jueves, 11 de abril de 2019

Tapaderas




Dice Juan José Millás que las cosas importantes tienen tapadera y pone como ejemplo la olla exprés y el ataúd. Se deja la tapadera del retrete, la tapadera de las alcantarillas, la boina, que es la tapadera del colodrillo, y la tapa del piano que enclaustra a 88 teclas. Recuerdo cuando de niño comencé a escribir con pluma y plumilla, de esas que había que untarla en el tintero cada veinte palabras. El maestro siempre me decía que al terminar de escribir, debía ponerle la tapa enroscada al tintero de pelikan en evitación de que se evaporase la tinta. Yo nunca supe si la tinta evaporada, la que subía a la nube, serviría para que en otro lugar se escribieran cuentos, se confeccionasen facturas, o se hicieran relaciones nominales de las personas que iban al cielo sin pasar por el purgatorio. Lo de la máquina de escribir era cosa diferente. Era un artilugio muy complicado que no escribía sola sino que había que picar en el rodillo mediante las teclas. También resultaba complicado poner acentos a las mayúsculas e imposible ajustar el texto escrito en los márgenes derechos. Sólo se ajuntaba en el lado izquierdo, en el principio de línea. Pero, lo que son las cosas, ahora que escribo en ordenador sigo dejando sin justificar los márgenes de la derecha. Me gusta más así. Uno tiene sus manías, que deben ser respetadas. Como decía, hay artilugios que tienen tapadera y empresas sin apenas actividad que se utilizan de tapadera de otros negocios para evadir impuestos y blanquear capitales. Son las sociedades interpuestas, sobre todo hosteleras e inmobiliarias, negocios bastante opacos en los que se maneja mucho dinero en efectivo. Es tan simple como ir depositando cantidades pequeñas en múltiples cuentas bancarias para marear la perdiz. Recuerden, por ejemplo, cuando Díaz Ferrán blanqueaba 100.000 euros al mes en Marsans. Aquí hay muchas tapaderas y también muchos taparrabos, que son las tapaderas de las partes pudendas, pero sobre eso escribiré otro día.

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