jueves, 31 de enero de 2019

Haciendo afición



Repasando papeles volanderos, pongo la mirada sobre unos apuntes para la historia de la Peña Taurina Bilbilitana, escritos con maestría por mi amigo muerto Pedro Montón Puerto, cronista oficial que fue de la ciudad de Calatayud. Con motivo del vigésimo quinto aniversario de esa gloriosa peña, Pedro hacía referencia a un ciclo de conferencias que comenzaron en 1960 a cargo de Ramón de la Cadena y Brualla, que disertó sobre “Recuerdos sueltos del medio siglo del aficionado”. Ramón de la Cadena, bajo el seudónimo de Don Indalecio, fue un crítico muy respetado en el periodismo taurino. A los diecisiete años escribía ya en el semanario El Miura (1911) de Barcelona, del que era corresponsal desde Zaragoza. También fue corresponsal de El Liberal Taurino y de Palmas y Pitos y Arte Taurino, todos ellos de Madrid.  Siempre colaboró en alguna publicación taurina, como La Fiesta Brava de Barcelona y El Ruedo de Madrid. Además, fue redactor jefe de El Día de Zaragoza (1922-23), crítico teatral y director del vespertino Las Noticias y redactor de La Voz de Aragón (1925), colaborador de La novela de viajes aragoneses (1926) y de El Noticiero (1928). Tras la Guerra Civil, Ramón de la Cadena colaboró en La hoja del lunes entre 1942 y 1965, y durante la década de los 50 colaboró en Logroño taurino,  revista con periodicidad anual. En 1950 fundó el cenáculo literario Lectorium, donde con un grupo de amigos se reunía en su domicilio hebdomadariamente. Murió en Zaragoza el 16 de mayo de 1965. Pero a lo que iba. Tras el discurso pronunciado en Calatayud en 1960, a Ramón de la Cadena y a su esposa les fue ofrecida por miembros de la Peña Taurina Bilbilitana una “Corrida gastronómica” en el Hotel Fornos con un importe por cubierto de 75 pesetas. El menú fue el siguiente: Consomé de la casa, huevos al plato, perdiz al volapié, tarta especial, tintos de la tierra, café y licores. Es una pena que no haya podido saber hoy, pasados ya casi 60 años, en qué consistió aquella “perdiz al volapié”. Y como no lo sé, la llamaré “perdiz a la suerte de recibir”,  receta que a nadie deja indiferente: en un fondo de cebollas cortadas en juliana, se ponen las perdices sazonadas en decúbito prono y se cubren con más cebolla, laurel, pimienta, tomillo y ajo. Se añade vino blanco y aceite. Se deja cocer a fuego lento hasta que las perdices estén cocidas. Una hora después  sacan las perdices y se trinchan. Se cuela el jugo de la cocción y se vuelve a poner al fuego para que reduzca. Finalmente, se coloca la cebolla pochada en el fondo del plato del comensal, encima la perdiz  y una hoja de laurel. Se salsea por encima con el jugo reducido. Con la suerte de volapié hay que tener cuidado. Si no, que se lo pregunten a Manolete, cuando le empitonó Islero; a Pepe Hillo, con Barbudo; o a El Espartero al pretender dar muerte a Perdigón hincándole el estoque en la cruz, entre los dos brazuelos. Mejor, no cabe duda, es hincarle el diente a la perdiz con mesa, mantel y en compañía de buenos amigos.

lunes, 28 de enero de 2019

San Valero, ventolero


Mañana es san Valero, patrono de Zaragoza.  Quizás el libro más antiguo publicado sobre la vida de ese santo sea el de Martín Carrillo, canónigo de La Seo, publicado en 1615 por Juan de Lanaja y Quartanet, donde, de paso, se da cuenta de los martirios de san Vicente, santa Engracia, san Lamberto y de los Innumerables Mártires. En el libro, dirigido a Luis de Aliaga, confesor del rey Felipe III, se añade una relación de obispos, arzobispos y abades del Reino de Aragón. Aquel año, 1615, España decretó la paz con Francia mediante sendos matrimonios de Luis XIII (declarado mayor de edad el año anterior) con la infanta española Ana de Austria y del heredero de la corona española, el futuro Felipe IV, con la francesa Isabel de Borbón. Recuérdese que Luis XIII, tenía sólo 9 años en 1610, cuando su padre, Enrique IV de Francia fue asesinado cuando estaba preparando una campaña desde Italia contra España. Pero la situación se calmó cuando a la muerte de ese rey francés la entonces regente, María de Médici, solicitó ayuda a España en su lucha contra los hugonotes. Pues bien, el libro de Martín Carrillo sobre la vida y milagros de san Valero se publicó, como decía al principio, en ese dulce momento histórico.  Entre las consignas derivadas del Concilio de Trento (entre 1545 y 1563) estaban las de reivindicar el culto a las vírgenes, a los santos y las reliquias de éstos (culto de dulía) y se creó el Índice, es decir, un amplio catálogo de libros prohibidos por  heréticos. Desde entonces, los altares de las parroquias se llenaron de hornacinas con tallas, cada pueblo creó la figura de su patrón, al que se le encomendaba la protección de las cosechas, la salud, poder quedar libres de pertinaces sequías, plagas, etcétera; y en su honor se hacían fiestas religiosas y profanas en cada ciudad y en cada aldea. En Zaragoza se hizo patrón a san Valero, obispo  en el siglo IV. Y en la catedral de La Seo se veneran sus reliquias desde el siglo XII tras la entrada de las tropas de Alfonso I y del francés Gastón de Bearn en 1118.  López Novoa, en su Historia de Barbastro, narra cómo el brazo de san Valero fue entregado en 1121 en Roda a una comisión del Cabildo de Zaragoza de manos del mismo san Ramón. En el año 1397  Pedro de Luna, elegido Papa como Benedicto XIII, obsequió a La Seo un busto relicario, obra de un taller de Avignon, para albergar la cabeza del patrón de Zaragoza. También fueron regalos de Pedro de Luna los bustos de san Vicente y san Lorenzo. El vizconde de Bearn había sido el encargado de construir y dirigir las máquinas que lograron romper las defensas turcas en Jerusalén en 1099. Gastón de Bearn, que llegó a ostentar el título de Señor de Zaragoza, siguió luchando con Alfonso I hasta su muerte, que tuvo lugar en una expedición a Granada. Cuentan las crónicas que le cortaron la cabeza y que “fue paseada por las calles, en la punta de una lanza, escoltada por el redoble de tambores. Esto devolvió la sonrisa al emir de los musulmanes, Ali ben Yusuf, que estaba en Marrakesh“. El cuerpo decapitado fue devuelto tras el pago de un fuerte rescate y acabó en la basílica del Pilar. Por cierto, en el Museo Pilarista se conserva un olifante de caza de Gastón. De los doce personajes convertidos en gigantes y que se bailan en fiestas, aparecen las figuras de Gastón de Bearn y de una dama bearnesa. Ambos se pasean por las calles desde 1964. Él porta su al cinto su cuerno de marfil, el ya famoso olifante. Terminaré señalando que “por san Valero, rosconero y ventolero”  raro es el año en el que no sopla un cierzo endiablado procedente del Moncayo, y es costumbre degustar el típico roscón. Esa tradición viene posiblemente de la Edad Media, cuando los días festivos los señores ofrecían migajas a sus vasallos. Yo jamás los adquiero por temor a que me entreguen en la pastelería el roscón descongelado y sobrante de la pasada festividad de la Epifanía.

domingo, 27 de enero de 2019

!Mañana, mañana sale!



Que a mí me conste, hay dos canciones en las que sale a relucir el nombre de doña Manolita, aquella muchacha que en 1904, cuando contaba 25 años de edad, se decidió a abrir con sus otras tres hermanas un despacho de lotería en el número 18 de la madrileña calle de San Bernardo. Su despacho no lograba dar premios de importancia, pero la suerte de Manuela de Pablo cambió a mediados de los años veinte. Lo contó ella misma en una entrevista que le hizo un periodista de “Crónica” (21-12-1930):  Pues escuche usted ahora el verdadero secreto de mi buena mano. El año 1926, harta de que no correspondiese jamás a esta administración un premio que valiese la pena, hice cuatro viajes a Zaragoza, y en los cuatro tuve la suerte de ver a la Pilarica con su manto rojo, que es signo infalible de fortuna. Pedí unos números que se me ocurrieron sin saber por qué, los vendí en mi casa y el premio gordo de Navidad fue conmigo aquel año, siendo éste el comienzo de mi fama como lotera.”. Su negocio prosperó y cambió la ubicación de su despacho. Primero a la Puerta del Sol, esquina a Arenal; más tarde, en 1931, a Gran Vía, 31. En 1937, su despacho sufrió importantes daños por los continuos bombardeos de los rebeldes. La metralla reventó el escaparate. Por culpa de la guerra civil doña Manolita llegó a perder el noventa por ciento de su clientela, hasta el punto de pensar dejar el negocio de la lotería y ponerse a trabajar en una estación del metro. Doña Manolita, que había nacido en 1879, murió en 1951. Su despacho de apuestas fue traspasado en 1967. Finalmente, en 2011  se trasladó a la calle el Carmen, 22, donde continúa y donde se forman enormes colas para adquirir sus décimos. El diario ABC decía en su esquela: “Ayer perdió Madrid una de sus figuras más populares: doña Manolita de Pablo, la famosa lotera de la Gran Vía, de cuya mano esperaba toda España la caricia de la fortuna [...] Esposa de un picador retirado que cambió la garrocha por los billetes numerados y hermana de otra lotera madrileña, doña Manolita de Pablo fue una tenaz trabajadora que hasta los últimos días de una vida laboriosa permaneció al pie de su mostrador atendiendo a su numerosa clientela". Su hermana Carmen, continuadora del negocio, falleció veinte años después, y se hizo cargo del despacho en 1973 Carmen Gálvez de Pablo, sobrina de doña Manolita. Su hijo Alfredo Salgado, abandonó España en 1987 precipitadamente tras dejar una deuda millonaria con Hacienda, el Hipódromo y una casa de apuestas. Esa fue la razón de que el negocio pasase a manos  de Juan Luis de Castillejo y Bermúdez de Castro,  tercer conde de Cabrillas, persona sencilla que vive en el anonimato en el barrio de Salamanca. Hay un caso curioso en las hemerotecas que  demuestran la numerosa clientela que tuvo el despacho de doña Manolita. Así, en “El Siglo Futuro” (miércoles, 14 de agosto de 1935) se da la noticia e la captura de la banda de pistoleros comandada por "El enemigo público número 2", que así se hacía llamar Vicente Galera Macías (conocido también con el apodo de "El Guano"), jefe de una numerosa banda que realizó varios atracos en Barcelona y en otras ciudades. Dice ese diario: Al ser detenidos por la policía madrileña se revelará que la intención de los malhechores en Madrid era la de cometer una serie de robos con el fin de sostener económicamente a un partido político con parte del botín. El frustrado plan incluirá atracos a la Unión Española de Explosivos; un habilitado de las Clases Pasivas con oficinas en Pi y Margall, 12; un establecimiento bancario de la calle Fuencarral, cerca de la Glorieta de Bilbao, y un último en la Administración de Loterías de Doña Manolita. Parece ser que de éste -que sería el primero de la serie- desistirán los pistoleros por lo concurrido del local”. La foto que ilustra este chat está tomada en 1948. Doña Manolita tenía entonces 69 años.

sábado, 26 de enero de 2019

Reconocimiento para ocho héroes



La prensa de hoy destaca dos importantes noticias: finalmente se ha resuelto, aunque desfavorablemente, el hallazgo del cuerpo sin vida del pequeño Julen y la exigencia de España, Reino Unido, Alemania y Francia para que Nicolás Maduro convoque elecciones en una semana. De no hacerlo, esos países reconocerán como presidente de Venezuela a Juan Guaidó, actual presidente de la Asamblea Nacional. Nadie sabe cómo puede terminar lo que mal empieza. En Aragón hay otra noticia: el ministro de Fomento ha asegurado que el Monasterio de Veruela, que fuese abadía  cisterciense desde el siglo XII, se convertirá antes de que termine el año en Parador Nacional. Aquel monasterio fue abandonado por los cistercienses en 1835 como consecuencia de la Desamortización. Más tarde, se alquilaron habitaciones. Los jesuitas lo ocuparon entre 1877 y 1975.  Al año siguiente, el Estado cedió en usufructo el monasterio a la Diputación Provincial de Zaragoza para su rehabilitación y conservación, y desde 1998 es de titularidad de esa Diputación. Desde entonces se han estado celebrando actividades culturales de todo tipo. Por todos es sabido que algunas de sus estancias sirvieron de cobijo a Gustavo Adolfo, Valeriano Bécquer y los hijos de ambos hermanos entre diciembre de 1863 y julio de 1864. Valeriano volvió en agosto de 1865 gracias a una beca de 2.500 pesetas anuales concedida por el Ministerio de Fomento, que le permitió viajar y dibujar en Aragón, Soria y el País Vasco. En 1868, tras el destronamiento de Isabel II le fue cancelada esa ayuda. Finalmente, no quiero pasar por alto el mérito de los ocho mineros de la Brigada de Salvamento de Hunosa. Los considero unos héroes. Me refiero a Sergio Tuñón, Antonio Ortega, Lázaro Alves, Maudilio Suárez, José Antonio Huerta, Adrián Villarroel, Jesús Fernández y Rubén García.  Los héroes no necesitan recibir medallas, ni menciones honoríficas,  ni bandas para colgar (al estilo de las etiquetas de las botellas de “Paternina) bajo la levita del frac en los trasnochados besamanos palaciegos, sino el reconocimiento de la ciudadanía, que lo tienen.

viernes, 25 de enero de 2019

Hiperdemocracia


Vicente Calatayud Maldonado, catedrático emérito de Neurocirugía de la Universidad de Zaragoza, comenta hoy en El Periódico de Aragón,  que “estamos llegando a lo que Ortega y Gasset llamaba hiperdemocracia donde ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser imbécil; ambas en efecto son formas de una parálisis moral, cuya naturaleza radica en la irresponsabilidad con que manejan ideas que no han creado ni cultivado, pretendiendo transmitirlas con una deformación ideológica difícilmente reparable. Vivimos una especie de hiperdemocracia, donde la parte de la sociedad definida como progresista, impone scrachalmente, su voluntad mayoritaria, su débil democracia y un posmodernismo intenso sin género, sin litaciones biológicas ni éticas, adecuadamente subvencionado en centros docentes públicos y privados”. Vicente Calatayud Maldonado,  dijo en su última clase, en 2005,  que se sentía un “quijosancho” y  afirmó que  don Quijote no habría aceptado jamás listas de espera en un ambulatorio o un hospital. A mi entender, España es una democracia manifiestamente mejorable. Aquí se hicieron cosas mal. La primera de ellas fue no preguntar a los ciudadanos qué forma de Estado deseaban para su futuro. A los redactores de la Constitución les entró un terrible miedo escénico y prefirieron proclamar rey a Juan Carlos de Borbón, elegido a dedo por uno de los mayores sátrapas del siglo XX. Mal empezaron las cosas. Ignacio Sánchez-Cuenca, en Infolibre (10/10/18) señalaba algo que debería hacernos meditar: “Durante años se registraron avisos de que nos encaminábamos a un choque frontal entre las autoridades de Cataluña y las del Estado central. Se advirtió al Gobierno una y otra vez de que era necesario encauzar el conflicto institucionalmente, abriendo un proceso de diálogo y negociación, como se había hecho en ocasiones anteriores a lo largo del periodo democrático. Pero no se hizo. La negligencia de Mariano Rajoy y el Partido Popular permitió que el problema fuera pudriéndose hasta llegar a la crisis constitucional de septiembre y octubre de 2017”. (…)  “Como ciudadano español, siento profunda vergüenza por la forma en la que las instituciones del Estado, incluyendo la monarquía, han actuado ante la crisis catalana. Por supuesto, los independentistas y su estrategia unilateralista de secesión pusieron las cosas extraordinariamente difíciles. El intento de ruptura del marco constitucional fue una irresponsabilidad grave por mucho que no hubiera violencia. Ante la falta de apoyo social en el interior de Cataluña y la ausencia de apoyo alguno en los Estados europeos, los independentistas escenificaron una declaración de independencia que era pura gesticulación, sin atreverse a afrontar las consecuencias políticas que algo así suponía: ni se retiraron las banderas españolas de los edificios públicos, ni hubo resistencia ante la puesta en marcha de la suspensión de la autonomía (artículo 155), ni se aprobaron los decretos para la construcción de estructuras de Estado. En fin, un desastre sin paliativos por ambos lados”. Por eso digo que España es una democracia de baja intensidad. Mejor dicho: una oligarquía de partidos  en la que, como dijo Alfonso Guerra,  el que se mueve no sale en la foto.