martes, 9 de abril de 2019

Tocar madera



Como hoy mi hijo está en Nápoles, le he mandado un mensaje para que me haga llegar una imagen de san Genaro. Lo que ya no voy a poder conseguir es una ampolla con su sangre por ver si se licúa tres veces al año, que es lo ortodoxo. Acabo de leer una entrevista a Santiago Niño Becerra, que no es el guitarrista de la Niña de los Peines sino un catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull, que me ha producido un gran abatimiento. Dice en elEconomista.es que “el IRPF desaparecerá en poco tiempo y se pagará lo que no está escrito en IVA”, es decir, que los impuestos indirectos son la madre del cordero. Acaba de publicar “El crach. Tercera fase” donde viene a decir que la crisis de 2008 seguirá viva hasta 2023. “Hemos dejado atrás –señala el catedrático- la segunda fase de crecimiento económico. Una segunda fase, que llamo de las anfetaminas, porque ha estado sostenida por los bancos centrales, a base de comprar deuda pública e inyectar dinero a la economía. Por ejemplo, el BCE tiene un cuarto de billón de euros de deuda española. La tercera fase de la crisis será como el final de todas las crisis en la que se produce un cambio de modelo económico. En la Gran Depresión de 1929, la tercera fase empezó en 1937 y terminó en 1947, momento en el se produjo la transición a un cambio de modelo que ha sido el nuestro hasta hace diez años”. (…) “El volumen de producción estaba antes en el centro del sistema capitalista, pero ahora se está desplazando hacia la productividad, la eficiencia y la flexibilidad. Y esto tiene implicaciones muy profundas. La única manera de adaptarse a este contexto es devaluar salarios. El trabajo cada vez valdrá menos. El mismo puesto de trabajo estaba mejor pagado hace diez años. Habrá entre un 10% y un 30% que vivirán muy bien manteniendo sus puestos de trabajo vinculados a las grandes corporaciones. El resto de gente no lo pasará bien”. Espero que ese santo nos ayude a pasar ese cáliz. Ya le estoy preparando a san Genaro una pequeña venera en forma de concha marina en mi dormitorio para poder mirarle desde la cama. Lo de la licuefacción de su sangre no podré  advertirlo, al carecer de la ampolla, ni podré observar ese líquido rojizo que a veces burbujea. Pero ya procuraré enterarme cuando eso suceda, o sea, cada sábado anterior al primer domingo de mayo, cada 19 de septiembre coincidiendo con su fiesta litúrgica y cada 16 de diciembre, cuando se implora que el Vesubio no entre en erupción.  Niño Becerra es una especie de profeta en su tierra que deja chico a Nostradamus, que posee una barba sin bigote a modo de barbuquejo, y que ya en 2009 acertó con la que se nos venía encima. ¡Qué mala suerte! Tiene chacota. Esas profecías llegan ahora, precisamente ahora, cuando acababa de comprarme una americana madrileña azul con flamenquín para pasear al perro...

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