sábado, 2 de agosto de 2025

Las turbo-rotondas

 

 

Dicen que las llamadas turbo-rotondas facilitan la conducción pero, a mi entender, ello constituye una complicación añadida para los conductores que llevan una “L” blanca sobre fondo verde en el cristal trasero. De antemano es necesario conocer qué rumbo piensa uno tomar en un peligroso tramo en forma de espiral en la que cada carril tiene sus señales de indicación. En ambos carriles previos a la turbo-rotonda hay un ceda el paso de necesario cumplimiento. Para salir a la derecha se deberá acceder por el carril exterior; para continuar recto, se deberá elegir el carril interior; para tomar la salida de la izquierda, se deberá tomar el carril interior y seguir las indicaciones de las líneas blancas; y para hacer un cambio de sentido, será necesario tomar el carril interior y seguir las indicaciones de las líneas bancas. Es decir, si entramos en ese dédalo de asfalto lo mejor será que antes nos hayamos confesado con el penitencial por si las moscas. Con estas ideas, como sacadas de los “Grandes inventos del TBO”  y asesorados por doctor Franz de Copenhague, ya verá, amigo lector, la que se monta, no a beneficio de inventario sino a favor de los chapistas. Pere Navarro, director general de la DGT, tiene a veces ocurrencias que nos deja con la boca abierta. Por poner un solo ejemplo, ya ha anunciado que a las personas mayores o con sus facultades físicas disminuidas que viven en el ámbito rural, en la llamada España vaciada, no se les retirará nunca el permiso de conducir por infracciones,  para evitar que puedan tener psíquicas por el aislamiento que esa circunstancia pudiesen generarles. Se les permitirá que sigan disfrutando del permiso correspondiente, aunque limitándoles los trayectos largos y acotados a que puedan hacer pequeñas distancias de día, como poder  ir a la consulta del médico, a comprar café al supermercado o a comprobar si maduran las alcachofas de su huerto. Por lo visto, para Pere Navarro, en pequeños recorridos es difícil que los ancianos habilitados o los disminuidos físicos puedan producir accidentes, algo que no parece cierto. En los recorridos cortos, aumentan los accidentes. No me pregunten por qué. En resumidas cuentas, confío en que esas personas octogenarias o disminuidas físicamente, aunque con documento de conducción en vigor, no circulen por turbo-rotondas en hora punta. No digamos nada si ese conductor, que siempre cree andar bien de reflejos, se viene  arriba como los toreros de postín y mete el turbocompresor de su utilitario en medio del serpentín mareante. Entonces ya, como dice un de mi pueblo, puede producirse la “catatombe”  sin necesidad de que Trump despliegue los submarinos atómicos cerca de Rusia por unos comentarios, a su criterio poco afortunados, de Medvédev.

 

Maleducados

El Supremo ratifica que llamar «maleducados», «incompetentes» o «inútiles»  a los directivos de una empresa es motivo de despido

Según un estudio reciente de “Preply” (me suena que se trata de una plataforma de aprendizaje de inglés) los habitantes de ciertos lugares concretos de España son los más maleducados. Se lleva la palma Santa  Cruz  de Tenerife. Le siguen Granada, Alicante, San Sebastián, Madrid, Bilbao, Málaga, Valladolid y Barcelona. Vamos que no han dejado títere cabeza. Los parámetros tenidos en cuenta en ese discutible y somero sondeo de opinión hacen referencia al uso de los teléfonos móviles en espacios públicos, la falta de hospitalidad hacia los viajeros, el ruido excesivo y la poca voluntad de los clientes en dar propinas a los camareros. ¡Qué gracia! Se ve que algún ‘influencer’ de chicha y nabo ha tratado en vano de ir por el papo a todos los sitios, incluidos los restaurantes de postín, sin despeinarse porque ‘yo lo valgo’. Pues, mire usted, no. Pretender, pongamos por caso, ir a “Casa Nicolasa”, en San Sebastián, y no pagar la cuenta a cambio de colocar a ese restaurante en un lugar destacado de un diario de provincias dentro del panorama gastronómico español es, además de una grosería indecente, una osadía de padre y muy señor mío. “Casa Nicolasa”, con su  ‘hojaldre con foie-gras’ y su ‘rape en salsa de chipirones’, no necesita utilizar ese torpe recurso de un imbécil con ínfulas. Eso, si acaso, podría colar en un restaurante con manteles de hule en la carretera de Mombeltrán (de Ávila a Talavera de la Reina pasado el puerto del Pico), que tampoco. Lo del uso de los teléfonos móviles en espacios públicos a grito pelado es una pandemia de muy difícil manejo, como la de los patinetes por las aceras. Casi imposible de erradicar, como el chanclo sifilítico por más que se trate de aliviar con untos de aceite inglés la corrosión de la minga. Lo de la hospitalidad también es discutible, salvo que alguien pretenda descansar en  la alcoba de un guariche con puti-club, botellines de "benjamín" y paletos dispuestos a morir en la folla. De Madrid me consta que no puede decirse eso. Allí cabe todo el mundo. Y la poca voluntad de dar propinas a los camareros me incluye. Es semejante a la exigua voluntad de echar monedas en una sinfonola, o en ranura de la cabeza de un negrito colocada del mostrador de una farmacia, donde se indica con cinismo que es “para el Domund”, o como donación para "óbolo de san Pedro". Esos eufemismos que se los vayan a contar a la pobre gente de Sierra Leona o de Burundi. Es como decirles a los familiares de un difunto que el pariente que yace en un cama patitieso, con la boina puesta y rodeado de cirios, ‘ha pasado a mejor vida’. En fin, gente descortés hay en todos los sitios. Como decía en un artículo Javier Arias Artacho (diario Levante, 02/02/24), “vivimos navegando por nuestro ego, incapaces de decir algo más que un ‘feliz cumpleaños’ por WhatsApp o un patético ‘DEP’ cuando alguien muere”. En lo que a mí respecta, acostumbro a cambiar de acera cuando no deseo decir ‘adiós’ a un tipo antipático que no me cae bien. Así evito la posibilidad de que éste me pueda contestar con un  ‘hasta luego’. ¡Hasta luego no, por Dios!