sábado, 5 de mayo de 2018

El pelo de la brocha



No pasa día sin que Antonio Burgos me asombre con su “Recuadro” en el diario ABC.  Ayer elogiaba la gomina y hoy siente nostalgia por el fijador. Espero que mañana domingo, a más tardar, haga alguna referencia a la brillantina y el lunes nos recuerde a los lectores la utilidad del masaje Floïd Genuino y sus derivados en mentolado suave y mentolado vigoroso, en el mercado desde 1932; el martes, por aquello de que ni te cases ni te embarques, nos evoque con nostalgia el ron quina;  y el miércoles, considerando que el viernes llega volando, nos informe sobre el Agua La Carmela, importante loción capilar que gracias al citrato de bismuto matiza el color de los teñidos, oculta las canas incipientes y evita el encrespamiento del cuero cabello incluso cuando nos enteramos de que Ricardo Costa,  el que fuese de la máxima confianza de Camps, tira ahora de la manta contra el PP ante la Fiscalía Anticorrupción.  Aquí van a saltar chispas con esta mascletá valenciana en la trama de la Gürtel. A falta de ninots hay que quemar en la pira  a ciertos políticos que creían haberse ido de rositas. A algunos chiquilicuatres puede que hasta se les caiga el pelo de la brocha, a no ser que milagrosamente reaparezca encaramado al Miguelete de la Catedral el espectro de aquel tipo (el de la foto) que vestido de blanco vendía crecepelos a los incautos ciudadanos en la madrileña Glorieta de Bilbao, junto al Café Comercial, en 1910.

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