viernes, 22 de junio de 2018

Los cereales como inspiración



Como le sucede a Juan José Millás, yo también poseo un cuaderno cuadriculado de ideas sueltas. Y en él escribo todo lo que se me ocurre. De vez en cuando hago un repaso por si algo es de utilidad para aderezar un artículo. Pero, claro, mezclar la receta del tartaré de atún con el síndrome de Ulises, que implica un estrés asociado a la problemática de los migrantes; o una frase de Nietzsche que me pareció acertada y la anoté, con la física del café con leche; o saber quién fue el autor intelectual del gol de Zarra; todo ello, digo, se me antoja harto dificultoso y de muy difícil manejo si no lo llevo anotado. Contaba Ramoneda que en cierta ocasión envió unos poemas relacionados con los cereales a un concurso que se celebraba en Ejea de los Caballeros. Le chocó ese nombre: Ejea de los Caballeros, que junto a Tauste, Sádaba, Uncastillo y Sos del Rey Católico forman las Cinco Villas. Pero también hay que añadir las ocho pedanías de Bardenas, Rivas, Pinsoro, El Bayo, Farasdués, Sabinar, Santa Anastasia y Valareña, si queremos dibujar con rigor todo el árbol genealógico de esa comarca. Ignoro si Ramoneda sabía algo sobre el universo del cereal. Pero lo cierto es que escribió un largo poema en forma de romance, pero se vio obligado a tener que “podarlo” para ajustarse a las bases. La cuestión es que ganó el concurso. Y al año siguiente volvió a celebrase el concurso sobre el mismo tema: el cereal. Modificó en algo el texto del año anterior y volvió a concursar. Y lo volvió a ganar. Y al tercer año consecutivo hizo lo propio, es decir, retocar nuevamente el romance y enviarlo a concurso. Volvió a ganar por tercera vez. Al cabo de unos días recibió una carta con el cheque bancario correspondiente y la inclusión de una nota: “Le regaríamos que no se volviera a presentarse nunca más”. Desconozco el romance inicial, el romance retocado y el romance corregido y aumentado que durante tres convocatorias seguidas fue premiado en Ejea. Posiblemente lo lleve dentro de “La Maleta de Portbou”, de la misma manera que los vendedores al detall recorren los caminos mesetarios garbanceros con su maleta de cartoné del color de la capa berciana y un amplio muestrario de alpargatas.

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