domingo, 8 de septiembre de 2019

El toro herido



A propósito de un artículo del director de Diario de Teruel, Chema López Juderías, del pasado día 2 de septiembre (“La vacía y la vaciada”), existe otro artículo anterior  al suyo de Juan Manuel Marqués Perales  (El Día de Córdoba , 05/04/19) que, bajo el título de “Vacía, no vaciada”, viene señalar que “en la agrupación humana está la economía, por eso se congrega la gente en torno a las ciudades: por el empleo, la riqueza, el beneficio”. Y, como no hay mal que por bien no venga, Marqués hace alusión a la Ley d’Hont  “por la que un escaño cuesta 20.000 votos en Ávila o en Segovia, 60.000 en Cádiz y 100.000 en Madrid”, y recuerda el dicho de Alfonso Guerra de que “en España votan las hectáreas”. ¡Qué bien le venía a Pablo Casado presentarse por Ávila cuando él era de Palencia! ¡Qué bien le venía a los candidatos del PAR presentarse por Teruel! Aunque estos últimos, ni por esas. De donde no hay, no se puede sacar. Es evidente que existe despoblación pero a nadie se le pone una pistola en el pecho para que abandone su aldea. Ya dijo Ortega  que el hombre es él y sus circunstancias. En consecuencia, la gente se marcha de los pueblos por muchas razones, y ello no viene de ahora sino de los tiempos del Desarrollismo de López Rodó y aquellos “planes de desarrollo” que sembraron las grandes urbes de polígonos industriales. La crisis última, derivada de la liberalización del suelo promovida por  el insensato Aznar y del ladrillo, que otro estólido, Rodríguez Zapatero, no supo frenar en seco, fueron como la puntilla de descabello a un toro herido que se repuchaba en tablas a fuer de estocadas desviadas. Aquí parece que ya nadie se acuerda de Alemania y de aquellos viajes interminables en tercera clase con la maleta de madera, de la canción de “El emigrante” interpretada por Juanito Valderrama, que no ayudaba a disipar la nostalgia,  ni del día a día intentando sobrevivir en unos barracones insufribles y opacos. “Vaciada” (del participio vaciar) en vez de “vacía”, que parece lo correcto, fue el lema de las pancartas del pasado 31 de marzo en Madrid. “Vaciada” equivale a haber sido desalojada una aldea para construir un pantano, o por otras razones. No es el caso. “Vacía”, en cambio, ayuda más a comprender tal éxodo social. Es, a mi entender, un término más preciso. Pero sobre el tema hay muchas publicaciones (Sergio del Molino, Vicente Bielza, Alejandro Córdoba, Ignacio Prieto, Elías Rubio…) que se me antojan todas ellas como canciones de cuna para dormir un a negrito, con permiso de  Xavier Montsalvage. De nada sirve convertir a los muertos vivientes en héroes nacionales por mucho que sea costumbre en este país. Por suerte, formamos parte de Europa, podemos desplazarnos en avión y con maletas de ruedas, y hemos pasado de las “carreras de pollos” en las fiestas patronales de aldeas perdidas en los mapas, no por mor de la afición sino por poder llevar algo a la boca en caso de llegar a la meta el primero, al extenso territorio Schengen,  una vía libre de barreras que permite el desplazamiento del mundo al otro confín en busca de nuevos y mejores horizontes. Ya lo dice Goethe (“Fausto”, cap. II): “Sólo el que lucha/ firme en su confianza/ vida inmortal/ y libertad alcanza”.

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