sábado, 11 de mayo de 2019

Sur



Se acabaron las procesiones en Sevilla, los piropos que se lanzaban a las imágenes de vírgenes desde las aceras y las saetas que se cantaban en los balcones alquilados, previo pago acordado por el que nunca da la cara. Ya sólo queda como fosilizada la cera desprendida  de los cirios de los priostes en el suelo de la calle Sierpes. Y esta noche se acaba la Feria de Abril, que este año ha sido en mayo. Ahora queda expedito el camino de caravanas engalanadas por las marismas del Guadalquivir  hasta el Rocío, con sus tartanas, sus mulas acicaladas, los rebujitos para calmar el secaño, los faralaes y los ayes de los palmeros entre el polvo del camino, los tábanos y un sol de plomo. En el Sur nunca acaba la fiesta. Pero, como dijo el filósofo rumano Emil Ciorán, “ya va siendo hora de sacudir a la gente, sacarla de sus sueño a sabiendas de que con ello se comete un crimen, y de que valdría mil veces más dejarla donde está, puesto que al despertarla no tenemos nada que ofrecerle”. Lo malo de todo es que las revoluciones, aunque sean incruentas para salir de un marasmo atosigante, nunca las hacen los pobres. Las sublevaciones que terminan en tragedia siempre las intentan, a veces hasta lo consiguen, tipos frustrados cuando descubren que pasa el tiempo y que no se cumplen sus expectativas. “Sufrir (también lo dijo Ciorán), es la manera de estar activo sin hacer nada”. Y añadía el autor de “Del inconveniente de haber nacido” y de “Breviario de podredumbre” que “no son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo”, o como mira impasible el giraldillo alzado en el balcón y sobre el cuerpo de las azucenas, añadido al minarete, algunos sostienen que erigido para conmemorar la victoria almohade en la batalla de Alarcos, que antaño era rojizo y que más tarde fue convertido en torre campanario de la catedral. El giraldillo está activo sin hacer nada. Se mueve por donde suele asomar el viento, soplando.

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