miércoles, 15 de agosto de 2018

Entre Franco y Juan Carlos I



Como todos los años, cada 15 de agosto procesiona por las calles de Sevilla la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad. La anécdota de este año es que el arzobispo Asenjo tuvo que abandonar la procesión al encontrarse repentinamente indispuesto.  Este año la imagen sagrada lucía un manto  blanco con cenefa de castillos y leones,  regalado por Isabel de Borbón y enviado por la entonces exreina el 30 de julio de 1884 desde París por mediación de la marquesa de Malpica, Blanca de Osma y Zabala, para que hicieran su entrega al Cabildo el 11 de agosto los duques de Montpensier. El marido de Blanca de Osma, Fernando Fernández de Córdoba y Álvarez de las Asturias Bohorques, marqués de Malpica (y duque de Arión desde 1872) fue uno de los mayores compradores de bienes nacionales en el periodo de la desamortización de Pascual  Madoz, hasta el hecho de convertirse en uno de los cincuenta mayores contribuyentes de la provincia de Toledo como propietario en Malpica y San Martín de Susa. Murió en Madrid el 30 de diciembre de 1891.  Conservo como oro en paño una ya muy vieja fotografía de 10 x 5’80 centímetros realizada por J. Laurent en cartulina en la que aparece la familia real al completo: Isabel II; su consorte, Francisco de Asís; la infanta María Luisa; el ayo del príncipe, el infante Sebastián; el príncipe de Asturias; los marqueses de Malpica, la infanta Teresa y dos miembros femeninos de la servidumbre. ¡Qué viejuno queda todo eso! Nunca he entendido ese afán español por vestir y desvestir a vírgenes y santos, ora con un manto regalado por alguien de alcurnia, ora con el añadido del fajín de un general golpista, ora con un una corona de perlas… En Zaragoza, donde resido, también sucede con los mantos de la Virgen del Pilar, que cada día luce uno diferente, salvo unas fechas concretas del calendario que aparece exenta de manto: los días 2, 12 y 20 de cada mes. El 2, porque según la tradición el 2 de enero del año 40 d.C. se apareció a Santiago a orillas del Ebro; el 12, porque la dedicación del templo fue un 12 de octubre; y el 20, porque su coronación canónica fue un 20 de mayo. Según un inventario de 2003 el número de mantos era de 410. Y es tradición pasar a los niños por el manto de la mano de un infantico y en las esquelas funerarias suele ponerse la coletilla de “murió bajo el manto de la Virgen del Pilar”.  Franco tuvo uno de ellos en su lecho de muerte llevado expresamente a El Pardo por el entonces arzobispo Cantero, que fue procurador en Cortes y miembro del Consejo del Reino. A la muerte del dictador, Cantero se convirtió en miembro del Consejo de Regencia. Dicho Consejo estuvo integrado por el presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, Fernández- Miranda; por el prelado de mayor jerarquía y antigüedad consejero del Reino, Cantero Cuadrado, y por el teniente general en activo y de mayor antigüedad de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, que era el teniente general Salas Larrazábal. Asumieron sus funciones en la Jefatura del Estado hasta la proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey. Es decir, que España tuvo un jefe del Estado durante tres días, entre el 20 al 22 de diciembre de 1975. Ese hombre fue Alejandro Rodríguez de Valcárcel, entonces presidente de las Cortes, lo que le convirtió automáticamente  en presidente del Consejo de Regencia, y oficialmente, en el Jefe de Estado entre la muerte de Franco y el juramento del Borbón, que él mismo le tomó.

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