sábado, 5 de enero de 2019

Darle la vuelta al calcetín



Cada vez que mi ordenador me indica intermitentemente que se termina el contrato del antivirus dentro de pocos días, me entra el temor de que puedo llegar a tener todas las enfermedades imaginables por falta de ese escudo protector. Es como conducir sin cinturón de seguridad por una carretera infame, como entrar en un viejo café lleno de humo y toses, o como salir a la calle en invierno sin abrigo. Las “enfermedades” del ordenador no se curan tomando penicilina en desayuno, comida y cena. Los virus informáticos son códigos maliciosos que se propagan a través de un software y tienen la habilidad de replicarse. Mi programa antivirus, con el que ahora termino contrato,  lleva nombre de una mítica marca de motocicletas. Hoy, víspera de la Epifanía, voy a salir a la calle a encargar un roscón con sorpresa. Y puede que mañana, cuando me despierte, me encuentre a los pies de la cama el mismo regalo que el año pasado, es decir, una corbata. Pertenezco a esa generación de españoles que comenzaron a llevar corbata cuando tenía diez años de edad y todavía no ha perdido la costumbre de llevarla. La corbata abriga. Le sucede como a esos salones existentes en las ciudades de medio pelo llenos de perifollos, que sirven de igual modo para un roto que para un descosido; o sea, de salas de baile, de cine, o de conferencias. A una de aquellas salas multiuso fue invitado Eugenio d’Ors para dar una conferencia. La víspera había servido para celebrar un cotillón. El alcalde se disculpó ante el orador  porque todavía no se habían quitado los espumillones ni barrido un suelo plagado de chapas de cerveza, matasuegras y papelillos de confeti. Pero D’Ors, muy digno,  le contestó impertérrito: “No importa: lo cursi, abriga”. Sólo queda ya en Zaragoza esperar que llegue el próximo día 17 de enero, san Antón, que como dicen los baturros: “El que no mata tocino, no come morcillón”. Ese día está programado un mitin político en la sala multiusos del Auditorio (con aforo para dos mil personas) de Santiago Abascal. Por asociación de ideas, me viene a la cabeza otro mitin (26 de enero de 1936)  en el Frontón Cinema donde el Ausente estuvo presente. Me parece que le estamos dando la vuelta al calcetín.

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