Como hoy mi hijo está en Nápoles, le he mandado un
mensaje para que me haga llegar una imagen de san Genaro. Lo que ya no voy a poder conseguir es una ampolla con
su sangre por ver si se licúa tres veces al año, que es lo ortodoxo. Acabo de
leer una entrevista a Santiago Niño
Becerra, que no es el guitarrista de la Niña de los Peines sino un catedrático de Estructura Económica de
la Universidad Ramón Llull, que me ha producido un gran abatimiento. Dice en elEconomista.es que “el IRPF
desaparecerá en poco tiempo y se pagará lo que no está escrito en IVA”, es
decir, que los impuestos indirectos son la madre del cordero. Acaba de publicar
“El crach. Tercera fase” donde viene
a decir que la crisis de 2008 seguirá viva hasta 2023. “Hemos dejado atrás –señala
el catedrático- la segunda fase de crecimiento económico. Una segunda fase, que
llamo de las anfetaminas, porque ha
estado sostenida por los bancos centrales, a base de comprar deuda pública e
inyectar dinero a la economía. Por ejemplo, el BCE tiene un cuarto de billón de
euros de deuda española. La tercera fase de la crisis será como el final de
todas las crisis en la que se produce un cambio de modelo económico. En la Gran
Depresión de 1929, la tercera fase empezó en 1937 y terminó en 1947, momento en
el se produjo la transición a un cambio de modelo que ha sido el nuestro hasta
hace diez años”. (…) “El volumen de producción estaba antes en el centro del
sistema capitalista, pero ahora se está desplazando hacia la productividad, la
eficiencia y la flexibilidad. Y esto tiene implicaciones muy profundas. La
única manera de adaptarse a este contexto es devaluar salarios. El trabajo cada
vez valdrá menos. El mismo puesto de trabajo estaba mejor pagado hace diez
años. Habrá entre un 10% y un 30% que vivirán muy bien manteniendo sus puestos
de trabajo vinculados a las grandes corporaciones. El resto de gente no lo
pasará bien”. Espero que ese santo nos ayude a pasar ese cáliz. Ya le estoy
preparando a san Genaro una pequeña venera en forma de concha marina en mi
dormitorio para poder mirarle desde la cama. Lo de la licuefacción de su sangre
no podré advertirlo, al carecer de la ampolla,
ni podré observar ese líquido rojizo que a veces burbujea. Pero ya procuraré
enterarme cuando eso suceda, o sea, cada sábado anterior al primer domingo de
mayo, cada 19 de septiembre coincidiendo con su fiesta litúrgica y cada 16 de
diciembre, cuando se implora que el Vesubio no entre en erupción. Niño Becerra es una especie de profeta en su
tierra que deja chico a Nostradamus,
que posee una barba sin bigote a modo de barbuquejo, y que ya en 2009 acertó
con la que se nos venía encima. ¡Qué mala suerte! Tiene chacota. Esas profecías
llegan ahora, precisamente ahora, cuando acababa de comprarme una americana
madrileña azul con flamenquín para pasear al perro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario