La Oficina de Transparencia de la Conferencia
Episcopal Española acaba de contar la parábola del grano de mostaza (Mateo
13:31-33) al señalar, tal y como hoy se hace eco el diario ABC, que “el impacto económico de la educación católica ascendió a
los 19.735 millones de euros en 2016”;
o dicho de otra manera, que “la inversión total en los centros de estudios de
orientación católica —subvenciones públicas, cuotas educativas y otros recursos
aportados por los estudiantes— fue de 4.866 millones de euros en 2016, pero los
beneficios económicos que esa labor consiguió revertir en la sociedad
ascendieron a los 19.735 millones de euros, cuatro veces más. Esto
significa que por cada euro que se invirtió en educación católica, la sociedad recibió 4,1 euros”. De ser cierto esos datos, ¿para qué
invierte el Estado en la enseñanza pública? Al ministro de Educación, Cultura y
Deporte, Íñigo
Méndez de Vigo habría que invitarle a sentarle
en un pupitre como aquellos que
fabricaba Apellaniz en Vitoria para
leerle la cartilla: “El reino de los cielos es como un
grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es
la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las
hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus
ramas”. Y dicho eso, el ministro, tras reflexionar sobre la flora autóctona y
la fauna serrana en peligro de extinción, verbigracia, el escribano palustre, el
alcaudón chico, el zarapito real, etcétera, hasta puede que obrase en
consecuencia. Hay que poner luz en la enseñanza cristiana para que la sociedad
pueda dimensionar la enorme aportación de la Iglesia Católica a la ciudadanía y
dejar que la erudición circule por los cauces naturales y los verdes prados
para que sus frutos reviertan a la sociedad en forma de maná, o sea, de pan de
Dios. Se acabarían las oposiciones a maestros, a profesores de Secundaria y a
cátedras en las Universidades públicas. Se podrían cubrir las plazas vacantes
con catequistas, con viejas glorias del Opus y de hermandades de Luises y Kostkas ad
mejorem Dei gloriam. Asunto
resuelto. Y para ello, nada mejor que dejar la Cultura y la Educación de este
país en manos de un tal Blázquez. Hay
que volver a "la apologética barata y a la cerrada defensa de intereses
mercantiles”, como señaló José Carlos Mainer al ocuparse de la
actividad cultural del clericalismo de los años 20 del siglo pasado.
martes, 29 de mayo de 2018
lunes, 28 de mayo de 2018
El precio de la libertad
En
un Estado decente, entendiendo por decencia la probidad, la ética y la rectitud
de sus ciudadanos y de sus gobernantes, a nadie con dos dedos de frente se le
ocurre insultar a aquellos que ayudan a mantener el orden, que ejercen una magnífica
labor en los rescates en montaña, que vigilan carreteras y que, como no podría
ser de otra manera, tienen disposición para socorrer al ciudadano en cualquier emergencia
y ante cualquier situación de desamparo. Me refiero a la Guardia Civil. El
exvocalista del conjunto musical La Polla
Record y actual cantante de la banda Gatillazo,
Evaristo Páramos, lanzó improperios
contra la Benemérita Institución hace unos días en un concierto en Jerez de la
Frontera. Algo semejante a lo que hizo en su día el rapero mallorquín Valtonyc,
que le ha costado tres años y medio de cárcel por ofensas a la Corona. No creo
que la prisión, o una abultada multa, sean las mejores soluciones para atajar
los desafueros de unos impresentables. Partamos de la base de que la libertad
de expresión, contemplada en el artículo 20 de la Constitución Española, es un derecho ciudadano y que a nadie se le
debe condenar por quemar en público la foto del jefe del Estado o por ondear en
la calle una bandera de la Segunda República. A todos los efectos, ambas cuestiones,
caso de producirse, resultarían tan surrealistas e inútiles como el hecho de
quemar una foto de Pedro Sánchez en
Alcolea del Pinar o airear un gallardete del Real Betis Balompié en Ciudad Rodrigo. Sin embargo, no recuerdo
ahora dónde leí aunque lo dejé apuntado, “el concepto de persona es un concepto
cultural. Se nace humano y se llega a ser persona siempre que se adquieran con
los años las habilidades y comportamientos propios de la persona: la conciencia
de sí mismo, la racionalidad y el sentido del bien y del mal”. En consecuencia,
no es lo mismo ser persona que individuo, sino persona que sujeto responsable. Las injurias a la Corona
ya están tipificadas en los artículos
490.3 y 491 del Código Penal. Asunto
zanjado. Sin embargo, el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos clarificó en 2007 de forma cristalina que quemar fotos
del Rey “no constituye un delito,
sino una forma de libertad de expresión política”. Hay quien afirma que la libertad
individual acaba donde comienza la libertad del grupo. Pues ni sí ni no, sino todo lo contrario. A la
libertad del individuo no se le deben poner fronteras. Pero todo individuo deberá
tener presente la vieja sentencia de Thomas
Jefferson: “El precio de la libertad es una eterna vigilancia de la misma”.
De no ser así, se produce corrupción.
domingo, 27 de mayo de 2018
Mañana de domingo
Sol
picajoso como de anuncio de tormenta. La Plaza de San Bruno rebosa bulla. En la
placeta interior del Palacio Arzobispal, junto a la entrada al Museo Alma Máter (lo mejor que nos dejó el
arzobispo Manuel Ureña antes de que
fuese cesado por el Vaticano) hay un concierto a beneficio de Aspanoa donde se interpretan diversas
partituras por la Unión Musical Almozara.
Una pena que el público asistente no pida bises, como es habitual en estos
casos. Como no los ha solicitado, me he quedado sin poder escuchar Sierra de Luna, que tanto me gusta. Y en
la plaza hay títeres y mesas donde se ofrecen cachivaches, quincalla y libros
usados. Y más musiquilla con Dixieland
Blues Band, que no debe faltar en eventos de bodas y comuniones que se precien.
Sólo tres músicos. Falta el trompetista porque horas antes se ha caído de la
moto. Y en el Parque del Tío Jorge se
ha decidido suspender la aplazada “cincomarzada”
por estar la hierba encharcada por las tormentas de ayer. Los tenderetes de la
Plaza de San Bruno, digo, me recuerdan aquellos domingos de mi infancia de
pantalón corto en aquel pueblo con carretera, vías y paso a nivel con barreras,
cuando María La Peseta sacaba a la
plaza una mesa de pino llena de golosinas,
mixtos Garibaldi y cromos de El Coyote. Los pirulís eran rojos.
También los martillos de caramelo con un celofán que costaba despegar y que en
vez de palo llevaban una flauta de hojalata. Siento un inmenso gozo con aquellos recuerdos que pareciese que
marcharan como “capitanas” propias de la estepa rusa entre el ventolín y la
polvareda, camino de no se sabe dónde aunque estuvieran siempre regresando.
sábado, 26 de mayo de 2018
¡A la fila, como todo aficionado!
El diario gratuito 20 minutos.es cuenta que “la hija de Elena de Borbón, Victoria Federica Marichalar, asistió a la “Corrida de la Cultura” en la Plaza de las Ventas integrada dentro de la programación de la Feria de San Isidro. No criticaré su presunta afición a las corridas de toros heredada de su madre y de su abuelo, el anterior jefe del Estado. Para gustos, los colores. Lo que sí llama la atención lo que señala ese diario: “Apenas 30 minutos antes de que comenzase la corrida, Victoria Federica obvió la larga cola de gente esperando para entrar en la plaza y se presentó directamente en la entrada junto a dos amigos, lo que desató la ira de muchas personas que se encontraban haciendo cola. Ante esa situación, la hija de la infanta Elena abandonó esa entrada y terminó accediendo a la corrida por otra puerta si hacer fila”. Mal hecho. A mi entender, parece de mal gusto pretender “colarse” en una larga fila de aficionados “por todo el papo” por el hecho injustificable de ser sobrina de Felipe VI. No es de recibo que en pleno siglo XXI existan todavía en España privilegios de la Edad Media. Este país no está para coñas y el número de ciudadanos hartos aumenta cada día que pasa. El hecho de que España esté conformado en su forma de Estado como una Monarquía Parlamentaria no le da derecho a la hija de una infanta a saltarse a la torera, y nunca mejor dicho, una fila de aficionados que esperan impasibles, a la intemperie y con infinita paciencia poder entrar en un recinto acotado. Ni los ciudadanos deben consentirlo en un Estado de Derecho.
jueves, 24 de mayo de 2018
Se funde la máquina
Me
van a permitir que dé nombre a mi escrito de hoy con el título de una canción
de Gato Pérez, esa que dice: “Se
funde la máquina/ de noche y de día/ y el artista cada noche/ se juega la vida”.
Sobre las últimas sentencias del caso
Gürtel conocidas hoy, la Audiencia Nacional entiende que las cónyuges “no
eran simples objetos” en las tramas corruptas, en referencia a Ana Mato, Rosalía Iglesias y Carmen
Rodríguez Quijano. Es –lo leo en El
País-la llamada “Teoría de la
ignorancia deliberada”, cuando la realidad es que ellas habían sido
partícipes a título lucrativo. No eran precisamente las manolas de Federico
García Lorca: “Granada, calle de Elvira, / dónde viven las manolas, / las que
se van a la Alhambra, / las tres y las cuatro solas. / Una vestida de verde, /
otra de malva, y la otra, / un coselete escocés / con cintas hasta la cola”. Pero bueno, a lo que iba, existe una sentencia
del Tribunal Supremo que definía la "Teoría de la ignorancia deliberada" de la
siguiente manera: “Quien se pone en situación de ignorancia deliberada, sin
querer saber aquello que puede y debe saberse, y sin embargo se beneficia de la
situación, está asumiendo y aceptando todas las consecuencias del ilícito
negocio en el que voluntariamente participa”. Y a todos los ciudadanos
habituales lectores de prensa y televidentes con capacidad de análisis de los
diversos informativos (con la excepción de Radio
Televisión Española) nos vienen a la cabeza por asociación de ideas
aquellas declaraciones en sala de vistas de Cristina de Borbón en el caso concreto donde se imputaba a Iñaki Urdangarín en el Caso Nóos. La hija segunda del entonces jefe
del Estado Juan Carlos de Borbón
también dijo en su día desconocer los “trabajos” de su marido arguyendo que “no
hablaban de esos temas”. Finalmente Cristina de Borbón fue absuelta de toda
culpa por los delitos que le imputaba el sindicato Manos Limpias, que ejercía la acusación. La Audiencia Provincial de
Baleares entendió que Cristina de Borbón “no gestionó, no decidió, no autorizó
ni participó en los presuntos delitos fiscales de su marido”. El tribunal dio
por buenas las tesis del fiscal Pedro
Horrach y de la Agencia Tributaria
(frente a las acusaciones del juez
Castro y de la abogada de Manos
Limpias, Virginia López Negrete)
de que Cristina de Borbón “no pudo ser cooperadora necesaria de los dos delitos
fiscales por los que fue condenado su marido porque ella no era administradora
de la sociedad Aizoon, ni tenía firma, ni existía prueba de que conociera que
su marido estaba declarando sus ingresos personales como ingresos de la
sociedad familiar”. ¿Hubo trato de favor hacia la infanta? Yo, al menos, no lo
sé ni tengo capacidad bastante para valorarlo. Pero hay ciudadanos que entienden
que todo aquello pareció como salido de una fantasía con mucho de pesadilla, o al revés. El
pensamiento es libre, o sea.
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