Fresneda de la Sierra, en la provincia de Cuenca (no
confundir con Fresneda de la Sierra Tirón, en la provincia de Burgos, que
cuenta con dos bares: Bar Ramón y Casa Jorge), está viviendo en sus
propias carnes eso de la “España vaciada”
por el cierre del único bar donde poder reunirse los vecinos para tomar café,
charlar, o echar la partida de cartas. Jesús
González se jubila y, en consecuencia, ha pinchado con una chincheta un aviso
dentro de su local: "Se ofrece bar en funcionamiento. Ochenta metros cuadrados,
con almacén, cocina y salida de humos. Se traspasa por jubilación". Las
condiciones no parecen malas. Para aquel que desee hacerse con el traspaso se
le exigirá su empadronamiento en el pueblo y el pago de un alquiler de 100 euros mensuales. A cambio,
tendrá derecho a disfrutas de vivienda aneja al bar y a disponer de leña
procedente de monte público. Recuerdo haber contado en muchas ocasiones que un
bar de barrio en España es, además de un establecimiento donde se sirven
bebidas, el cuarto de estar de muchos vecinos. No digamos nada si ese bar está
en un municipio, como es el caso de Fresneda de la Sierra, de sólo 48
habitantes, a 44 kilómetros de Cuenca, 29 de Tarancón, y a casi 1000 metros de
altura. En tiempos de Franco la cosa
era distinta. En todos los pueblos españoles se crearon los “tele-clubes” para que los vecinos
pudieran ver en blanco y negro la televisión estatal; es decir, poder “informarse”
con los telediarios leídos por un señor de aspecto circunspecto, escuchar las canciones
de Rita Pavone o de Los Sabandeños, ver alguna corrida de
toros o algún partido de futbol, la sabatina fiesta nocturna de “Gran Parada” con Torrebruno o con Los Vieneses,
películas de “Ironside”, “La mansión de los
Plaf”…, para y terminar la jornada
al filo de la medianoche con la aparición de un cura en “El alma se serena” y la posterior interpretación de la marcha real entre
banderas al viento y fotos del dictador para arriba y para abajo. Y en el bar
del pueblo, como digo, se podía tomar café o una copa de “Terry” mientras se hojeaba sin demasiada devoción el “7 fechas”, “El caso”, o un diario de la
llamada “prensa del Movimiento”, cuyas páginas eran tan grandes que ocupaban
toda la mesa de velador. Es normal, por tanto, que los vecinos de Fresneda de
la Sierra se encuentren alarmados ante el aviso del cierre del bar. El único
cartel que se ponía hasta entonces en los bares era el que decía: “Prohibido cantar, escupir en el suelo y
hablar de política”; salvo en una ocasión, cuando un párroco, que acabó largándose
con la mujer de un sobrestante de la Renfe, ordenó al monaguillo que pusiera un
cartel en el café-bar del pueblo, que decía: “Todo vecino que esta tarde decida ir al Cine Ideal pecará mortalmente.
La película que se proyecta está
clasificada por la censura como de 3R. No es recomendable que la vea un
cristiano”. Aquella película era “Las
noches de Cabiria”, de Federico
Fellini, ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera en 1957. Ahora esperemos
que Jesús González no termine con sus huesos en el abrevadero por el hecho de
pretender retirarse del oficio. Un pueblo puede quedarse sin boticario, sin
casa-cuartel de la Guardia Civil, sin practicante, sin biblioteca pública, sin
cartero y hasta sin sala de cine. Pero nunca debe faltar el cura que cante el “Libera Me” en el lecho de muerte ni el bar,
por mucho que a los achaques de la edad no los perdone ni el “gerovital”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario