domingo, 12 de mayo de 2019

Sopa de ganso



Todo parece indicar que el PP se está disolviendo como un azucarillo en una taza de  café. Si los resultados del próximo 26 de mayo le son adversos, Casado debería  tomar el hatillo y desaparecer de la primera línea de fuego. En política no se debe aplicar aquella máxima que se atribuye al estrafalario Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”.  Primero se convirtió en el “mono de repetición” de Abascal, para poco más tarde afirmar que Vox era la ultraderecha; después apareció en los mítines junto a Aznar, para posteriormente cambiarlo por Rajoy, la otra cara de la falsa moneda. Jesús Cacho, hoy en Vozpópuli, en su artículo “La momia de Mariano y el brazo incorrupto de Santa Teresa”, afirma: “Es el final lógico de una historia que el gran culpable escribió, contra el más elemental patriotismo, en un restaurante de la calle de Alcalá esquina a Independencia, donde el malandrín se refugió, desde el mediodía del 31 de mayo hasta bien entrada la noche, dispuesto a enfangar su pasado, arruinar su presente y fundir su futuro en alcohol de distintas facturas, todo ello mientras en el Congreso se decidía el futuro de España. Lo que aquella tarde noche hizo Mariano Rajoy fue ceder la posición, por usar un símil baloncestístico, a un adversario cuyo máximo logro hasta entonces había consistido en perder todas y cada una de las elecciones en las que había concurrido, y cada vez con peores resultados”. (…) “Mariano regaló aquel día a Sánchez el Gobierno de España, una concesión insólita en la historia de las democracias occidentales”. Y ahora, ¿qué? A los diputados del PP sólo les quedará acercarse a la barra del bar del Congreso para beber absenta, como hacía Modigliani cuando carecía de inspiración pictórica, muerto prematuramente en el Hospital de la Charité, en Saint-Étienne, a una edad cercana a la que ahora tiene Casado. Ya lo dice la canción de Pedro Navaja: “Sorpresas te da la vida, ¡ay, dios!”.

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