miércoles, 26 de junio de 2019

The servant



Lo que está aconteciendo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias me recuerda de alguna manera una película que vi hace ya un montón de años, The servant, en el Cine Savoy de Barcelona. En aquel film, basado en la novela de Robin Maugham y dirigido por Josep Losey, un intrigante y manipulador mayordomo consigue dominar la vida del señor al que sirve aprovechándose de sus debilidades sexuales. En el caso de Sánchez e Iglesias, el segundo pretende aprovecharse de la dificultad que tiene el primero para ser proclamado presidente del Gobierno con el impulso de los actuales 123 diputados socialistas. El último encuentro entre ambos,  el de ayer, un día antes de que Sánchez se marchase a una cita con el G-20 en Japón, ha sido la cuarta cita y el cuarto fracaso. El osado Iglesias, que perdió 29 diputados en los últimos comicios quedándose sólo con 42, pretende ahora que, proporcionalmente a esos resultados obtenidos el pasado 28 de abril, pueda colocar a políticos de Unidas Podemos en carteras ministeriales sin especificar preferencias. Primero: no son suficientes 165 diputados para conseguir mayoría absoluta. Segundo: Otra solución, aunque no parece posible por ahora, sería un pacto entre PSOE y Ciudadanos, que sumarían 180 diputados. Y llegados a ese punto de desencuentro afloran a la superficie las advertencias de Iglesias. Ha pedido a Sánchez  que se decida de una vez por todas para configurar un gobierno “estable”, que le aclare cuál es exactamente su posición y qué papel reserva para Unidas Podemos en el futuro gobierno. Aquí el intrigante y manipulador mayordomo amenaza con no favorecer la investidura de Sánchez. Sería la segunda vez que lo hace. La respuesta de Sánchez a ese pedigüeño podría haber sido contundente: “Mira, muchacho, no te me pongas gallito. Ten por seguro que si fuésemos a nuevos comicios por no poder formar gobierno, tu partido morado posiblemente desaparecería del mapa político dada la deriva que lleva. Conque mejor será que vuelvas a La Navata, te pongas el pantalón corto de cretona estampada e intentes capar gamusinos con alicate. Es actividad campechana que amansa mucho los vigores. Tu partido político, como los tacones cubanos sobre zapatos de charol, los jazmines en el ojal y el fox-trot, ya infunde poco rendibú, o sea”.

domingo, 23 de junio de 2019

Libros, algo más que lectura



Posiblemente Fernán Caballero lo asociarán a un pueblo de Ciudad Real, en el camino hacia Madrid, de apenas 1.000 habitantes. Fue una aldea protegida por el castillo de Malagón. Más tarde quedó vinculada a la Orden de Calatrava y alcanzó la categoría de villa en 1482. El nombre se le atribuye al primer señor, Ferrant Cavallero, en el siglo XIV. En 1837 el ayuntamiento y la iglesia fueron incendiados; y el 14 de julio de 1936, 14 religiosos claretianos fueron arrojados al andén de la estación de ferrocarril y tiroteados hasta morir (Antonio Montero, “Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939”, pp. 296-307). Pero yo pretendo asociarlo al pseudónimo que adoptó la escritora Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (1798-1877). Ello viene a cuento por una simple razón: al libro “Recuerdos de Fernán Caballero”, escrito por Luis Coloma y publicado en 1910 (El Mensajero del C. de Jesús, Ayala, 3, Bilbao). Un libro en cartóne granate de 450 páginas y el añadido de un retrato de la escritora, nacida en Morges (Suiza), tres veces casada y residente durante mucho tiempo en Dos Hermanas (Sevilla) donde recibió la visita del escritor americano Washington Irving. Como recuerda P. Sánchez Núñez (Fernán Caballero. La escritora de Dos Hermanas. Vida y Cartas”, editado por La plazoleta de Valme, 127 pp.-2015), algunos que la conocieron la describieron como  “sempiterna fumadora de puros, gran amante de los dulces; vitalista pero un punto excéntrica. Estuvo considerada con los códigos sociales de la época como ‘una señora rara’, siempre rodeada de flores, gatos y pájaros”. Murió en Sevilla a los 81 años. Sus restos reposan en el Panteón de Sevillanos Ilustres, en la cripta de la iglesia de La Anunciación. Personalmente tuve la suerte de encontrar un ejemplar bastante bien conservado durante una de mis visitas domingueras a la zaragozana plaza de san Bruno.  Mi sorpresa llegó cuando leí lo que ponía manuscrito en una de las primeras páginas: “Hoy 18-1-1928. Josefina  Mompeón. Zaragoza”, Nacida en 1905 y  fallecida el 10 de junio de 1998 a los 93 años, siempre tuvo una estrecha vinculación con el diario Heraldo de Aragón. Su letra es puntiaguda y ágil de trazo. Me recordó la caligrafía inconfundible de mi madre. Tenía 23 años cuando adquirió el libro y estaría dispuesto a entregárselo a sus herederos directos si así me lo solicitasen. Qué menos.

sábado, 22 de junio de 2019

Nigromantes y zahoríes



El caso es que ya estamos en verano y Franco sigue con la raspa estirada sobre esa  enorme morgue granítica, llena de limo y de gusarapos, donde habitan las manolas, el capelo de Herrera Oria, cerca de los cráneos sin ojos de los Borbones en El Escorial, donde anidan, digo, la Enciclopedia de Grado Elemental de Dalmau Carles, los ecos de la voz quebrada de El Gitano Señorón, la chistera de Canalejas, el pericón de Eugenia de Montijo, las gardenias de Machín, el caballo de Espartero y la pistola de Larra. Vox se instala en las Instituciones como el piojo verde se instaló en las casas de los pobres en  los años cuarenta, y todo apunta a que los ciudadanos seguimos tan amenazados como el cernícalo plumilla, el sisón, la avutarda, la alondra de Dupont y el gato montés. Cuenta el ya fallecido psiquiatra  Carlos Castilla del Pino, en su libro “Casa del olivo”,  que un tal D.P., uno de los que habían fusilado al librero Rogelio Luque, se presentaba a diario en la que había sido su librería, luego regentada por su viuda y el hijo mayor, para hojear durante horas libros religiosos. Por estos pagos estamos ya todos condenados  y sin redención posible, como los inicuos. Siempre tropezamos en la misma piedra. Somos demócratas de boquilla, pero lo que nos encandila es que nos aten en corto, que acudamos al comedor a toque de fajina, al trabajo a toque de sirena y a la iglesia atoque de campana. El español dice aquello de “la ley es la ley” para zanjar las discusiones, confía en curanderos, nigromantes y zahoríes, y hace del bar su cuarto de estar. Con Franco también había leyes, y con Hitler… ¡Pero qué leyes! Ya lo dijo Américo Castro: “El español sueña con la justicia de un juez-sacerdote, que absuelve o condena según las circunstancias, y teniendo en cuenta la conducta futura”. ¿Alguien me puede explicar esa astracanada?

jueves, 20 de junio de 2019

Nadie merece el olvido



Comenta la prensa aragonesa que el nuevo alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, ha vuelto a colocar un retrato del actual Jefe del Estado que el anterior alcalde, Pedro Santisteve, había metido en el cajón de los recuerdos. Se trata de un retrato de Felipe de Borbón cuando era cadete en la Academia General Militar. Es decir, que Pedro Santisteve no había escondido un retrato del actual monarca sino del entonces heredero de la Corona posando con aspecto aniñado y vestido con uniforme militar. Dios sabe cuántas fotos viejas estarán dormidas  en el ángulo oscuro, silenciosas y cubiertas de polvo, como escribió Bécquer en su Rima VII. Ha sido necesario que llegase un “Lázaro”, en este caso un nuevo alcalde, para que la repusiese en un lugar preeminente de su despacho. Recuerdo que un día, visitando la  Sociedad Azucarera Leopoldo (que así se llamaba entonces) en Miranda de Ebro, siendo director José Ignacio Monasterio, le pregunté a aquel viejo amigo sobre una piedra caliza bastante grande que tenía depositada en su despacho. Me comentó que estaba en un sector de esa fábrica, no sé ahora si en carbonatación, o en las tachas, que eso da lo mismo, para que los trabajadores posasen el botijo. Estaba escrito a cincel el nombre del rey y la fecha de inauguración. Era, como digo, la primera piedra de aquella factoría inaugurada por Alfonso XIII en 1925, siendo alcalde Antonio Martínez y merced a los auspicios del diputado a Cortes, José María de Alfaro. Dieciocho años antes, el domingo 7 de julio de 1907, el rey, entonces acompañado por el presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, y por el ministro de Gobernación, Juan de la Cierva, le había concedido durante su estancia veraniega en La Granja de San Ildefonso el título de Ciudad a la que hasta entonces era villa. Tenía Miranda de Ebro 7.000 habitantes, se acababa de inaugurar su plaza de toros y hacía cuatro décadas que contaba con estación de ferrocarril, concretamente desde 1862,  explotada por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, y construida con aire victoriano según proyecto del ingeniero inglés  Charles Blacker Vignoles, que le añadió dos grandes viseras de 90 metros, una por cada lado de la estación de la línea Castejón-Bilbao.  En la foto que acompaño quedó plasmada la inauguración de esa azucarera burgalesa que llevaría el nombre de Leopoldo en memoria de Leopoldo Lewin Auser, empresario alemán fallecido el 13 de septiembre de 1923. Nunca he sido monárquico, pero ni el retrato del entonces príncipe de Asturias, ni la piedra inaugural de la Azucarera Leopoldo que recuerda la visita de su augosto bisabuelo a ese ingenio, a mi entender, merecen el olvido.

De "corpus" presente



A nadie, al menos que yo sepa, le gusta limpiar una mesa después de una autopsia, maquillar cadáveres o ayudar a morir a un enfermo terminal. Pero hay gente para todo, incluso voluntarios que encuentran en ello una forma de redención de no sabemos qué. Las lágrimas hay que saber tragarlas en silencio. Son de sabor salado y limpian el garganchón. ¿Ha oído usted, amigo lector, nombrar alguna vez qué es eso de las lágrimas de Batavia o gotas del príncipe Rupert?  Pues se lo explico. Son unas gotas de cristal fundido que echadas en agua fría se templan como el acero y toman una forma ovoide, como todas las gotas. Ahora bien, como se rompa la punta en forma de lezna de una de esas ampollas, ésta explota y todo se reduce a un polvillo muy fino, como de polvo de ala de mariposa. Cosa distinta son las lágrimas de cocodrilo. Yo no sé qué es eso de la conciencia, al menos como la entienden los místicos. Sólo conozco la ética, que es como el grampín para la trabazón en la dignidad. Hay ricos porque existen los pobres. La sociedad, que hoy se manifiesta por las calles de Sevilla, de Toledo y de Daroca celebrando eso que llaman el Corpus, es hipócrita y servil. La Guardia Civil fue creada por Bravo Murillo (el duque de Ahumada sólo recibió el encargo del presidente del Consejo de Ministros)  para defender los intereses de los terratenientes. La sociedad hoy entrega armas a la Policía para que defienda a cualquier ciudadano, ya sea rico o pobre. Esa es la clara diferencia conceptual en un Estado de Derecho. La fortuna nunca cayó de las nubes. ¿Quiénes se hicieron de oro con la Desamortización? ¿Y con los trazados de ferrocarril? ¿Y con los negocios de los políticos tras la Restauración?  En los últimos años del siglo XIX, Valentín Almirall denunciaba el maridaje entre los intereses de la política y los negocios ferroviarios. “En España -decía- las compañías de ferrocarriles se apresuran a introducir en sus consejos de administración, con sueldos muy sustanciosos, a los principales políticos de todos los partidos para tener, sea cual fuere la forma de gobierno y sea cual fuere el partido que ocupe el poder, personas que cuiden de sus intereses dentro del Ministerio. De este modo, siempre ganan sus pleitos contra los particulares…”. Sostiene Antonio Burgos hoy en ABC que “la mañana y [falta el artículo determinado femenino singular ‘la’] procesión del Corpus tienen mucho de patrimonio inmaterial de Sevilla”.  También aprovecha para recordar al lector la letra del himno oficial del XXII Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Madrid en junio de 1911, compuesto por el agustino Restituto del Valle y el vasco Juan Ignacio Busca, que  dedicaron a la infanta Isabel de Borbón. La cabra siempre tira al monte.