jueves, 25 de abril de 2019

Gracias, ¿a quién?



El diario ABC da cuenta de lo que para ese diario monárquico fue un “inoportuno comentario” de una anciana a Letizia Ortiz. Hace algo más de una semana, la reina consorte visitaba el monasterio de san Blas, en Lerma,  con ocasión de haberse inaugurado en esa ciudad burgalesa la exposición “Las Edades del Hombre”. Y la consorte real aprovechó para saludar a las personas que esperaban en la calle su presencia. Entre ellas, un matrimonio de ancianos. La consorte les dijo: “! Qué matrimonio tan mayor, pero tan bien!  Aquí en Lerma viven ustedes muchos años. Con 93 años hay que dar gracias”. Pero la mujer anciana aprovechó la coyuntura favorable para preguntarle a la consorte real su edad. La consorte respondió: “Yo tengo 46 años”. Y la anciana, sorprendida, le espetó: “¡Yo te echaba muchos más!”. No sé cómo le sentarían a la reina consorte esas palabras de alguien que ya iba de vuelta de la vida. Supongo que no muy bien. Se limitó a contestarle: “Muchísimas gracias. Cuídese, señora”. Y la reina consorte siguió saludando a más gente anónima. A mi entender, esas cosas acontecen cuando alguien, en este caso la reina consorte, intenta “hacerse la rocera” con una ciudadanía alejada de los protocolos, de los besamanos y del glamur, que nunca sabe uno (tampoco la reina consorte) por dónde puede a salir el ciudadano de a pie. En esta vida ya se sabe, hay personas ancianas que son joviales y alegres; y otras, más jóvenes, que parecieran tener las arterias del color de las angulas. Es una actitud. No se trata de tener o no arrugas, sino de sonreírle a la vida y saberse reír uno de sí mismo. En efecto, con 93 años hay que dar gracias, pero ¿a quién? ¿Al Cielo, a los servicios sociales, a los hijos que les cuidan con cariño, a la buena alimentación…?  ¿A quién?  Lo malo de la vida es no saber usar bien el presente. A mí desde niño me indicaron mis padres que nunca se debe preguntar la edad a las señoras. Es de mal gusto. Y tomé nota.

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