En mi último trabajo, el de antes de ayer,
comentaba cómo habían cambiado las cosas en los últimos cincuenta años en
España y del deseo de entrar en la OTAN pese a la oposición inicial de los socialistas (todavía
disfrutando de unas casi eternas vacaciones) con aquel eslogan de “De entrada, no”, que más tarde tuvieron
que rectificar cuando el 31 de enero de 1986 el gobierno presidido por Felipe González ganó con un “Sí” por los pelos tras su cambio de posición con un 56,85% de los votos válidos a favor de
permanecer en la OTAN y una participación del 59,4%, aunque bajo tres
condiciones atenuantes: una, la no incorporación a la estructura militar; dos, la
prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares; y tres, la reducción
de las bases militares norteamericanas en España instaladas tras los Pactos de Madrid de 1953, y una vez que González
hubiese tenido que convencer a su propio partido en el XXX Congreso celebrado en diciembre de 1985. Pero el próximo día 12
de junio se cumplirán 50 años de la muerte en carretera del ministro Herrero Tejedor, maestro político de Adolfo
Suárez. El coche oficial, un “Dodge-Dart” matrícula SGM-2322 conducido
por Pablo Fernández Cobo entraba en
la raqueta de empalme de la carretera Palencia-Valladolid-Madrid con la
nacional de Galicia, a 2 kilómetros de Adanero. Eran las 8,25 de la tarde. La
visibilidad era buena, el terreno llano y una señal indicaba una limitación
máxima de 60 kilómetros por hora. Al mismo tiempo que el coche oficial entraba
en la raqueta, el camión C-33875, conducido por Germán Corral Gómez, salía de un “ceda el paso” de forma indecisa en dirección norte. Se produjo una colisión tremenda
y el coche oficial quedó empotrado bajo el camión. El ministro herido,
secretario general del Movimiento (que había sustituido a José Utrera
Molina solo cien días antes) fue trasladado con urgencia a Villacastín. Al
llegar ya estaba muerto. Franco (que
aún no había terminado de digerir la “bomba
de Estoril”) conoció la luctuosa noticia mientras presenciaba en la Monumental la corrida de Beneficencia. Y en Zaragoza,
después de casi tres días de absoluta incomunicación, ese mismo día 12, el
director de “Andalán”, Eloy Fernández Clemente, ingresaba en
la Prisión de Torrero, sin que el juzgado que instruyó las diligencias
decretara su libertad, ni incondicional ni bajo fianza. La víspera, el día 11,
funcionarios de Información y Turismo secuestraban también el número 141 de “Cuadernos para el diálogo”, donde había un artículo de Rafael
Arias-Salgado titulado “Razones
para el cambio político”. El horno de Arias
Navarro, caracterizado por su espíritu receloso y estrecho, no estaba por
aquellos días para bollos. A España le había mirado el tuerto y había que ir con mucho cuidado y tocando madera.
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