martes, 14 de mayo de 2019

Teruel, siempre presente



Les puedo asegurar que Teruel existe, que Teruel late con esos latidos broncos de viejo despertador y que Teruel, también su provincia, es símbolo de sosiego. Cierto que en invierno hace frío pero, como no hay mal que por bien no venga, en Teruel se elaboran unos jamones que nada tienen que envidiar a los de Trevélez, en la Alpujarra granadina, a los pies de Sierra Nevada y a más de 1.200 metros de altitud, como los que regalaba Natalio Rivas a cambio de favores políticos. Los vecinos de Albuñol solían decir: “Si quieres conseguir algo pídeselo a don Natalio”. Su secretario, particular, Joaquín Sanz, llevaba la cuenta de aquellos favores, que pasaron de mil. Don Natalio Rivas murió en 1958, pero en los diarios “El Ideal” y en “La Publicidad” se dio noticia de que había fallecido en 1936 “asesinado por las hordas marxistas”. Fue amigo de mi abuelo y presumo de conservar algún “Anecdotario” firmado por él. Pero me estoy desviando del tema y pido perdón por ello. Hacía referencia a Teruel y su “Diario de Teruel” que ahora dirige Chema López Juderías con aseo y que suelo leer con sumo agrado. Se dio la circunstancia de que, a raíz de un premio literario, hablé telefónicamente con el entonces director Carlos Hernández y durante un año estuve enviando un artículo semanal a cambio de recibir por correo ordinario un ejemplar de ese diario de lunes a viernes. Hoy, al echar un vistazo, me he topado con un suelto que le dedican a mi sobrina Itziar Miranda, que ha firmado libros infantiles en la IV Feria del Libro y el Cómic. Pero leyendo a Javier Lizaga he descubierto una palabra que no conocía: “mochufa”. Lo aclara: “Los mochufas –señala- son casi una clase social, aquellos visitantes de pequeños pueblos desde sus grandes ciudades que hablan a gritos por el móvil promulgando que quieren desconectar cuando se pasan el día mirando al celular y subiendo fotos idiotas a las redes. Los que visten de verde caki (sic) como si fueran a descubrir la selva camboyana o embuten sus tripas en camisetas de gimnasio”. Siempre aprendo algo. Bueno, también indica que esa palabra fue inventada por Santiago Lorenzo y la emplea en “Los asquerosos”, su cuarta novela, plagada de invenciones lingüísticas. Como expresa Federico Marín Bellón en ABC en referencia a esa novela, “lo que termina de convertirla en adictiva es el ritmo y la intriga, aliñados con un humor zaino, de incorrección suicida”. Santiago Lorenzo es de alguna manera como Matías Martí, el inventor de palabras de “La colmena”, que en la película interpretaba el propio Cela,  como vizcotur: “dícese del que sobre ser bisojo y mal encarado, mira con aviesa intención”. Habría que inventar un nuevo diccionario.

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