Aquí algo está sucediendo. Es raro que en televisión
no se muestren los aforos en los mítines de los políticos. Ya nadie llena
plazas de toros como en tiempos de González
y hay salas con butacas vacías, como cuando las representaciones teatrales
tienen mala crítica. Cuando los camareros de los bares de carretera quieren
hacerse fotos con Abascal nos damos cuenta de que existe un voto oculto en la
ciudadanía silente que puede modificar todas las estadísticas. En democracia
todo es posible. Claro, los que hemos leído algo sabemos que Alemania durante varias
décadas estuvo asfixiada por una serie de medidas y de multas que debía dar
a los países afectados tras la Guerra Europea y las responsabilidades
contempladas en el Tratado de Versalles,
que terminó anidando un visceral odio de una Alemania arruinada a hacia el
resto de Europa. La quiebra financiera del 29 dio la puntilla a la República de
Weimar. Ello se tradujo en que en las elecciones de 1930 tanto el Partido Nazi
como el Partido Comunista subiesen como la espuma. Y mientras esto pasaba, Hitler seguiría viajando por Alemania
para captar adeptos, mientras que las tropas de las SA iban marchando por todas
las ciudades e interrumpiendo los mítines de las demás formaciones políticas. Y
así llegamos a 1933, cuando el 30 de enero Hitler es nombrado canciller de
Alemania tras una coalición de partidos de ultraderecha y de conservadores
nacionalistas. Tras el incendio del Reichstag,
Hitler se volvió mucho más autoritario, exigiendo a los demás partidos políticos
su voto para todo y eliminando del gobierno a los comunistas. Y luego pasó lo
que pasó. Hoy leyendo a Jesús Cacho
en vozpópuli algunos lectores hemos podido despejar dudas
sobre el efecto “bola de nieve”. Pone el punto de mira sobre algo que debería
hacer reflexionar. Escribe: “Lo de Palencia el miércoles, una ciudad acoplada
al voto ‘popular’ desde que hay recuerdo, con grandes colas para entrar en el
cine Ortega y dos veces el aforo en la calle. Lo de este jueves en Madrid, a
las puertas de ese ICADE donde se forman las nuevas generaciones de la
dirigencia española. Y la marea sigue. La pleamar Vox no deja de subir. Hay
quien sostiene que estamos ante la reedición del fenómeno Podemos en 2015, y a
mí no me lo parece. Porque la España cabreada, cansada de la clase política,
harta de pagar impuestos y soportar ofensas del separatismo, asqueada de la
corrupción y el mamoneo, no es de derechas ni de izquierdas o es mucho más que
eso”. Y luego pasa lo que pasa, si es que pasa. Y si pasase lo que podría pasar,
seguro que aparecería un imbécil en la Sexta
“aclarando” al televidente trasnochador de los sábados que la culpable de las
mareas es la Luna.
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