Domingo, 5 de octubre,
san Froilán. Una fecha que no existió
en 1582, cuando se saltó del día 4 al 15 por decisión del papa
Gregorio XIII y su bula
Inter Gravísimas. La razón para ese
brinco en el tiempo fue la de corregir un error en la medida de los ciclos
lunares y solares y poder fijar el momento astronómico del comienzo de la Pascua. Y con
Franco, para no ser menos, desde el 16
de marzo de 1940 la España
peninsular y balear dejó de regirse por el horario que le correspondía,
mediante una escueta orden aprobada por el Gobierno el 7 de marzo. Aquí no fue necesaria bula sino una firma en el BOE. La simpatía que Franco sentía por
Hitler hizo que hasta cambiara el huso
horario del país (excepto Canarias) para acercarse más a Alemania e Italia.
¿Cuándo se hará la oportuna corrección de tamaño dislate? Y hoy, primer domingo
de octubre, también, me entero de que
Juan
Torres, colaborador del periódico digital
Vozpópuli, no ha sido capaz de
poder hacerse con la lista de invitados a la recepción en el Palacio de Oriente
con motivo de la proclamación de
Felipe
VI. Ya saben aquello de la pregunta: “¿adónde vas?”, y la respuesta:
“manzanas traigo”. La Casa
Real nunca publicó en su
web
la lista de asistentes y su gabinete de prensa no
sabe /no contesta. Ya conocen el dicho de que “en boca cerrada no
entran moscas”. ¿Qué temen? ¿Pero, no fue un acto televisado en directo?
Entonces, como así fue, no entiendo esa opacidad.
“Escribí al director de comunicación de la Casa Real, -escribe
Torres- que no ha tenido a bien acusar recibo, y al jefe de la Casa de S.M. El rey, que me
contestó con una carta tan vacía como un buñuelo de viento”. Todo un alarde de
falta de transparencia injustificable. El Rey dijo en la entrega de los
“Cavia” que “voy con el turbo puesto”.
Lo que no dijo es adónde.
Es curioso que
exista un premio, el
“Mariano de Cavia”
en
Abc, cuando resulta que ese
periodista, zaragozano de nación y hombre individualista al que no le gustaba
la popularidad, nunca escribió en el diario fundado por
don Torcuato. En fin, ya lo dejó escrito
Julio Cerón en un recuadrito del entonces periódico de los
Luca de Tena: “El que vale poco y sabe
que vale poco, vale”. Nada más que añadir.
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