martes, 1 de mayo de 2018

Sopor intenso





Día del Trabajo. En el centro de Zaragoza me he topado con una manifestación. Hombre, al fin he visto pegatinas y banderas de los sindicatos mayoritarios, esos que aparan la mano del Estado y parece que estuviesen en otra guerra. Pocas banderas republicanas y gente, mucha gente, aunque silenciosa como rebaño de ovejas, que más pareciera que estuviesen de romería que alzando la voz reclamando sus derechos. Por decirlo pronto y claro, era lo más parecido a una manifestación de hace treinta años a la que le hubiesen quitado el sonido, como cuando el jefe del Estado preside un partido de final de Copa. España se ha convertido en un país silente, miedoso y sin ganas de luchar por sus derechos perdidos. Aquí el eslogan es ¡sálvese quien pueda! Que te hacen un contrato por una semana, menos es nada; que te fríen a impuestos, alguien tiene que pagar las radiales de Madrid en pérdidas; que la banca no devuelve lo prestado por el ICO, ya se contaba con ello; que las pensiones son insuficientes, la culpa es de usted por no haberse hecho un seguro privado; que  existen políticos corruptos, eso pasa hasta en las mejores familias; etcétera. Al ciudadano de a pie siempre le queda el derecho al pataleo, como a los niños cuando los que ejercen su tutela les niegan un chupa-chups. Somos enanos en un mundo de gigantes -como  dejó escrito Concha Alós- y los gigantes se esconden para reírse. Bueno, ya ni se esconden.

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