domingo, 5 de agosto de 2018

La patata caliente



A mi entender, el problema no radica en exhumar los restos de Franco de la cripta de Cuelgamuros, en pleno Guadarrama, sino qué hacer con ellos. La momia del dictador es una patata caliente, o esa falsa moneda que cantaba Imperio Argentina: “Gitana que tú serás como la falsa moneda/ que de mano en mano va y ninguno se la queda”. No quieren la momia ni en su pueblo natal, El Ferrol.  Tampoco desean hacerse cargo de ella sus nietos. En el archivo municipal ferrolano se descubrieron hace tiempo unos documentos que acreditaban que la tumba existente en ese municipio a favor de la familia de Franco no había sido comprada por ellos sino que fue un regalo que hizo ese Ayuntamiento gallego en 1967 durante el mandato del alcalde franquista  Rogelio Cenalmor, justificándola  como “la gran deuda de gratitud que esta ciudad tiene con su hijo más ilustre”. De la misma manera, aquel año se encargó una estatua ecuestre (conocida popularmente como “el burro”) que hasta 2002 presidió la Plaza de España. El cuatro de julio de aquel año la desmontaron y se la llevaron en un camión  articulado, dentro de en una jaula metálica protectora. Esa escultura quedó instalada en el área cultural de la Armada,  una vez cedida en depósito por el Ayuntamiento por tiempo indefinido para el Museo Naval. Y en la tumba ferrolana, donde nunca hay una flor, se hallan los restos de los abuelos paternos, de una tía y de una hermana menor de Franco.  En fin, esperemos que algún día el recuerdo del trasnochado franquismo y todo lo que representa sea lo más parecido a simple polvillo de mariposa. O termine siendo (como indicaba  Ricard Vinyes en un artículo en El País  el 15/04/2002)  como una fotografía que reproduce la imagen quieta de una situación desaparecida. Es una cuestión de tiempo, que todo lo voltea a la tonalidad sepia.

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