sábado, 28 de octubre de 2017

Viajar con dos billetes





Este es un país donde hay individuos que siempre van de gorra: en el teatro, en el tren... Otros viven a la gorra, es decir, mostrando su talento en la calle y pasando el platillo a los presentes para poder sobrellevar los azares de la existente crisis. Por estos pagos de Carpetovetonia  se sueña con un Gobierno, el que sea, que nos rebaje el recibo de la luz mediante acuerdos con las compañías eléctricas; el del teléfono, con convenios con las compañías operadoras;  la compra de  coches utilitarios o electrodomésticos mediante un oportuno plan  “Renove”, etcétera. Recuerdo que siendo niño, cuando montaba con mis padres en el tren y echábamos el día entero para recorrer apenas doscientos kilómetros, me recalcaban que dijese al revisor, si éste me lo preguntaba, que todavía tenía seis años. A los siete era necesario pagar el importe de medio billete. Y cuando aparecía el revisor por nuestro compartimento, mi padre le enseñaba los billetes y una cartilla con tapas de cartoné, que no era cosa distinta a un documento donde se certificaba que formábamos “familia numerosa”, por el que quedaba justificado un veinte por ciento de descuento. Cuando el revisor me preguntaba la edad, yo le respondía que tenía seis años y que todavía no había hecho la primera comunión. El revisor fruncía el ceño y ahí quedaba la cosa. Otros pasajeros le enseñaban un “kilométrico” por tratarse de empleados de Renfe. En definitiva, el billete completo no lo pagaba casi ningún viajero. Algo parecido a lo que aquí describo exponía en un artículo Julio Camba: “Consideren ustedes que, si un cincuenta por ciento de los viajeros circulan gratis por nuestras líneas ferroviarias, no lo hacen jamás a expensas de las compañías –una compañía de ferrocarriles no es una institución filantrópica--, sino a expensas del otro cincuenta por ciento. Es decir, que al tomar mañana un billete, pongamos por caso, de Madrid a Irún, más que un billete yo vendré, realmente, a tomar dos: uno para mí y el otro para un señor indeterminado cuyos gastos de transporte correrán ese día por mi cuenta. El español no viaja nunca solo, y por eso le cuesta tan caro viajar”.

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