Parece normal que en época preelectoral, los
candidatos prometan en los mítines cualquier cosa, desde bajadas de impuestos
para todos hasta puentes donde no existe río. Pero lo de Albert Rivera es chocante. Ha dicho en el Foro El Mundo que si gobierna incluirá dentro el Pacto Nacional de
la Educación una nueva asignatura: “Constitución Española”, y añadió que “a
quien moleste esa asignatura tiene un problema con la democracia”. Los que ya tenemos
una edad como para no dedicarnos a pescar cangrejos con retel recordamos aquella asignatura
obligatoria durante el franquismo en el bachillerato que se llamaba “Formación del Espíritu Nacional”, que solía ser impartida en las aulas por
antiguos alféreces provisionales de afilado bigote y sin mejor cosa que hacer.
Con la aplicación de aquella asignatura se creaba un nuevo sistema adoctrinador que sirviera a la
ideología de los ganadores de la Guerra Civil; es decir, una contrarrevolución
educativa acorde con la idea falangista de la revolución social. Para llevar a
cabo esa labor, fue necesario depurar previamente desde maestros de escuela hasta
catedráticos de Universidad, como así se hizo. A unos se les prohibió ejercer
la enseñanza, a otros les dieron el “paseo” en una tapia. También fue
necesario el expurgo de bibliotecas y una censura rígida en prensa, radio,
cine, teatro y libros que se editaban y que pudiesen afectar a aquel concepto
falangista de “unidad de destino en lo Universal”, que nunca supimos bien de
qué destino se trataba. En todos los manuales de Formación del Espíritu Nacional –recuerdo- se hablaba de los
grandes hitos de la Historia de España: Covadonga durante la Reconquista, la toma de Granada, el
descubrimiento de América, la conquista de los imperios azteca e inca, la
guerra de la Independencia contra Napoleón, y el Glorioso Alzamiento Nacional contra los rojos;
que, según Antonio Castro Villacañas
(delegado nacional de Prensa y Radio nombrado por José Utrera Molina) “no lo protagonizó el Ejército, sino que fue la
reacción del pueblo español en un esfuerzo sobrehumano para acabar con una
República que lejos de solucionar los problemas los creaba”. ¡Chupa del frasco!
Con el tiempo, y así lo recuerdo, aquella Formación
del Espíritu Nacional se suavizó con la lectura del libro “Luiso.
María, matrícula de Bilbao” (José
María Sánchez Silva. Doncel, 1960), que trata sobre la navegación de un
adolescente en un barco mercante capitaneado por su padre. Una película que
terminaba mientras se escuchaba un “Boga
boga” orquestal y la palabra “fin”,
al tiempo que la gente se levantaba de sus butacas con aspecto amodorrado. Se
estrenó en Madrid el 17 de noviembre de 1960 en el cine Coliséum. También se hizo una película por la productora Chamartín y dirigida por Ladislao Vadja, que murió en Barcelona
en 1965 dirigiendo a Sara Montiel
durante el rodaje de “La dama de Beirut”.
En fin, esa estupidez dicha por Albert Rivera en un foro ha servido para que rechine
en mi cerebro el estrépito de un tiempo lejano que me despierta el sonido de
aquella milonga sentimental interpretada al acordeón y que sólo se podía tocar
en muy solemnes trances.
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