domingo, 28 de enero de 2018

Guardar las formas


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Lola Galán, defensora del lector en el diario  El País, hace referencia a las palabras malsonantes recogidas en textos de columnistas de prensa. Y nos traslada al Libro de Estilo de ese diario, que prohíbe el uso de “expresiones obscenas, vulgares y blasfemas, con la única excepción de citas textuales que procedan de personas relevantes, dichas en público o impresas y que no sean gratuitas”. Galán aprovecha para recordar al lector que “España es el país del tuteo, donde se huye de las formalidades en el trato, y se toleran generosamente las palabrotas en el lenguaje coloquial”.  A mi entender,  todo depende. No es lo mismo escribir un sesudo ensayo sobre un personaje histórico, como lo hacían Gregorio Marañón o Antonio Espina, que enfrascarse en la lectura de una obra literaria de Camilo José Cela. Marañón o Espina procuraron siempre guardar las formas de un modo exquisito. Cela, en cambio, campaba por sus respetos. Tampoco es equivalente en su formalidad escribir un ensayo que ha requerido horas previas de estudio y repaso de bibliografía (verbigracia: “El conde-duque de Olivares”, del primero de ellos, o “Ganivet”, del segundo) que poner en marcha toda una catarata de ingenio cerebral para componer  relatos al estilo de “Toreo de salón” o “Izas, rabizas y colipoterras”.  Es cierto, como bien señala Galán, que España es el país del tuteo. También yo lo empiezo a notar en tiendas y restaurantes. Al tuteo se puede llegar, también a la amistad, en un momento dado. Pero no se debe utilizar el tuteo de arranque de una conversación por personas que desconoces. Con el “usted” se guardan las necesarias distancias. Se puede estar junto pero no revuelto.  La primera norma de educación indica que siempre se debe utilizar el “usted”  hasta que el propio interesado nos indique lo contrario, si es que lo indica. Tampoco debe utilizarse el sistema de que, como mi amigo tutea a tal persona, yo que estoy con él también lo hago. También conviene evitar el irritante compadreo. Cuando vas a una entidad bancaria, por ejemplo, no buscas trato humano, sino que te resuelvan un asunto financiero. Para buscar trato humano te vas a otro sitio.


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