martes, 24 de julio de 2018

Vencer no es convencer



Bieito Rubido, en su Astrolabio de hoy en ABC, entiende como chocante que Pedro Sánchez pida responsabilidad a Pablo Casado, flamante presidente del Partido Popular. Juzga que es una “osada actitud”. “Hay otra parte de España –señala Rubido--que le pide lo mismo a él, quien parece dispuesto a cualquier cosa con tal de poder usar el avión oficial. De Sánchez, que todavía no ha dado una rueda de prensa en España, sólo sabemos que le gusta hacer fotos poco auténticas y que se muestra inclinado a escuchar a los independentistas frente al clamor del resto de España. Esa actitud infantil, y un tanto egocéntrica, suele crear un régimen en el que los que gobiernan tienden a anteponer su peripecia y biografía personal a la verdadera responsabilidad social”. Bueno, al menos hemos sabido los españoles que el Aeropuerto de Castellón, aquel caro capricho de Carlos Fabra con estatua incluida y terminado en 2011, ha servido ahora para algo aparentemente útil, tras aquel  primer vuelo comercial, un chárter de Air Nostrum transportando al equipo de fútbol Villarreal el 14 de enero de 2015, con destino a San Sebastián. Ahora, digo, ha servido ese aeropuerto fantasma para transportar al presidente del Gobierno y a su consorte al concierto de la banda estadounidense "The Killers" en el Festival Internacional de Benicàssim. El  coste del “Falcon” que pusieron las FAS  al servicio del jefe del Gobierno fue cercano a los 15.000 euros. A mi entender, una tremenda irresponsabilidad.  Desde el Gobierno se intentó “rebozar” ese viaje con una justificación absurda, una visita institucional al ayuntamiento de Castellón de la Plana, donde vio a la alcaldesa, Amparo Marco, y mantuvo una reunión informal con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Vamos, que no cuela. Pedro Sánchez ocupó un  palco lateral del auditorio junto a su consorte y a la diputada socialista en el Congreso Susana Ros. Disponer de avión oficial mola como a un niño un tiovivo de feria. Hay precedentes. Ya en 1988, siendo Alfonso Guerra vicepresidente del Gobierno con Felipe González,  “uso de un Mystére de la Fuerza Aérea Española, enviado especialmente desde Madrid, para eludir una cola de varios kilómetros en la frontera portuguesa de Vila Real de Santo Antonio. Guerra, que regresaba a España tras pasar unos días de vacaciones en la región portuguesa del Algarve, fue increpado por numerosos automovilistas que aguardaban en Vila Real una cola de varios kilómetros para tomar el transbordador hacia la localidad onubense de Ayamonte cuando pretendió colarse. El vicepresidente del Gobierno desistió entonces de cruzar el paso fluvial y regresó a la localidad lusa de Faro, donde le recogió el Mystére con rumbo a Sevilla”. (El País, 5 abril de 1988). La historia se repite. ¿Quién paga esos osados excesos? ¡Pues quién va a ser, los de siempre! Ya lo dijo Carmen Calvo Poyato, actual vicepresidenta del Gobierno, con aplomo y soltura, siendo ministra de Cultura en el Gobierno de Rodríguez Zapatero: “El dinero público no es de nadie”. A mi entender, para proseguir con los derroches sin cuento no era necesaria una moción de censura. Como dijo Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: “Vencer no es convencer”.

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