Ayer, en mi chat “Fantasías
recurrentes” comentaba el asomo de Aznar,
Botella, Zoido y Barreda a un
balcón sevillano para ver pasar en procesión a la Virgen de la Caridad, de la Hermandad
de El Baratillo, ceñida con un fajín de Franco; y comentaba,
también, un precedente parecido cuando se procesionaba a la Macarena
con el fajín de Queipo de Llano.
Pues bien, hoy deseo hacer referencia a un artículo de Sergio Villalba Jiménez, en El
Correo de Andalucía titulado “Fe y
fajines”, donde su autor comenta que “Este año la malagueña Congregación de Mena pidió por carta a los líderes del Partido
Popular, Ciudadanos y Vox que no asistieran al traslado del Cristo de la Buena Muerte para que el
acto no se convirtiera en asunto electoral”. (…) “Consciente de tradiciones y
patronazgos religiosos en el ámbito castrense (Inmaculada Concepción, Virgen
del Carmen, Virgen de Loreto, santa Bárbara, etc.), creo que es
tiempo de ir relegando estas manifestaciones a la esfera personal o a los
espacios patrimoniales museísticos, de manera que no haya vinculación expresa
de una entidad pública a cualquier doctrina religiosa”. (…) “No sé si se
opinaría lo mismo si viésemos en otros países e imágenes religiosas, por
ejemplo la Cruz de Hierro de Primera
Clase conseguida por Adolf Hitler
o bien una estalinista Estrella de Oro de
Héroe de la Unión Soviética, por citar dos tiranías”. El artículo es
extenso, pero aquí lo dejo. A los
políticos de la derecha, en periodo electoral, claro, les entra un raro
fervorín y un extraño misticismo estos días. Sin ir más lejos, hoy Viernes
Santo aparecía en la procesión del Santo
Entierro de Zaragoza Pablo Casado,
dice que en “visita privada”, acompañado de
Eloy Suárez y Luis María Beamonte. Salía del interior
de la iglesia de san Cayetano (que es el lugar de donde salen todas las
procesiones, entraba en el Colegio Notarial y más tarde se colocaba en un lugar
muy visible de una calle cercana y céntrica para estrechar manos de personas
anónimas que le saludaban. Como dice en
su artículo Sergio Villalba, “parece que se está normalizando las ganas del
enfrentamiento ideológico sin tapujos y que al señor Abascal le funciona la
acusación de “derechita cobarde”,
para que lo injustificable se produzca y empiece una suerte de nueva cruzada
con ostentación de palmarés y medallero al más ultra: lo veremos el 28 de
abril”. Aquí ya sólo falta crear la figura de otro monseñor Guerra Campos, volver a editar El Alcázar y sacar el palio de paseo por las catedrales (con gusano
dentro), para que la fiesta no decaiga.
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