lunes, 1 de abril de 2019

Aguantar la mirada



Se decía que san Trifón era capaz de amansar basiliscos con la mirada. Ahora resulta que José María Aznar acaba de decir en Valencia que “A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de una derechita cobarde, porque a mí no me aguanta la mirada”. ¡Ojú, qué miedo da este hombre! Es como Nelson Mandela en versión parpetovetónica.  ¡Qué digo!, es como Viriato; como Churruca; como Clara del Rey; como Manolita Malesange Oroño (no Malasaña, como dicen los indocumentados), esa costurera de 17 años que plantó cara a los ejércitos de Napoleón… El nombre de José María Aznar debería figurar junto a los héroes populares (para eso milita en el Partido Popular) que pelearon por la independencia de la Patria en la plaza de la madrileña iglesia de las Maravillas. Lo que no sabemos es si José María Aznar también llevará las tijeras entre sus ropas como Manolita, la hija de Jean Malesange, el panadero de Vallecas de origen francés que tenía su tahona en la calle Divino Pastor y que estaba domiciliado en un piso del número 18 de la calle de san Andrés. José María Aznar, en Valencia, pareciese que estuviera con el sable en la mano en el cuartel de Monteleón arengando a las tropas. En un artículo de Xavier Vidal-Folch en El País, (“La triple valentía de Josemari Aznar”) señala: “Dijo en Valencia que llamaba a votar a su pupilo ‘desde mi autoridad moral’. Es de aurora boreal. El individuo que presidió un Gobierno de cuyos 14 ministros 12 fueron procesados, imputados o condenados. El patrón de Eduardo Zaplana, el íntimo de Jaume Matas, el hermano de sangre de Miguel Blesa, el protector de la Alí Babá valenciana, el anfitrión de la Gürtel en pleno en la fiestita de la boda de la niña, dice de sí mismo que tiene ¡autoridad moral! Será bajo los rigurosos criterios de Ana Botella, la vendedora de pisos sociales a fondos cuervo, que adivinen a quién tienen mensualmente subvencionado”. Tiemble después de haber reído.

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