martes, 28 de agosto de 2018

Un telegrama de Churchill



El Correo de Andalucía reproduce hoy, 28 de agosto, la última entrevista que concedió Manolete a un reportero  de Radio Nacional de España entonces desconocido llamado Matías Prats en la plaza de El Chofre de San Sebastián, el 16 de agosto de 1947.  Había sido contratado dos tardes y aquella tarde actuaba junto a Juan Belmonte y Luis Miguel Dominguín con unos toros de la ganadería de Villamarta. Era su corrida número 17 de aquella temporada, interrumpida por la cogida en Madrid durante la corrida de la Beneficencia justo un  mes antes.  La ganadería de Villamarta, que antes se había llamado “Marqués de Villamarta”, la había formado en 1914 Álvaro Dávila Agreda con reses de diferentes ganaderías, procedentes de la casta Villahermosa. A la muerte de Álvaro Dávila en 1933, la ganadería siguió hasta 1941, año en que se divide y el hierro pasa a su hijo, Álvaro Dávila Garvey, fallecido en 1972. Posteriormente, su familia vendió una parte a la sociedad Garcibravo, y otra parte loteada a las familias Núñez,  Tassara y Guardiola, respectivamente. Hasta el año 1996 en los carteles se siguió anunciando como "Garcibravo”, bajo la gerencia de Federico Molina Orta hasta su fallecimiento en el año 2000.  Su hijo, Federico Molina Montes es el actual responsable  de la divisa. En la década de los 90 se incorporaron reses de origen Villamarta  por Manolo González y de Manuel Álvarez. En la actualidad,  la ganadería no es muy larga,  alrededor de 150 vacas que pastan en la finca Las Casitas junto al embalse del Andévalo, en el término de Puebla de Guzmán.  El diario sevillano cuenta: “El Monstruo cordobés se vistió con un deslumbrante terno celeste y oro en el hotel María Cristina. Había salido al ruedo envuelto en el preciosista capote de paseo bordado con la imagen de la Virgen de los Dolores, la misma a la que rezó en su capilla de la plaza de Capuchinos la última vez que pasó por Córdoba, el 14 de julio del 47, después de torear en La Línea de la Concepción y antes de aquel compromiso madrileño en el que derramó su sangre. Pero la función debía continuar. En San Sebastián, cuaja al primero pero se atranca con el segundo. A esas alturas, la presión del público y el peso de la púrpura comenzaban a hacerse insoportables para el torero. Despachado el quinto, las protestas se mezclan con las palmas. El rostro de Manolete delata su pesadumbre”.  Señala Manolete a Matías Prats a pie de callejón: “Me piden más de lo que puedo dar. Sólo he de decir que tengo muchas ganas de que llegue el mes de octubre”. Y en San Sebastián se encontró por última vez con su madre, Angustias Sánchez, que pasaba unos días de veraneo. Le dio el último beso. No volvería a verlo con vida. De los miles de telegramas que le enviaron a doña Angustias por la muerte de Manolete, hubo uno mandado por  Churchill. Manolete le tenía un gran afecto, y por tal motivo le regaló la cabeza disecada de un toro matado por él. Decía lo siguiente: “Señora: He sabido con gran pesar la trágica muerte de su hijo en Linares, y deseo expresarle mis más profundas condolencias. Me conmovió mucho recibir el noble trofeo, fruto de la sublime destreza de su hijo en la arena, que me envió con motivo de nuestra victoria en Europa. Quisiera añadir mi más sincero pésame a todos los tributos que ha recibido. Sinceramente suyo. Winston Churchill”.

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