Les puedo asegurar que Teruel existe, que Teruel
late con esos latidos broncos de viejo despertador y que Teruel, también su
provincia, es símbolo de sosiego. Cierto que en invierno hace frío pero, como
no hay mal que por bien no venga, en Teruel se elaboran unos jamones que nada
tienen que envidiar a los de Trevélez, en la Alpujarra granadina, a los pies de
Sierra Nevada y a más de 1.200 metros de altitud, como los que regalaba Natalio Rivas a cambio de favores
políticos. Los vecinos de Albuñol solían decir: “Si quieres conseguir algo
pídeselo a don Natalio”. Su secretario, particular, Joaquín Sanz, llevaba la cuenta de aquellos favores, que pasaron de
mil. Don Natalio Rivas murió en 1958, pero en los diarios “El Ideal” y en “La
Publicidad” se dio noticia de que había fallecido en 1936 “asesinado por
las hordas marxistas”. Fue amigo de mi abuelo y presumo de conservar algún “Anecdotario” firmado por él. Pero me
estoy desviando del tema y pido perdón por ello. Hacía referencia a Teruel y su
“Diario de Teruel” que ahora dirige Chema López Juderías con aseo y que suelo
leer con sumo agrado. Se dio la circunstancia de que, a raíz de un premio
literario, hablé telefónicamente con el entonces director Carlos Hernández y durante un año estuve enviando un artículo
semanal a cambio de recibir por correo ordinario un ejemplar de ese diario de
lunes a viernes. Hoy, al echar un vistazo, me he topado con un suelto que le
dedican a mi sobrina Itziar Miranda,
que ha firmado libros infantiles en la IV
Feria del Libro y el Cómic. Pero leyendo a Javier Lizaga he descubierto una palabra que no conocía: “mochufa”. Lo aclara: “Los mochufas –señala- son casi una clase
social, aquellos visitantes de pequeños pueblos desde sus grandes ciudades que
hablan a gritos por el móvil promulgando que quieren desconectar cuando se
pasan el día mirando al celular y subiendo fotos idiotas a las redes. Los que
visten de verde caki (sic) como si fueran a descubrir la selva camboyana o
embuten sus tripas en camisetas de gimnasio”. Siempre aprendo algo. Bueno,
también indica que esa palabra fue inventada por Santiago Lorenzo y la emplea en “Los
asquerosos”, su cuarta novela, plagada de invenciones lingüísticas. Como expresa
Federico Marín Bellón en ABC en referencia a esa novela, “lo que termina de convertirla en adictiva es el ritmo y la intriga,
aliñados con un humor zaino, de incorrección suicida”. Santiago Lorenzo es de
alguna manera como Matías Martí, el
inventor de palabras de “La colmena”,
que en la película interpretaba el propio Cela,
como vizcotur:
“dícese del que sobre ser bisojo y mal encarado, mira con aviesa
intención”. Habría que inventar un nuevo diccionario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario