80% de los recursos hídricos. Aprovecho para decir que en Aragón, región en la que resido, nunca sobró agua. Hubo un proyecto de trasvase del Ebro que iba a costar 4.000 millones de euros y que finalmente no se llevó a cabo. Era una locura más del Gobierno que presidió Aznar, como lo fue aquella liberación del suelo, que terminó con la burbuja del ladrillo y el empobrecimiento de los españoles. El PP aprobó el trasvase del Ebro en el año 2001 y en febrero de 2004 Aznar colocó la primera piedra del pretendido trasvase en su extremo sur, en Almería. Pero ese mismo año Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa y el PSOE se apresuró a derogar dicho proyecto, que hasta entonces aparecía incluido en la ley del Plan Hidrológico Nacional. En junio de 2004, cuatro meses después de que el PP hubiera colocado la primera piedra del trasvase del Ebro, el PSOE daba carpetazo al proyecto. A mi entender, fue una acertada decisión.

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